Ronald Hanko
En los libros de teología, a veces se habla de un atributo llamado la simplicidad de Dios. La palabra es confusa, y puesto que no se encuentra en las Escrituras, sería mejor utilizar otra palabra, tal vez perfección. La simplicidad de Dios es parte de Su unicidad; Él es uno en todos Sus atributos y obras. No hay desarmonía, ni conflicto, ni contradicción entre Sus obras o atributos. Todos son uno. Dios es perfecto y no tiene ninguna debilidad ni defecto.
La perfección de Dios se enseña especialmente en aquellos pasajes que dicen que Dios es amor, es verdad, es luz (1 Juan 1:5; 1 Juan 4:8; 1 Juan 5:6). Que Él es luz significa que en Él no hay lugar para las tinieblas. Que Él es amor significa que no hay posibilidad de nada en Él que comprometa Su amor. Esto también significa que Sus atributos no son realmente características separadas. Son como las facetas de un diamante que no pueden separarse unas de otras. Cada una brilla y resplandece con su propia gloria, pero todas juntas forman una preciosa joya de diamante. Separarlas es destruirlas.
Considera la misericordia de Dios. No es sólo la compasión que siente por nosotros en la miseria y la esclavitud de nuestros pecados, sino también el poder con el que nos libera de esa miseria. No es un mero deseo de ayudarnos, sino la ayuda que realmente nos da. Su misericordia y su omnipotencia son perfectamente una sola cosa, nunca separadas, nunca en conflicto.
Piensa también en el amor de Dios. La perfección o simplicidad de Dios significa que Su amor no puede separarse de Su justicia, Su eternidad, Su omnipotencia ni de ninguno de Sus otros atributos.
El amor de Dios es siempre justo, nunca se revela excepto en el camino de la justicia perfecta. En otras palabras, Él nunca ama a nadie excepto en la forma de cumplir con las demandas de Su propia justicia al enviar a Cristo a morir en su lugar.
El amor de Dios es siempre eterno. No existe un amor de Dios que sea sólo para el presente, sino de eternidad a eternidad. Siempre ha amado y amará a los que ama. Su amor es omnipotente (todopoderoso). Nunca es un sentimiento vacío, sino un poder que nos convierte en objetos propios de Su amor.
La perfección de Dios es una de las razones por las que creemos que Dios no ama a todo el mundo ni muestra su gracia a todo el mundo. Eso sería decir que hay un amor o una gracia de Dios que está separada de Su poder omnipotente. Sería decir que hay un amor y gracia de Dios en conflicto con Su justicia, santidad y rectitud, porque Él estaría mostrando amor a aquellos que no son y nunca serán justos y santos en Cristo.
¡Qué bendición para los creyentes conocer la verdad acerca de la perfección de Dios! Conocerla es darse cuenta de que Su misericordia nunca es en vano, Su gracia nunca no es correspondida y Su amor nunca se desperdicia.
(Ronald Hanko, Doctrine According to Godliness: A Primer of Reformed Doctrine [Jenison, MI: RFPA, 2012], pp. 56-57)