Ronald Hanko
En una forma, la doctrina de la inspiración divina de la Escritura es la más importante de todas las doctrinas. Cualquier otra doctrina y toda instrucción sobre piedad y santidad viene de la Escritura. Sin la Escritura no podemos conocer de Dios ni de Jesucristo a quien Él envió, a quien conocer es vida eterna. Todo lo que Dios revela de sí mismo en Cristo está ahí. Sin la Escritura no podemos saber cómo agradar a Dios. La Escritura es nuestra única guía para la santidad. Si la Escritura no es inspirada por Dios lo perdemos todo.
Encontramos la doctrina de la inspiración en II Timoteo 3:15-17. Ahí Dios dice de su Palabra que es “Soplada por Dios” (las palabras inspirada por Dios son la traducción de una palabra griega que significa “soplada por Dios”). Esta es una manera muy llamativa de decir que la Palabra es la obra del Espíritu de Dios (“soplar” y “Espíritu” son la misma palabra en griego), y que, por lo tanto, la Palabra es del discurso de la propia boca de Dios.
Ya que la Escritura es el soplar de Dios, ella debe ser perfecta y sin error. Hablar contra la Escritura es hablar contra Dios mismo. Cuando leemos la Biblia, oímos la dulce voz de Dios y olemos el dulce soplo de aquel cuyos labios son “como lirios que destilan mirra fragante” (Cantares 5:13). ¿Quién se atreve, entonces, a ser crítico?
La Escritura, en II Timoteo 3, no sólo enseña la inspiración, también enseña la inspiración plenaria. La palabra plenaria significa “llena” o “completa” y se refiere al hecho de que la Escritura es inspirada en todas sus partes, en todos los diferentes tipos de literatura que contiene y en todas las cosas de las cuales habla. No sólo en sus doctrinas sino también en geografía, historia, ciencia, cultura y vida, ella es soplada por Dios y por eso perfecta e infalible. Incluso su gramática es soplada por Dios, esa es la razón por la cual debemos insistir en una traducción cuidadosa de la Escritura y no estar satisfechos con algo menor.
Debido a que la Escritura es completamente inspirada ella es útil en cuatro aspectos: enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia (vv. 15-17). Sin hablar en detalle de cada uno de ellos, sólo apuntaré que hay una hermosa perfección ahí. Las Escrituras son útiles para todo lo que necesitamos para la salvación. Ellas nos muestran el camino para la salvación (el sentido básico de enseñanza o doctrina). Ellas traen a nosotros el convencimiento de pecado (redarguyen), sin lo cual nunca reconoceríamos nuestra necesidad de Cristo y su cruz. Ellas nos mantienen en el camino por medio de la corrección, restaurándonos cuando estamos débiles o errantes. Ellas también nos disciplinan en el camino (la palabra instrucción es la misma palabra que es traducida como “disciplina” en Efesios 6:4). Ellas nos guían a la madurez espiritual, perfección y gloria en Cristo. ¡No se necesita nada más en la vida cristiana! Las Escrituras son útiles para hacernos “sabios para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (v. 15).
¿Qué más podemos pedir? Recibamos, entonces, la Escritura inspirada por Dios y usémosla como corresponde.
Fuente: “The Inspiration of Scripture” de Doctrine According to Godliness del Rev. Ronald Hanko, pp. 13-15.
Traducido por Marcelo Sánchez