Rev. Herman Hoeksema
Se recuerda al lector que la publicación de este folleto fue ocasionada por la aparición y distribución gratuita de un pequeño tratado sobre el mismo tema por el Dr. M.R. De Haan, pastor de la Iglesia del Calvario de ninguna denominación en Grand Rapids, Michigan. Ese tratado fue totalmente negativo con respecto al propósito y contenido y pretendía ser una concluyente y convincente refutación de la doctrina del bautismo infantil. En ella, el autor hizo la fuerte declaración, que los que creen en la verdad del bautismo de bebés no tienen argumento alguno. La Palabra de Dios, el dice, no tiene nada que decir en favor de la práctica de bautizar a los niños de los creyentes.
Estas fuertes declaraciones, difícilmente pueden ser dejadas sin ser confrontadas.
Inmediatamente después de la publicación del tratado del doctor De Haan hemos escrito un artículo corto que en The Standard Bearer, en la que afirmamos que la gran fuerza en sus argumentos y la audacia de hablar del escritor, sólo puede ser explicada por una profunda ignorancia sobre el tema de parte del escritor con respecto a la materia que intenta tratar. Al mismo tiempo, prometimos que en un momento conveniente escribiríamos un tratado sobre el mismo tema. Esta promesa se cumple ahora. En este pequeño folleto que ofrecemos a aquellos que están interesados en la verdad de la palabra de Dios, la explicación y su prueba, de que el bautismo de los hijos de los creyentes está basado en las Escrituras. El tratado es positivo en la finalidad, contenido y forma. No entro en una polémica. No intento refutar los argumentos del doctor De Haan, por la sencilla razón de que no hay nada que refutar. Mi único propósito, es ofrecer la única prueba simple, pero incontrovertible que el bautismo infantil es una doctrina bíblica. Éste, siendo mi propósito, no entro a una explicación de diversas doctrinas y cuestiones estrechamente relacionadas con el tema que estamos discutiendo. No elaboré mas sobre la idea del pacto, en quien es parte del pacto, sobre el significado del bautismo como tal, etc. Todo esto era estrictamente innecesario para el objetivo que tenía en mente, es decir, para mostrar que la Escritura sostiene la doctrina del bautismo infantil. Para los efectos prácticos que tengo en mente, este tratado debe ser breve más que explicativo, debe ser claro más que profundo. Y, por lo tanto, descartando todo el material irrelevante, por importante que pueda ser en sí mismo, me limité a una sola línea en mi argmento.
Yo ofrezco a los lectores tres proposiciones, cada una de las cuales voy a probar con la Palabra de Dios:
1. Hay un solo pueblo de Dios, a lo largo de los siglos, tanto en el antiguo como en la nueva dispensación: el verdadero Israel, la simiente de Abraham.
2. A pesar de que difieren en forma, la circuncisión y el bautismo son esencialmente lo mismo en su significado.
3. Es la voluntad de Dios revelada claramente que las generaciones de su pueblo, ya sean Judíos o Gentiles que reciban la señal del pacto, la circuncisión, siempre y cuando estas generaciones de Su pueblo se encuentran entre los Judíos, el bautismo cuando estas generaciones se encuentran entre todas las naciones, tanto Judíos y Gentiles.
I. Un Pueblo: la Dispensación de la Vieja y Nueva
En primer lugar, está la idea de que hay un solo pueblo de Dios y que se trata de la verdadera simiente de Abraham, tanto en el antiguo como en el nuevo pacto.
No lo propongo como un secreto que considero que esta verdad es fundamental y esencial para la comprensión del bautismo de babés.
Todos los premilenialistas lo niegan. Es por esta razón que un “PRE” también debe ser Bautista. Separan al pueblo de Dios. Según ellos, hay dos pueblos de Dios, dos semillas diferentes de Abraham, los Judíos y la Iglesia, Israel, Israel natural y espiritual. Los Judíos son reales y naturales Israel con privilegios especiales, una promesa especial, un pacto separado para ellos solamente, un futuro extraordinario. Para ellos es la Jerusalén terrenal, el Monte de Sión terrenal, el trono terrenal de David, el templo terrenal y la tierra de Canaán terrenal en heredad perpetua. Ellos serán el real y verdadero Israel para siempre, la semilla de Abraham. Pero los creyentes de la nueva dispensación se llaman los descendientes de Abraham en un sentido figurado y espiritual. De ellos, el apóstol habla en su tercer capítulo de la epístola a los Gálatas.
Sostengo que este punto de vista todo es erróneo, falso y antibíblico. En contra de esto, la Palabra de Dios sólo sabe de una semilla de Abraham, el espiritual, los elegidos, los hijos de la promesa. Esto es cierto tanto del viejo como del nuevo pacto. No es correcto decir que en el antiguo pacto, los Judíos fueron la simiente de Abraham, mientras que en la nueva dispensación los creyentes son la semilla. Los Judíos nunca fueron la simiente de Abraham. Es correcto decir, que durante un tiempo la simiente de Abraham se encontró exclusivamente entre los descendientes de Abraham, tal como se encuentran ahora entre todas las naciones. Pero la Escritura, nunca identifica a los descendientes de Abraham con la simiente de Abraham. Los hijos de la promesa, siempre, sólo los creyentes. En los tiempos del Antiguo Testamento se encuentran en las generaciones de Set, Noé, Sem, Abraham Israel. En la nueva administración se encuentran entre todas las naciones, sin existir diferencias más entre Judíos o Gentiles. Pero allí donde se encuentran los hijos de la promesa, teniendo a Abraham como el padre de los creyentes, ellos son los verdaderos hijos de Dios, los creyentes. Estos son únicamente la simiente de Abraham.
Tal es mi argumento.
Y ahora la prueba con la Palabra de Dios.
En primer lugar quiero llamar su atención a Rom. 9:6-8:.. “No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son hijos de Dios, sino los que son hijos según la promesa son contados como descendientes”
Es evidente: (1) Que el apóstol está hablando aquí de los Judios del antiguo pacto. (2) Que hace una distinción entre los que son de Israel y los que son en realidad Israel. El pueblo como tal, la nación, eran de Israel. Pero incluso en el antiguo pacto esa nación no fue Israel. Todos ellos eran de la simiente de Abraham según la carne, pero no todos son la semilla. (3) Que sólo el Israel espiritual, los creyentes, los que no han nacido de la carne, sino de la promesa, es decir, por el poder de esa promesa, como Isaac, son la semilla. Los hijos de la promesa son contados como descendientes. Cuando el Señor, por lo tanto, habla de la simiente de Abraham , ese es todo el argumento del apóstol, no debes cometer el error y aplicar esa palabra de Dios a los Judíos. Esto no significa que los Judíos, pero el verdadero Israel, los hijos de la promesa porque ellos y sólo ellos son la simiente de Abraham. Por favor nota que mi proposición se comprueba: Los Judíos nunca fueron la semilla de Abraham, aunque la descendencia de Abraham, por un tiempo fueron Judios.
Consideremos, Rom. 4:11-16: “Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circucidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia; y padre de la circuncisión para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadad de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado. Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. Por lo tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros”.
Una explicación detallada de este pasaje tan rico no es posible en este breve tratado, ni necesario. Sin embargo, con el fin de mi proposición, presentaré lo siguiente: (1) Que Abraham aquí, es representado como el padre de todos los creyentes, tanto de los que son de la circuncisión (los Judíos), y de los que son de la incircuncisión (todas las naciones). Los que creen, por lo tanto, son la simiente de Abraham si son de la ley o, simplemente, de la fe. (2) Que sólo en ese sentido él es el padre de la circuncisión. No todos los que son de la circuncisión, es decir, que son circuncidados en la carne, son la simiente de Abraham, sino sólo aquellos de los que creen también. Porque él es el padre de la circuncisión, es decir, a aquellos que no son solo de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe de nuestro padre Abraham, de acuerdo al (v.12). (3) Que a esta semilla una hay una y la misma promesa, que con su padre Abraham, serían herederos del mundo. Los que son meramente de la ley no son herederos de la promesa, pero sólo los que son de la fe de nuestro padre Abraham, y él es el padre de todos nosotros. Un padre Abraham, un descendiente de Abraham, una promesa, y una manera de obtener la promesa: el camino de la justicia que es por la fe.
Además, someto a su consideración Rom. 2:28-29: “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios.”
Este pasaje habla por sí mismo y no necesita explicación. Un Judío nunca fue la simiente de Abraham, nunca fue un Judío real. El, solo fue un israelita de verdad, en cuyo corazón estaba presente la realidad espiritual que corresponde a la señal de la circuncisión, es decir, la fe. Una vez más: Los Judíos no son la simiente de Abraham, nunca lo fueron; únicamente los creyentes lo son.
Una vez más quiero llamar la atención sobre un pasaje que es tal vez la declaración más clara de la unidad del pueblo de Dios en la dispensación antigua y nueva (Gal. 3:7-9, 16-19; 4:1-7). Citaré sólo lo siguiente: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham … Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa. 4. Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.
Observe, por favor, (1) Que esencialmente y centralmente, la semilla de Abraham es Cristo, y sólo él. El apóstol enfatiza esta verdad en el versículo 16, incluso sacando un argumento en el hecho de que se usa el singular en vez del plural. (2) Si Cristo es la simiente de Abraham en el sentido central, es lógico pensar, que sólo pueden ser semilla con Él, que están en él, ya sean del viejo o nuevo pacto. Esto es, por lo tanto, los creyentes y sólo ellos, son la simiente de Abraham ante el (v. 7). (3) Que otra vez, ellos únicamente, son herederos según la promesa, hay una promesa para la semilla. (4) Que (y prestemos especial atención a esto), el apóstol compara la Iglesia de todas las edades con un niño en crecimiento. En la antigua dispensación es el heredero, que es todavía un niño, y es, por tanto, bajo la tutela de la ley. Pero ahora, en la nueva administración se ha convertido en un adulto. Se trata de un hijo y ha recibido la herencia. El punto aquí, es que la Iglesia de la antigua dispensación y el de la nueva se asemejan a una persona. Cuando el niño crece en un adulto, ¿Se convierte en una persona totalmente diferente, o es simplemente el mismo individuo, pero desarrollado? Por lo tanto, es clara enseñanza de la Palabra de Dios, que hay un solo pueblo de Dios, y que este pueblo de Dios es llamado la semilla de Abraham en Cristo, por lo tanto, esta semilla de Abraham no son los Judios, ni los gentiles, sino los creyentes con el fiel Abraham. La unidad de la Iglesia de todas los tiempos es indiscutiblemente establecida.
No se crea que estos son los únicos pasajes que establecen esta unidad. La Escritura nunca habla otro idioma, excepto, tal vez, para aquellos que se niegan comparar la Escritura con la Escritura. Puedo llamar la atención a muchos otros pasajes. Cuanto más estudio la Palabra de Dios, más se convence de que esta es la única línea que las Escrituras describen.
Pero tengo que ser breve.
Les voy a pedir, por lo tanto, que tome su Biblia y compare Oseas 1:10-11 con Rom. 9:24-26. El primer pasaje es una profecía de diez tribus, este último explica que estas diez tribus son la Iglesia de la nueva administración, reunidas de Judios y gentiles, a fin de que la profecía de Oseas se cumpliera ahora. Compare también Jer. 31:31-34 con Hebreos 8:6-13. En el pasaje de Jeremías el profeta habla muy específicamente a Israel y de Judá, pero la epístola a los Hebreos cita este pasaje e Israel y Judá se han convertido ahora en la Iglesia de la nueva dispensación. Compare otra vez Amos 9:11-15 con Hechos 15:13-17. Amós habla de la restauración del tabernáculo de David y de la posesión de Israel de todas las naciones, por el regreso de Israel a su tierra y de su posesión eterna de la misma. Sin embargo, en Hechos 15, Santiago explica que esta restauración del tabernáculo de David y la posesión por parte de Israel de los gentiles, ahora se cumple que los gentiles entran en la comunión de Cristo. Tenga en cuenta, también, por favor, que las llaves de la casa de David están ahora en el poder de Cristo (Isa. 22:22 y Apocalipsis 3:7). Que Jerusalén y el Monte. Sión no están destruidos, sino que se realizan actualmente, mientras que sólo las sombras de ellos son destruidos (ver Isa. 28:16, Rom. 9:33; I Ped. 2:6; Heb. 12:22; Gal. 4:25, 26; Apocalipsis 3:12; 21:2; 21:10). Eso mismo es cierto del templo, el altar, el lugar sagrado, el sacrificio, el sumo sacerdote (vea Heb. 9:1-12, 21-24; 10:19-21; I Cor. 3:16, II Cor. 6:16, Ef. 2:18-22; Apocalipsis 3:12). Y la tierra de Canaán, la cual se prometió a Abraham ya su descendencia, y que sin duda será su heredad perpetua no es el país terrenal cerca del Mar Mediterráneo, sino que es la patria celestial que está por venir, cuando la Nueva Jerusalén que descenderá en la nueva tierra. En resumen, el conjunto de la Palabra de Dios enseña esta unidad del pueblo de Dios y de todo lo relacionado con ellos. Todas las promesas están en Cristo, y por él, lo son para la verdadera simiente de Abraham, de todas las edades, los creyentes.
II. La circuncisión y el bautismo esencialmente el mismo
Mi siguiente observación es que la circuncisión y el bautismo, aunque difieren en la forma, son esencialmente las mismas en su significado.
También esta proposición que considero importante, un eslabón necesario en la cadena de este único argumento para el bautismo infantil. La objeción que a los bautistas les encanta hacer contra el bautismo de bebés, no es bíblica, sino más bien una que obtienen de su propia mente. Es decir, que el bautismo es un signo y sello del perdón de los pecados, de la regeneración, que, por lo tanto puede ser administrado solamente a aquellos, a quienes conocemos como creyentes, es decir, a aquellos que confiesan su fe, y que se ha demostrado que muchos de los niños que fueron bautizados de bebés, han llegado a provar que no son hijos de Dios, y están perdidos, y que por esta razón sin duda es malo administrar el signo del bautismo a los hijos de los creyentes, antes de que hayan llegado a la edad de discreción.
Frente a este argumento muchas objeciones pueden existir. Pero quiero hacer hincapié en lo que es en mi opinión la principal objeción de todas: el bautista con este argumento argumenta directamente contra el Señor. Por lo que aquí exhorta contra el bautismo de niños tiene en su fuerza en contra de la circuncisión infantil, sin embargo, la circuncisión de los niños está directamente ordenada por el Señor sobre la simiente de Abraham y sus generaciones.
También, la circuncisión fue una señal de la justicia que es por la fe, de la circuncisión espiritual, de la circuncisión del corazón, de la regeneración y la santificación, de cortar el viejo hombre, del amor de Dios en un corazón nuevo. En todos estos aspectos, el significado de la señal del antiguo pacto es la misma que la del bautismo. La identidad de los dos signos, aunque difieren en forma, ahora procederemos a demostrarlo con la Palabra de Dios.
1) En primer lugar los pasajes que se refieren a la circuncisión únicamente:
Lev. 26:40-41: “Y confesarán su iniquidad, y la iniquidad de sus padres, por su prevaricación con que prevaricaron contra mí; y también porque anduvieron conmigo en oposición, yo también habré andado en contra de ellos, y los habré hecho entrar en la tierra de sus enemigos; y entonces se humillará su corazón incircunciso, y reconocerán su pecado.” Es evidente aquí, que un corazón circuncidado es lo mismo que un corazón que no confiesa el pecado y la iniquidad. De tal corazón, por lo tanto, la circuncisión era una señal.
Deut. 10:16: “Circuncidad, pues, el prepucio de vuestro corazón, y no endurezcáis más vuestra cerviz.” Se trata de un lenguaje sencillo. La circuncisión era una señal de la circuncisión, es decir, de un corazón santificado.
Deut. 30:6: “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” De nuevo, esto es evidente en sí misma. La circuncisión era una señal de la obra de la gracia de Dios en el corazón, en el que el corazón está lleno del amor de Dios.
Jer. 4:4: “Circuncidaos a Jehová, y quitad el prepucio de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien la apague, por la maldad de vuestras obras.” En el lenguaje del Nuevo Testamento, esto es lo mismo que decir: despojarse del hombre viejo del pecado y revestido del nuevo, el cual es renovado conforme a la imagen de Dios en la justicia y santidad de verdad. La circuncisión era una señal de la despojarse del viejo hombre de pecado.
Rom. 4:11: “Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo estando aún incircunciso; para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a ellos la fe les sea contada por justicia” Aquí la circuncisión sella la justicia de la fe, es decir, Dios sella en el signo de la circuncisión, que justifica a los creyentes mediante la fe y cuenta su fe por justicia.
2) En segundo lugar, a partir de pasajes que hablan de la importancia del bautismo:
Hechos 2:38: “Y Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.” El bautismo es un signo de la remisión de los pecados, es decir, de la justicia que es por la fe.
Hechos 22:16: “Y ahora, ¿por qué te detienes levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando el nombre del Señor.” El bautismo es el signo del lavado del pecado, de la justicia que es por la fe, lo mismo que la circuncisión.
Rom. 6:4: “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” El bautismo, como la circuncisión, es el signo de la renovación en Cristo. En el bautismo morimos con Cristo y resucitamos con Él en el caminar de la vida nueva.
Gálatas 3:28: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo.” El bautismo es el signo de revestirse de Cristo, es decir, de ser renovados en él.
Estos pasajes se pueden multiplicar. Pero hay, por supuesto, diferencias de opinión con respecto a la importancia del bautismo. Estos pasajes, por lo tanto, son suficientes.
3) En tercer lugar, a partir de pasajes que simplemente identificar la circuncisión dos, y el bautismo:
Col. 2:11-12: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.” Aquí el apóstol claramente identifica los signos del bautismo y la circuncisión en cuanto a su significado. Escribe a la Iglesia del nuevo pacto, que los creyentes son circuncidados en el sentido espiritual de la palabra, y que esta circuncisión espiritual se produjo cuando fueron sepultados con Cristo en el bautismo. Una prueba más directa de que la circuncisión y el bautismo son esencialmente las mismas en el significado, el cambio del viejo y nuevo pacto, es decir, de la dispensación de las sombras en que el cumplimiento no se podría dar.
Fil. 3:3: “Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” Aquí el apóstol no menciona el bautismo, ni tampoco se refieren a él, pero él sostiene que no los Judios, sino la Iglesia de la nueva dispensación en Cristo Jesús, somos la circuncisión. Incluso la circuncisión no ha sido esencialmente descartada, pero se continúa en la Iglesia de la nueva dispensación!
Mi segunda propuesta me parece suficientemente establecida como prueba de la Palabra de Dios.
El bautista a menudo intenta cuestionar la afirmación de que también se da en nuestro formulario de bautismo, es decir, que la circuncisión ha sido reemplazada por el bautismo en la nueva dispensación. Aquí, el Bautista niega a dejarse convencer. Sin embargo, nada podría ser más evidente en las Escrituras. Es simplemente un hecho histórico, que el bautismo forzó a la circuncisión fuera del camino. Cuando llegó el bautismo, la circuncisión debió ser desechada. Durante un tiempo coexistieron en especial en las comunidades judeo-cristianas, y la circuncisión trató de mantenerse al lado del bautismo. Pero esto resultó imposible, y la circuncisión se vio obligada a renunciar su lugar en la Iglesia. ¿Y por qué? Porque la Palabra de Dios enseña claramente, como hemos demostrado, que el bautismo tiene esencialmente el mismo significado que la circuncisión, que dos carteles con el mismo significado que no pueden existir lado a lado, que la circuncisión pertenece a la época de las sombras, y, por lo tanto, debe dejar espacio para el bautismo como signo de plenitud. Por lo tanto, si alguien todavía insiste en que la circuncisión es necesaria para la Iglesia cristiana, sólo puede hacerlo porque une la importancia para ella como un elemento de la ley, busca la justicia que es por la ley, y asi Cristo no tiene efecto en él. Y seguramente, el bautismo por ser esencialmente el mismo signo y que tiene la forma adecuada para la nueva dispensación. Tan cierto es esto, que el apóstol escribe que son circuncidados cuando somos bautizados (Col. 2:11-12), y que nosotros somos la verdadera circuncisión (Phil. 3:3).
III. Una muestra de las Generaciones
Llego a mi tercera proposición: es la voluntad de Dios, claramente revelada en la Palabra de Dios, para que esta semilla de Abraham, el cual es el mismo para todas las edades, recibirán la señal de la justicia que es por la fe, en sus generaciones.
Es la verdad muy simple, revelada en la Escritura y verificado en toda la historia de la Iglesia de Dios en el mundo desde el principio, que Dios hace a su pueblo desarrollarse en la línea de las generaciones. Siempre Él establece Su pacto orgánicamente en la línea de las generaciones continuas. Esto ya es evidente por el protevangel en Génesis 3:15: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya”. Esto queda claro en el establecimiento del pacto con Noé. “Y yo, he aquí que yo establezco mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti” (Gen. 9:9). Una vez más esta verdad se revela en Génesis 17:7. “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo para ser tu Dios y el de tu descendencia después de ti.” Esto es evidente en toda la línea histórica del desarrollo, para la línea de la alianza de Dios se ejecuta en la línea de las generaciones, desde Seth a Noé, de Sem a Abraham, de Abraham a Israel, de Israel a Cristo, e incluso en la nueva dispensación es muy claro, que Dios tiene a su pueblo en la línea de las generaciones continuas. Por lo tanto, el apóstol Pedro puede predicar en el día de Pentecostés: “La promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios llame será” (Hechos 2:39). Y cuando el Señor llama a los que están lejos, es igualmente cierto para ellos: la promesa es para vosotros y para vuestros hijos. Sólo desde esta perspectiva se puede entender lo que leemos repetidamente en las Escrituras, que las casas fueron bautizadas. No me importa, si usted afirma que había niños pequeños en las casas o si mantienen todo lo contrario. El hecho es que las casas, las familias fueron bautizadas. Es la idea que se expresa. Dios trata con las generaciones. Sólo en esta luz es que en todas partes los niños son considerados como pertenecientes a la Iglesia, en la nueva administración, así como en la antigüedad. Dios establece su Iglesia en la línea de las generaciones continuas.
¿Eso quiere decir, que todos los niños de acuerdo a la carne en esas generaciones son hijos espirituales de Dios, son la simiente de Abraham? Dios no permita que enseñemos esto, o incluso que crean que esto suponemos! No, los hijos de la promesa son contados como descendientes, y no todos son Israel, que son de Israel. Pero esta verdadera simiente de Abraham se encuentra en las generaciones del pueblo de Dios.
Ahora bien, es claramente la voluntad revelada de Dios, para que estas generaciones de la semilla de Abraham reciba la señal del pacto, el sello de la justicia que es por la fe, el signo de la regeneración, el poner fuera al hombre viejo de pecado y la puesta del hombre nuevo en Cristo, el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Esta fue la ordenanza de Dios para Abraham y su descendencia. “Y Dios dijo a Abraham: Tú guardarás mi pacto, tú y tu descendencia después de ti en sus generaciones, Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti. Cada hijo varón de entre vosotros será circuncidado. Y habéis de circuncidar la carne de vuestro prepucio, … y será por señal del pacto entre mí y ti, y cuando tenga ocho días de edad será circuncidado entre vosotros todo varón por vuestras generaciones, el que es el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier extranjero que no fuere de tu simiente” (Gen. 17:9-12). En la antigua dispensación, entonces, los niños, todos los niños que nacieron en las generaciones de los descendientes de Abraham debían recibir la señal de la circuncisión, el sello de la justicia que es por la fe, de un nuevo corazón, de la conversión y de la santificación.
Y esto nunca fue abolido.
Idénticamente la misma simiente de Abraham todavía existe, como se ha demostrado claramente, la única diferencia es que, en vez de estar entre la nación de Israel se encuentra entre todas las naciones.
El mismo pacto eterno establecido permanece de pie con la simiente de Abraham, que se menciona en Génesis 17:7. Y frente al v.8 no hace esta interpretación nula, como el doctor De Haan piensa erróneamente, por que por Abrahán y su descendencia espiritual, Dios dará la tierra de Canaán en heredad perpetua, sólo la tierra tendrá entonces su forma celestial. Por lo tanto, todavía sostiene la semilla de Abraham (Gálatas 3:7), que Dios establece Su pacto con ellos en la línea de las generaciones continuas (Gen. 17:7 y muchos otros lugares).
Idénticamente el mismo signo de ese pacto todavía existe, la única diferencia es que, adecuado a la nueva dispensación ha cambiado su forma de circuncisión al bautismo. La esencia del signo nunca fue abolida, la forma fue. Todavía existe el signo que es un sello de la justicia que es por la fe, de la regeneración y la santificación, del arrepentimiento y el lavado de los pecados.
Por lo tanto: él todavía lleva a cabo, de acuerdo con la revelación clara de las Escrituras, que el mismo signo y sello debe ser administrado a la misma simiente de Abraham en sus generaciones como una señal del pacto eterno de Dios con ellos.
Y aquí cierro mi argumento. Es sencillo, no complicado, un niño puede entenderlo. Es totalmente escritural, no filosófico, no se basa en las tradiciones de la Iglesia. Y es incontrovertible. Incluso el doctor De Haan ahora va a entender la verdad del bautismo de niños y retractarse de sus declaraciones anteriores, me siento perfectamente seguro.
Cuando la Iglesia entró en la nueva dispensación, cuando la simiente de Abraham escapó de su caparazón de Israel como nación para desarrollar entre todas las naciones, la verdad que esta semilla de Abraham se encuentra en las generaciones de creyentes, se reveló con claridad y que había sido puesta en práctica durante siglos. Los niños eran considerados siempre como pertenecientes a la Iglesia. Y esta es la única razón por qué en el Nuevo Testamento no tiene ningún mandamiento especial: asegúrese y bautize. La Iglesia, naturalmente, ha bautizado infantes. Nunca pudo haber imaginado otra cosa. Un mandamiento especial para bautizar a las casas, incluso los niños, habría sido un fenómeno extraño.
Y el Bautista no puede acercarse con el argumento: ¿dónde leemos en el Nuevo Testamento de un mandamiento para bautizar a los niños?
La carga de la prueba es sobre ellos.
Deben demostrar dónde y cuándo Dios se retractó de su promesa a Abraham ya su descendencia, que establecería su pacto en la línea de sus generaciones continuas, sino que debe demostrar dónde y cuándo Dios nunca mandó a la Iglesia a abandonar la práctica de la administración de la señal y el sello de la justicia que es por la fe a las nuevas generaciones de semillas de Abraham, a los hijos de los creyentes.
Que el Señor bendiga a este pequeño tratado a los corazones de muchos, que nos mantenga fundados en la verdad de su Palabra, y abrir los ojos de muchos más para la verdad de su pacto eterno con Abraham y su descendencia!