Bill Whyte
¿Tiene Dios el derecho de revelar cómo debe ser adorado? ¿O el hombre ha sido autorizado para ofrecer alabanza inspirada conforme a sus propias (corruptas) invenciones e innovaciones? Esta es la pregunta fundamental que debe tener una respuesta satisfactoria antes de que Dios pueda ser adorado correctamente.
De hecho, a través de las Escrituras, al pueblo de Dios se le dieron varias advertencias que no deben interferir con la Palabra de Dios en ningún momento y en ninguna manera.
No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella, para que guardéis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os ordeno (Deut. 4:2).
Cuidaréis de hacer todo lo que yo os mando: no añadirás a ello, ni quitarás de ello (Deut. 12:32).
No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso (Prov. 30:6)
Porque yo protesto a cualquiera que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de las cosas que están escritas en este libro (Apocalipsis 22:18-19).
Está claro en estos versículos que la Biblia es perfecta y completa para todos los asuntos de la fe y la práctica, por lo tanto no se le debe agregar nada. Este principio también se sostiene en lo que respecta al canto de alabanza a Dios. Dios en su infinita perfección no ha dejado al hombre en la oscuridad o mal equipados en cuanto a cómo debe ser adorado, porque por Su misericordia, nos ha dado un libro de alabanza, que está contenido en una parte inseparable de Su palabra: el Libro de los Salmos.
Ahora bien, estas son las palabras postreras de David. Dijo David, el hijo de Isaí , dijo aquel varón que fue levantado en alto, El ungido del Dios de Jacob, el suave en cánticos de Israel: El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, Y su palabra ha estado en mi lengua (II Sam. 23:1-2)
Cantad a él, cantadle salmos a él, hablad de todas sus maravillas (I Cron. 16:9).
Cantadle, cantadle salmos: Hablad de todas sus maravillas (Salmo 105:2).
Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando con vuestro corazón al Señor (Ef. 5:19).
La palabra de Cristo habite en vosotros en abundancia en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor (Col. 3:16).
¿Está alguno entre vosotros afligido? haga oración. ¿Está alguno alegre? que cante salmos (Santiago 5:13).
En el Nuevo Testamento, el Señor mismo ha dado mandamiento y la dirección con respecto a la adoración divina: “Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:24).
Por la palabra “espíritu”, Cristo se refiere a lo que es inspirado por el Espíritu de Dios, es decir, la Biblia, ya que “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (II Tim. 3:16). El contenido de alabanza cantada es por lo tanto el Libro de los Salmos o Salterio.
La referencia a la palabra “verdad” significa que toda la alabanza ofrecida a Dios en la adoración no debe contener defectos o inerrancias pero debe ser absolutamente pura. Esto por supuesto no es el caso de los himnos y canciones de composiciones humanas, porque la palabra del hombre sin inspiración no es “verdad”. Además, muchas veces contiene errores doctrinales e incluso herejías condenables. ¡Qué diferente fue con David!, el principal escritor (humano) de los Salmos. Como “el ungido del Dios de Jacob, El dulce cantor de Israel”, dijo con verdad y denuedo: “El Espíritu de Jehová ha hablado por mí, Y su palabra ha estado en mi lengua” (II Sam. 23:1-2). ¿Qué escritor sin inspiración de los “himnos” se atrevería a decir esto de sus composiciones? Sin embargo, ¡estas personas nos quieren hacer cantar sus poemas en el culto público del Todopoderoso en lugar de los salmos inspirados por Dios!
Puesto que a la Palabra de Dios (y por lo tanto el salterio como el libro de Dios para la alabanza cantada) no se le puede añadir o restar, debe ser entonces nuestra autoridad absoluta y final en todos los asuntos que conciernen la adoración de Dios. ¡Que tan repugnante debe ser para el Dios vivo y verdadero el número cada vez mayor, de himnarios no inspirados por Aquel que exige nada menos que la completa obediencia y el cumplimiento de su Palabra! “Cantad a él, cantadle salmos a él: Hablad de todas sus maravillas” (Sal. 105:2).