Rev. Ron Hanko
“Dios convocó a los ‘hijos de Dios’, que se refieren a los ángeles en este caso, delante de Él y Satanás también vino… ‘Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás.’ (Job 1:6). Mi pregunta es, ¿Cómo puede Satanás pecador entrar al cielo cuando un ‘pecador’ no puede hacerlo? Sé que Dios es soberano y que puede hacer lo que quiera, pero ¿no contaminaría esto el cielo?”
El que pregunta tiene razón al decir que ningún pecador puede entrar o incluso ver el cielo (Juan 3:3, 5; Efesios 5:5; Hebreos 3:18-19). Sin embargo, Job 1:6 y Apocalipsis 12:7-12 dejan en claro que Satanás tenía acceso al cielo para presentar sus acusaciones contra Job. Así que el aparece ante Dios entre los ángeles no caídos (llamados “hijos de Dios” en Job 38:7) para acusar a Job con el más mercenario de los motivos para servir a Dios. Aunque el nombre de Job aparece en la conversación entre Dios y Satanás casi como un pensamiento tardío, no puede haber duda de que la presencia de Satanás en el cielo fue el comienzo de su malvado ataque contra este hombre piadoso.
¿Cómo fue esto posible? Primero, el cielo era el hogar de Satanás en el principio (Isaías 14:12; Judas 6). Segundo, aunque él fue arrojado por el pecado, no hay evidencia en las Escrituras de que él fue expulsado del cielo hasta el tiempo de la ascensión de Cristo (Apoc. 12:5-12).
Que Satanás tenía acceso al cielo en el Antiguo Testamento es incuestionable. Apocalipsis 12:5-12 nos ayuda a responder la pregunta de cómo fue posible el acceso de Satanás al cielo, como veremos en breve. Allí Satanás es llamado “el acusador de nuestros hermanos … que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (10) y ciertamente aparece en ese papel en el libro de Job, como también lo hizo con Josué el sumo sacerdote, en Zacarías 3:1-2.
Satanás hizo honor a su nombre en la historia de Job, porque Satanás significa “calumniador” o “acusador”. Lo es especialmente en su acusación de que Job servía a Dios solo por lo que obtenía de él, es decir, solo porque Dios lo había hecho rico. Esa acusación debe ser calumnia porque el verdadero servicio a Dios no puede estar motivado por el interés propio. Es siempre y sólo el fruto de la asombrosa gracia de Dios.
Apocalipsis 12:7-9 dice cómo todas estas acusaciones en la presencia de Dios llegaron a su fin. Después de la exaltación de nuestro Salvador, hubo guerra en el cielo entre Miguel y sus ángeles, y Satanás y los suyos. Lo que es una guerra entre ángeles y demonios solo podemos imaginarlo, pero debe ser, a la luz de Judas 9, una guerra de palabras. En esa guerra, Miguel y sus huestes prevalecieron, a través del poder del Cristo ascendido, y Satanás fue expulsado. No hay duda, de que la obra terminada de Jesús es la caída de Satanás porque ya no hay lugar para tales acusaciones como las que Satanás trajo contra Job. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Rom. 8:33-34). El acceso de Satanás al cielo, por lo tanto, fue posible porque Cristo aún no había venido y proporcionado un sacrificio por el pecado que pondría fin a la obra de Satanás en el cielo como el acusador de los hermanos.
Satanás hizo exactamente lo que Romanos 8:33-34 dice que ya no es posible. El presentó cargos contra uno de los elegidos de Dios, y eso solo puede ser porque Cristo aún no había venido en la carne y Su sacrificio expiatorio por el pecado aún no había sido ofrecido. Job sin embargo, no tenía duda de que Cristo era su todo-en-todo y así confesó un Salvador vivo en Job 19:25-27. El Mesías lo libraría no solo de los atroces ataques del gran engañador, sino de todos sus pecados. Él daría a Job vida eterna en la presencia de Dios, es decir, en el mismo lugar donde Satanás podía entonces estar de pie.
Satanás todavía nos acusa en nuestras propias conciencias. Pero cuando nos tienta, sabemos que la obra consumada de Cristo le quitó todo el derecho que tenía de comparecer ante Dios y llevar sus acusaciones calumniosas ante el Juez de todos. ¿Quién de verdad puede ahora presentar algo ante Dios como una acusación contra uno de Sus elegidos? Cristo no solo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación, sino que ahora está en el cielo como prueba viviente de que todas esas acusaciones son infundadas. Allí Él ora por nosotros para librarnos de los ataques de Satanás aquí en la tierra.
Vale la pena señalar que, a pesar de que todavía era capaz de presentar sus acusaciones malvadas contra Job, solo podía hacerlo bajo la dirección y el control soberano de Dios Todopoderoso. Como dice un escritor, Satanás viene “a ofrecer su homenaje, a recibir sus encargos, a rendir cuentas del trabajo hecho y del servicio realizado… en la actitud de un siervo de Dios, y hecho sumiso a la disciplina y a la formación de su pueblo… En todos sus designios blasfemos él está, a pesar de sí mismo, haciendo la obra de Dios … Al mover el cielo y la tierra para llevar a cabo la perdición de aquellos a quienes Cristo ha rescatado, el realmente los está preparando para la gloria.”
La soberanía de Dios sobre Satanás se revela en la incapacidad de Satanás para hacer algo contra Job sin el permiso de Dios. Jehová limitó estrictamente lo que Satanás podía ser capaz de hacer. En esta primera prueba, Satanás tiene prohibido poner su mano contra la persona de Job, aunque pudo quitarle todo lo demás. Tampoco debe la palabra “permiso” hacernos tropezar y cuestionar la soberanía de Dios. La palabra describe lo que leemos en la historia de Job, pero no hay diferencia entre Dios permitiendo que Satanás actúe en contra de Job y Dios mismo actuando, seguramente no cuando Satanás está completamente en las manos de Dios.
Esto se ve especialmente en Job 1:11, donde Satanás invita a Dios a extender Su “mano” para “tocar” las posesiones y la familia de Job. Cuando Dios le dice a Satanás, “todo lo que tiene está en tu mano” (12), El deja en claro que Satanás es meramente Su instrumento. Las propias palabras de Satanás muestran que él mismo reconoció esto. Job, consciente o no del albedrío de Satanás, entendió que era Dios quien lo afligió y habla de esto a menudo.
Hay una lección para nosotros: La actividad de Satanás, aun cuando tiene éxito, está bajo la dirección y el control de Dios, por lo que podemos estar seguros de que nuestras transgresiones, aunque inexcusables, son utilizadas por nuestro Dios soberano para nuestro bien. Ciertamente eso fue así en el caso de Job. Aunque fue presa del león rugiente que es Satanás, aun su pecado lo llevó a una mejor confesión de la soberanía de Dios y a una humilde confesión de su pecado.
Sin embargo, debemos temblar cuando pensamos en el poder de Satanás, dado por Dios sin duda, pero grande en verdad. Dios dijo de Job a Satanás: “He aquí, él está en tu mano” (2:6). De hecho, es el príncipe de este mundo y un enemigo a tener en cuenta. Sólo por la gracia de Cristo resucitado y exaltado, recibida por la fe y por medio de la oración, puede ser resistido y vencido.