Prof. Herman Hanko
Refiriéndose a Oseas 1:6, “Porque no me compadeceré más de la casa de Israel, sino que los quitaré del todo”, pregunta un lector, “¿Qué es lo que nos dice acerca de la fidelidad de Dios a Su promesa del pacto? ¿Rompió Dios Su pacto con las diez tribus?”
Esta pregunta ya había sido respondida en parte en las últimas publicaciones de News, porque, si el antiguo pacto había desaparecido y un pacto totalmente nuevo había venido a ocupar su lugar, entonces ciertamente Jehová rompió el antiguo pacto con las diez tribus. Pero yo expliqué que, cuando el antiguo pacto desapareció, fue sólo la forma de su administración la que pasó, mientras que la esencia del pacto permaneció. Dado que la esencia del pacto permaneció mientras que la forma de su administración cambió, Dios no rompió Su pacto. Usé un ejemplo de la propia Escritura, que habla de nuestro viejo y nuevo hombre. La misma persona es tanto un viejo hombre como un nuevo hombre—incluso en el mismo momento, aunque el viejo hombre será destruido en la tumba y el hombre nuevo vivirá para siempre con Dios. El viejo hombre pertenece al antiguo pacto; el nuevo hombre es llevado al nuevo pacto.
La figura puede ser utilizada por padres sabios que enseñan a sus hijos las verdades de la Biblia a través de los libros históricos del Antiguo Testamento y con libros de muchas imágenes. Pero cuando estos niños son mayores y tienen la capacidad de leer y comprender las verdades de las Escrituras, estos padres dejan a un lado los libros ilustrados y les dicen a los niños ya crecidos que lean libros sobre la doctrina Reformada. La forma de la enseñanza cambia radicalmente, pero la esencia de la enseñanza es la misma. Uno podría llamar a ese cambio un abandono de lo viejo o antiguo y un cambio a un nuevo método de enseñanza.
Oseas 1, al que se refiere el autor de la pregunta, lo deja claro. Es cierto que el hijo de Oseas con Gomer debe ser llamado “Lo-ruhama” (cuyo nombre significa “sin misericordia”) porque Dios declara: “no me compadeceré más de la casa de Israel; sino que los quitaré del todo” (v. 6). También es cierto que Oseas y Gomer recibieron instrucciones de llamar a su próximo hijo “Lo-ammi” (“no sois mi pueblo”) porque, dice Jehová, “vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios” (v. 9). Pero en el siguiente versículo, Dios explica: “Con todo, [note que el poderoso “Con todo“] será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente” (v. 10).
¿Cómo puede Dios decir estas dos verdades aparentemente contradictorias casi al mismo tiempo: “Vosotros no sois mi pueblo” y “Sois hijos del Dios viviente”? La primera declaración pertenece al antiguo pacto. La segunda declaración es la promesa del nuevo pacto. El antiguo pacto es el tipo, porque Israel era un tipo de la iglesia. El nuevo pacto se establece con una iglesia que es reunida de toda nación, tribu y lengua. El típico antiguo pacto era esencialmente el mismo que el nuevo pacto, pero la forma de su administración cambió. En el antiguo pacto, el pacto era administrado bajo la ley. Pablo habla de esto más enfáticamente en Gálatas 3. La ley nunca fue pensada por Dios para salvar. No tenía la intención de salvar en la antigua dispensación, ni tampoco, como sostienen los premilenialistas, destinada a salvar en algún milenio futuro.
Vale la pena señalar el grave error de estos premilenialistas. La promesa de Dios se declara explícitamente en Oseas 1:10. El contenido de la promesa de un nuevo pacto no se cumple en un reinado milenario de los Judíos en Palestina. Estoy agradecido de que las Escrituras nos digan lo que significa Oseas 1:10 y cómo se cumple. Usted puede encontrar la explicación en Romanos 9, donde Pablo identifica “los vasos de misericordia que el preparo de antemano para gloria” (v. 23): “¿a los cuales también ha llamado, esto es, a nosotros, no solo de los judíos, sino también de los gentiles? Como también dice en Oseas: Llamaré pueblo mío al que no era mi pueblo, Y a la no amada, amada. Y en el lugar donde se les dijo: Vosotros no sois pueblo mío, Allí serán llamados hijos del Dios viviente” (vv. 24-26). Los gentiles no eran pueblo de Dios en la antigua dispensación, pero el Altísimo dice ahora de ellos que son Su pueblo. ¡Y se nos dice que Oseas profetizó esto!
Es necesario que las declaraciones aparentemente contradictorias de Dios en Oseas 1:9-10 sean explicadas en términos del antiguo pacto y el nuevo pacto de la que Dios habló por medio de Jeremías (31:31-34) y que se cita en Hebreos 8:8-12.
Es sorprendente e importante que se use el lenguaje del pacto en general. En Oseas 1:10, el Señor promete que “les será dicho: Sois hijos del Dios viviente”. Este es el lenguaje de muchos lugares en las Escrituras donde se define al pueblo del pacto de Dios. Uno de esos pasajes es 2 Corintios 6:17-18: “Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” Así también se usa el lenguaje del pacto en Hebreos 8:10, en el cual se hace referencia tanto al Israel típico como a la iglesia de la nueva dispensación: “Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo.”
Este lenguaje no debe sorprendernos, porque el establecimiento del pacto con Abraham definió el pacto: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti” (Gen 17:7). Para que no hubiera ningún malentendido acerca de a quién se hacía referencia, Jehová dejó en claro que se refería al “nuevo” pacto, el cumplimiento del antiguo, que incluye a los gentiles. “He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes” (vv. 4-5). Es por eso que Pablo pudo decir: “Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gal. 3:26-29).