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CR News – Octubre 2024 • Volumen XX, Número 6

      

Oposición de los enemigos de Jehová

Todas y cada una de las verdaderas obras de Dios siempre enfrentan la oposición de sus enemigos. En Nehemías 2, hay una referencia a las fuerzas del mal incluso antes de que Nehemías llegara a Jerusalén. En su viaje desde el Este, al gobernador Nehemías se le concedió una escolta militar para su propia protección, además de cartas de salvoconducto (9).

Sin embargo, la enemistad más seria de la que se habla en Nehemías 2:9-10 no provino de bandidos (9) sino de dos individuos hostiles (10): Sanbalat, el gobernador de Samaria (al Norte de Judá), y Tobías, su oficial de Amón (al Este de Judá). A lo largo de este libro, especialmente en los capítulos 2, 4, 6 y 13, se menciona a estos dos gobernantes civiles impíos como alborotadores.

En esta etapa, su odio aún no se había manifestado en acciones o incluso en palabras. La animosidad de Sanbalat y Tobías era experimentada por ellos como un dolor interno, una intensa angustia de que alguien quisiera ayudar a la iglesia de Dios: “Les disgustó en extremo que viniese alguno para procurar el bien de los hijos de Israel” (2:10). Estos dos hombres extremadamente inicuos eran enemigos endurecidos y conscientes del pueblo del pacto de Jehová. Entendían que Nehemías, el nuevo gobernador de Judá, ayudaría a los judíos, pero aún no sabían que él planeaba construir el muro perimetral de Jerusalén.

Una vez que se corrió la voz de que los judíos bajo Nehemías iban a reconstruir los muros de su ciudad capital, leemos acerca de tres enemigos poderosos, porque Gesem el árabe ahora se suma a los dos oponentes mencionados anteriormente (19). Así, Judá tiene adversarios de tres lados: Sanbalat en el Norte, Tobías en el Este y Gesem en el Sur.

La hostilidad contra la iglesia de Dios y el pacto se intensificó. Antes de la llegada de Nehemías a Jerusalén, Sanbalat y Tobías estaban “muy afligidos” (10), pero, después de enterarse del proyecto de construcción de los judíos, los tres enemigos los “despreciaron” (19). Así leemos acerca de su burla del pueblo de Dios: “Hicieron escarnio de nosotros, y nos despreciaron, diciendo: ¿Qué es esto que hacéis vosotros? ¿Os rebeláis contra el rey?”, refiriéndose al emperador Artajerjes de Medo-Persia (19).

En todas las épocas y lugares, la verdadera iglesia del Señor Jesús tiene enemigos por todos lados. Ella es despreciada y ridiculizada, tal como lo fue Cristo mismo, especialmente cuando estuvo colgado en la cruz, donde pagó el precio de nuestra redención.

¿Cuál fue la respuesta de Nehemías a sus burlas? Tomó la forma de palabras llenas de confianza, pronunciadas por una fuerte fe en el Señor vivo: “El Dios de los cielos, él nos prosperará” (20). De este modo, Nehemías declaró su resuelto propósito de construir los muros de Jerusalén: “Por tanto, nosotros, sus siervos, nos levantaremos y edificaremos” (20).

La réplica de Nehemías a sus tres poderosos enemigos también fue marcadamente antitética, ya que la reconstrucción de los muros de Jerusalén no era asunto de ellos. El gobernador de Judá les dijo: “No tenéis parte ni derecho, ni memoria en Jerusalén” (2:20), ya que no tenían autoridad legal ni religiosa ni herencia en la ciudad de Dios. ¡Oh, que todos los líderes de la iglesia tomaran hoy una línea tan sensata, firme e inequívoca contra todo sincretismo con el paganismo y el falso ecumenismo en nuestros días! Rev. Stewart


¿Es permanente la ley moral de Dios?

En esta edición de las Noticias Reformadas tenemos otra solicitud de un comentario acerca de la ley: “Muchas personas creen que la ley moral de Dios (resumida en los Diez Mandamientos) se volvió obsoleta junto con las leyes civiles y ceremoniales mosaicas. Sé que esto es un error. Por favor, consideren esto en las Noticias Reformadas del Pacto“.

Muchos sostienen que los Diez Mandamientos, a veces referidos como la ley moral, no están vigentes en la era del Nuevo Testamento y, por lo tanto, no consideran que sean obligatorios en sus requisitos. Esta oposición a los Diez Mandamientos generalmente se basa en la creencia de que Israel y la iglesia son dos grupos diferentes con los que Dios ha establecido dos pactos diferentes, y cada pacto tiene una señal diferente (la circuncisión o el bautismo). Estos dos grupos pueden incluso tener futuros completamente distintos, como lo es la enseñanza del premilenialismo y el dispensacionalismo. Los Diez Mandamientos, desde este punto de vista, pertenecen a Israel y al pacto que Dios hizo con ellos.

Mateo 5:17, donde Jesús habla de su cumplimiento de la ley, se usa a menudo como prueba para este rechazo de los Diez Mandamientos. Eso, sin embargo, es un malentendido del pasaje. Jesús no quiere decir que haya abolido la ley, ya que esto se estaría contradiciendo a sí mismo, porque inmediatamente habla de la importancia de hacer y enseñar, y no quebrantar, los preceptos de la ley, y además pasa a explicar y a aplicar varios de los mandamientos.

Romanos 10:4, donde se afirma que Cristo es el “fin de la ley, para justicia a todo aquel que cree”, también es mal utilizado. En la mente de muchos entienden como “fin”, que la ley moral ha sido terminada y abolida, pero ese no es el significado de la palabra griega traducida como “fin” en este pasaje. Hay otras palabras griegas para “fin” que significan que algo está completamente terminado, sin nada que le siga (Mt. 24:31; 28:1; Heb. 6:16; 2 Ped. 2:20). Sin embargo, la palabra usada en Romanos 10:4 y en muchos otros pasajes tiene el significado de meta o propósito. Cristo es el propósito o la meta de la ley. La palabra “fin” en Romanos 10:4 no implica que los Diez Mandamientos hayan sido terminados o dejados sin efecto.

Otro argumento en contra de los Diez Mandamientos es encontrado por algunos en Romanos 6:14: “porque no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Se asume erróneamente que, porque no estamos bajo la ley, no tenemos ninguna relación con la ley en absoluto. Pero eso es un error. El hecho de que yo no esté “bajo” mi esposa no significa que no tenga ninguna relación con ella. El hecho es que, así como estoy sobre mi esposa, también estoy sobre la ley. La ley, en la misericordiosa voluntad salvadora de Dios para conmigo, es ahora mi sierva, como un “ayo que [me] lleva a Cristo” (Gal. 3:24).

Cuando se pregunta si esto significa que los cristianos no tienen una ley que deba ser obedecida, la respuesta suele ser que los cristianos obedecen “la ley de Cristo” (una frase que solo se encuentra en Gálatas 6:2), es decir, los mandamientos y preceptos que se encuentran en el Nuevo Testamento, los cuales pueden o no ser los mismos que los preceptos de los Diez Mandamientos. Esto es el antinomianismo clásico, es decir, un rechazo de la ley de Dios tal como está incorporada en los Diez Mandamientos.

Ese argumento queda anulado por Gálatas 3:19: “Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador”. Los Diez Mandamientos, desde el momento en que Dios los dio en el Sinaí, eran “la ley de Cristo”, nuestro mediador, y estaban en su “mano”. Hacer una distinción entre los Diez Mandamientos y otra ley de Cristo es explícitamente contrario a las Escrituras. A esto, Pablo añade la importante verdad de que la ley no es “contraria a las promesas de Dios” (21), como afirman aquellos que encuentran una dicotomía entre su ley moral y la gracia.

Que los Diez Mandamientos aún están en vigor se deduce de dos argumentos. En primer lugar, la ley tal como está incorporada en los Diez Mandamientos se llama la ley de Dios, y decir que es diferente de la ley de Cristo se acerca mucho a una negación de la divinidad de Cristo. También los Diez Mandamientos están enraizados en la naturaleza misma de Dios y parece muy difícil, por lo tanto, entender cómo podrían quedar sin efecto.

Un buen ejemplo es el primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20:3). Este mandamiento se deriva de la gran verdad de que Él es el único Dios y que no hay otros dioses aparte de Él. Los otros mandamientos son similares. El segundo se basa de la verdad de que Dios es espíritu (Juan 4:24), y el tercero de la verdad de que su nombre es santo y está separado de todos los demás nombres. El cuarto se basa en la verdad de que Él es el Creador eterno que hizo el tiempo, así como el espacio, y que trabajó seis días y descansó el séptimo. El quinto se basa en su autoridad soberana, y así sucesivamente.

Si los mandamientos no son reglas arbitrarias, sino que se derivan de la naturaleza de Dios mismo, deben estar todavía en vigor y creemos que lo están. Estamos de acuerdo con la Confesión de Westminster 19:5: “La ley moral obliga por siempre a todos, tanto a los justificados como a los que no lo son, a que se le obedezca. Esto no solo con respecto al contenido, sino también con respecto a la autoridad de Dios, el Creador, quien la dio. En el Evangelio, Cristo en ninguna manera disolvió esta ley, sino que más bien reforzó la obligación de cumplirla” (Rom.13:8-10; Ef. 6:2; 1Juan 2:3-4, 7-8; Stg. 2:8, 10-11; Mt. 5:17-19; Rom. 3:31).

Aquellos que no creen que los Diez Mandamientos están vigentes para los cristianos del Nuevo Testamento admitirán que casi todos los mandamientos se repiten en el Nuevo Testamento. Esto lo vemos como una prueba más de que la ley moral es permanente. En Mateo 5:21-42, los mandamientos 6, 7 y 3 son explicados por Jesús, y Él valida toda la segunda tabla de la ley, los mandamientos 5-10, en los versículos 43-48. Él repite los mandamientos 5-9 en Mateo 19:18-19. Es más, estos ejemplos en Mateo 5 nos ayudan a identificar la “ley” de la que Jesús está hablando, cuando dice: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” (17).

Los mandamientos 7 y 6 se repiten en Santiago 2:11, y Santiago también se refiere al resto de la segunda tabla cuando habla de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (8). El mandamiento 10, “No codiciarás”, se repite en Romanos 7:7 y Pablo establece la validez de la segunda tabla en Romanos 13:8-9, donde se repiten los mandamientos 6-10 y se hace referencia a “cualquier otro mandamiento”.

Los requisitos de la primera tabla también son permanentes, de acuerdo con la enseñanza del Nuevo Testamento. Si “amas a tu prójimo como a ti mismo” es un resumen de la segunda tabla de la ley y “amarás al Señor tu Dios” es un resumen de la primera tabla, entonces el Nuevo Testamento claramente ordena ambos. Toda idolatría y falsa adoración (el primer y segundo mandamiento) y la blasfemia (el tercer mandamiento) están claramente prohibidas en el Nuevo Testamento (Jn. 4:24; Gal. 5:20; Col. 3:8; 1 Tim. 6:1; 1 Jn. 5:19-21). Eso deja solo el cuarto mandamiento, que no se repite explícitamente, pero, como veremos en otro artículo, DV, ese mandamiento también sigue vigente.

1 y 2 Juan, en sus repetidas referencias a la importancia de guardar los preceptos divinos, hablan de los mandamientos de Dios y no hacen distinción entre estos y una “ley de Cristo” (1 Jn. 2:3-4; 3:22, 24; 5:2-3; 2 Jn. 1:6). El Apocalipsis también habla de los mandamientos de Dios y no menciona ninguna ley de Cristo que sea diferente (12:17; 14:12; 22:14). Es difícil ver cómo esto puede referirse a algo diferente de la ley moral de Dios.

Para Pablo, la “ley” y el “mandamiento” son «santos, justos y buenos» (Rom 7:12; ver 13, 9), y confiesa que «se deleita en la ley de Dios según el hombre interior» (7, 22), lo cual no puede significar otra cosa sino que él, regenerado y renovado por la gracia, un hombre nuevo en Cristo, encuentra que la ley no es algo que deba ser despreciada, sino apreciada.

El hecho de que los Diez Mandamientos hayan sido escritos por el dedo de Dios en tablas de piedra también indica la permanencia de estas regulaciones. El hecho de que fueron pronunciados por Dios mismo desde el Monte Sinaí y que las tablas de piedra fueron colocadas en el arca confirma esto, porque demuestra la diferencia entre estos mandamientos y todo el resto de la legislación mosaica.

Juan Calvino tiene razón en sus comentarios sobre Romanos 7:12: “Yo considero que hay una fuerza peculiar en las palabras, cuando dice que la ley misma y todo lo que se ordena en la ley es santa, y por lo tanto debe ser considerada con la más alta reverencia —que es justa, y por lo tanto no se le puede acusar de nada malo — que es buena, y, por lo tanto, pura y libre de todo lo que pueda causar daño. Así, defiende la ley contra toda acusación de culpa, para que nadie le atribuya algo contrario a la bondad, a la justicia y a la santidad”.

Esto nos deja con varios asuntos que aún necesitan explicación. Necesitamos analizar que significa que estamos “muertos a la ley” (Rom. 7:4; Gal. 2:19). También debemos examinar las razones por las cuales el cuarto mandamiento, relativo al Sabbat, no se repite explícitamente en el Nuevo Testamento. Rev. Ron Hanko


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