Ronald Hanko
La doctrina ya no es muy estimada hoy en día. En muchas Iglesias Evangélicas hay tanta ignorancia de la doctrina que aún lo básico del Cristianismo ya no se entiende bien. Aún en las iglesias que permanecen fieles en su enseñanza y predicación, muchas veces hay poco interés en aprender y entender la doctrina. Los jóvenes, por lo general, se aburren de ella, y sus ancianos se contentan con un entendimiento superficial de las doctrinas de la fe Reformada.
Muchas veces el síntoma de esta falta de doctrina es una agitación constante hacia más predicación y enseñanza «práctica» junto con un énfasis en la liturgia y en las otras partes del culto hasta que el sermón casi se elimina. Por la parte de los pastores mismos, se encuentra cada vez menos exposición bíblica y cada vez más ilustración, narración de cuentos y entretenimiento.
Sintomática de la indiferencia doctrinal en las vidas privadas del pueblo de Dios es una falta total de interés en leer buenos libros y revistas Reformadas. En algunos casos son comprados pero no leídos, en otros casos no hay interés suficiente ni para comprarlos. Si acaso se lee, es sólo de manera superficie, muchas veces de la variedad “cómo-hacer”. No se lee casi nada de substancia, y la mayoría considera a un libro de doctrina demasiado profundo, aunque sus padres y abuelos que tenían mucho menos educación no sólo leían este tipo de teología sino también lo leían mucho y bien.
Si la Iglesia y las vidas del pueblo de Dios van a ser rescatadas de la superficialidad, el descenso y todos los problemas eclesiásticos que ahora nos molestan, debe haber un regreso a la doctrina. Para prueba solo tenemos que mirar atrás hacia la gran Reforma del siglo XVI. Sobre todo, la Reforma era un regreso a la doctrina – a las doctrinas de justificación solo por fe, de gracia soberana, de la Iglesia, y de los sacramentos. Sin un interés en o un regreso a la doctrina, no podemos esperar renacimiento ni renovación en la Iglesia.
En II Timoteo 3:16-17 la Palabra de Dios nos dice que la escritura es útil para muchas cosas, pero primero para enseñar doctrina. De hecho, si primero no nos enseñase doctrina, no sería útil para reprender ni para corregir ni para instruir en justicia. Para todo esto, la doctrina no solo es primero, sino también fundacional.
La Escritura enfatiza la importancia de la doctrina en otras maneras. Aprendemos de Juan 17:3 que conocer a Dios y a Jesucristo es vida eterna. No hay nada más importante que eso. Doctrina, rectamente enseñada, entendida,y creída, es el conocimiento de Dios y de Su Hijo. La Escritura no enseña nada diferente. «Examináis las Escrituras», dice Jesús, «porque … ellas son las que dan testimonio de mí».
Demos, pues, atención a la doctrina. No sólo es el deber de los teólogos sino también de cada uno que quiere vida eterna. No pongamos al lado a la doctrina por cosas más «prácticas», sino entendamos que doctrina reprende, corrige, y enseña el camino de justicia. Sobre todo nos lleva cara a cara con el mismo Dios vivo, en quien vivimos y movemos y tenemos todo nuestro ser. Estar sin doctrina es estar sin Dios.
–Tomado de Doctrine According to Godliness por Ron Hanko
–Título en inglés: The Importance of Doctrine
–Traducido por Brent DeJong