por Ron Hanko
La Escritura a menudo hablan del hecho de que el pacto de Dios es perpetuo. Es desde la eternidad porque éste es la relación entre las tres Personas de la santa Trinidad. Sin embargo es también a la eternidad porque Dios nos toma dentro de esa relación trinitaria y nos hace participes de la divina naturaleza (2 Pedro 1:4). Esa relación de compañerismo y amor nunca terminara. Dios será nuestro Dios por siempre y para siempre, y nosotros seremos siempre Su pueblo (Apocalipsis 21:3).
Creyendo esto, nosotros no vemos el pacto de Dios como un convenio o contrato como es enseñado a menudo. No es un convenio entre las tres Personas de la Trinidad para traer salvación al pueblo de Dios, tampoco es un convenio entre Dios y su pueblo en Adán, o en Cristo.
El pacto no puede ser un “convenio.” Un convenio o contrato no es perdurable. Cuando sus términos —cualquier que estos sean— hayan sido cumplidos, el convenio por sí mismo es terminado y puede ser descartado. Puede ser un asunto de curiosidad histórica pero no continua en vigor.
Para decirlo de una manera diferente, un convenio o contrato es solamente el medio para un fin. Una botella de medicina es también un medio (un camino) para renovar la salud. Cuando nosotros estamos sanos nuevamente, ya no necesitamos la medicina y puede ser descartada. Si el convenio es solo un medio para salvación, es decir, un convenio para proveer salvación, entonces no necesitaríamos el pacto por más tiempo una vez que hayamos obtenido la salvación.
Sin embargo ya que la Escritura nos dice que el pacto es perpetuo, no puede finalizar o llegar a ser innecesario. No es el medio sino el fin (objetivo) en sí mismo. No es el camino para la salvación sino salvación en sí mismo. No es un contrato que cuando los términos son cumplidos desaparecerá, sino una bendita relación que continuará para siempre —un relación entre Dios y Su pueblo en Cristo.
O acaso, ¿No es la esencia de la salvación la relación que Dios establece con Su pueblo en Cristo? ¿No habla Apocalipsis 21:3 acerca de la más alta gloria de la salvación que es cuando promete el día en el cual Dios será nuestro Dios y nosotros Su pueblo? Esto, es lo que creemos, es el pacto de Dios. Y ese pacto es perpetuo.
“Vida eterna”, —Jesús dice en Juan 17:3—, “es conocer a Dios y a Jesucristo a quien has enviado”. Eso también, es el pacto perpetuo de Dios con Su pueblo. En verdad no puede haber nada más maravilloso. Aun las calles de oro no pueden compararse con esto. El pacto perpetuo, y solo este, es la gloria de la salvación, del cielo, y de la vida eterna.
No obstante, no todos lo disfrutarán. Solo ellos, quienes hayan creído en Jesucristo verán a Dios y le conocerán, porque Él es el camino ante la presencia del Padre. Es por eso que Juan 17:3 habla no solo conocer a Dios, pero también de conocer a Jesucristo.
Tomado de Doctrine According to Godliness por Ronald Hanko, pp. 62-63.
Título en inglés: The Everlasting Covenant.