Rev. Cory Griess
Amigo que estás escuchando hoy, ¿Crees en el Señor Jesucristo? No estoy preguntando simplemente cómo responderías si alguien te preguntase si tú eres Cristiano. Estoy preguntando esto: ¿Te reconoces a ti mismo por naturaleza como un pecador ante un Dios santo, y desprecias tus pecados — especialmente esto sobre ellos, que ellos ofenden al mismísimo Dios que te hizo y te dio esta tierra para vivir y tu mente y tus manos y tus pies y ojos? ¿Y reconoces al Señor Jesucristo como el Salvador expiador de los pecados — un Cristo quien, de su propia obra y no por alguna cosa en ti, paga el precio por tus pecados para que puedas ser liberado de la culpa y el dominio del pecado? ¿Y tienes en ti este deseo de servir a Dios con tu vida, para conocer a este Dios cada vez más profundamente, y para honrarlo y glorificarlo con tu vida — un deseo que te lleva a luchar fuertemente contra el remanente de pecado en ti para agradarle?
Si no, si ese no eres tú, entonces el llamado viene a ti personalmente: Deja ir tus pecados y tus rebeliones contra este Dios que sabes que está allí y sabes que te hizo. Y mira solamente a Cristo para el perdón de tus pecados y para obtener fuerzas para una vida que sea agradable a Dios. Hay un día de juicio que viene, y si eres hallado de pie solo con tus pecados en tus manos, no habrá refugio para ti, ningún refugio. La protección es hallada solo en la vida y muerte del Señor Jesucristo como tu Señor, tu Cristo, tu Salvador.
Pero si respondes a esa pregunta diciendo: “Sí, sí. Yo soy ese que describes”, entonces la pregunta que hoy enfrentamos es: ¿Adónde te vuelves para encontrar una explicación del hecho de que ese eres tú? ¿Te vuelves a ti mismo para la explicación, o te vuelves a una soberana gracia irresistible de Dios que debe haber trabajado y está aún trabajando en tu vida como la única posible explicación para ese mismo acto? Realmente, ni siquiera tenemos que probar hoy que la explicación para tu “Sí”, como respuesta a la pregunta, es la gracia irresistible de Dios. En semanas pasadas ya hemos demostrado que la explicación para el hecho de que ese eres tú, no puede estar en ti. Y, si no puede estar en ti, entonces la gracia irresistible de Dios es la otra única posibilidad. Recuerda, en los dos mensajes pasados mostramos, desde la Escritura, que todos estamos totalmente depravados por naturaleza y que el resultado de eso es que estamos esclavizados por esa naturaleza muerta en pecados, de modo que en todo, en nuestras acciones, en nuestros pensamientos y en nuestros deseos, estamos atados al pecado, esclavizados al pecado, dominados por el pecado. Y nadie puede siquiera ver el reino de Cristo y creer en Cristo, venir a Cristo, y servir a Cristo. Ellos están esclavizados por el pecado. ¿Qué explica, entonces, el hecho de que tú abraces a Cristo como tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte y que camines con Él? La única explicación posible es una milagrosa, soberana gracia de Dios, quien ha hecho una obra irresistible en ti. Sin embargo, probaremos la gracia irresistible desde la Escritura en este mensaje y el siguiente, y lo haremos principalmente desde la enseñanza del Señor cuando Él estuvo en la tierra.
Hay unidad en la salvación, hijo de Dios. Dios ha escogido a los suyos desde la eternidad. Jesús se ha dado a sí mismo en la cruz por el bien de esos mismos elegidos, como vimos en la expiación limitada. Y ahora, esa salvación predestinada para ser dada a los elegidos, esa salvación que Cristo ganó para ellos, aún debe venir a ser una posesión real de aquellos elegidos. Y para eso, el Espíritu Santo viene a realizar una obra irresistible, que no puede fallar, en los corazones y vidas de cada uno de los escogidos de Dios. Gracia irresistible.
Gracia irresistible. Cuando las Escrituras hablan de la gracia de Dios, ellas están hablando del inmerecido favor de Dios hacia su pueblo en Cristo Jesús. Eso es lo que las Escrituras quieren decir, por ejemplo, cuando ellas dicen que “Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Génesis 6:8). Cuando Noé miró hacia el Señor, hubo favor hacia Noé en los ojos del Señor. Hubo gracia. Hubo un favor inmerecido en los ojos del Señor hacia Noé. Ni Noé ni nadie más de quienes reciben este favor merecen este favor de Dios. De hecho, este favor no solo es inmerecido, lo que es merecido es exactamente lo opuesto de favor — castigo.
No se trata solo de que seamos solo neutrales ante Dios. Como vimos en nuestro mensaje pasado, hacemos todo lo posible para hacernos culpables a nosotros mismos ante Dios. Nos rebelamos y actuamos como si fuéramos Dios cuando no somos nada. Y no es como si hubiera alguna justificación por hacer eso. El profeta Isaías dice que somos como saltamontes a Su vista. Y de nuevo, luego, que todas las naciones de la tierra son como polvo en una balanza ante Él, eso es, como pequeñas motas de polvo en un lado de una báscula, tan minúsculas que incluso la báscula más sensible no registra el peso. Y, si los reinos de la tierra son descritos de esa manera, como motas de polvo para Dios, entonces, ¿quiénes somos, como individuos que componemos una pequeña, pequeña parte de las naciones de la tierra, sino la más pequeña fracción de una mota de polvo ante Él? No somos nada en este vasto universo, y aún caminamos alrededor poniendo coronas imaginarias sobre nuestras cabezas como si fuésemos dioses y como si Dios debiese hacernos reverencia.
Todavía, este Dios tiene favor hacia su pueblo, siendo éste pueblo así. Si lo entiendes del todo, o tienes alguna idea de ello, casi dirás que eso no puede ser posible. Cuando todos caímos en pecado, por qué Él no solo tomó su mano y limpió todas estas motas de polvo en una pequeña fracción de segundo, como tú limpias polvo de tu mesa o tu escritorio. Aún, en vez de eso, Él nos da favor; Él nos da su gracia; Él se deleita en nosotros; Él quiere tener comunión y compañerismo con nosotros. Y luego Él hace que eso pase por gracia, ese favor inmerecido, es mucho más que simplemente un bonito deseo o un lindo sentimiento que Dios tiene para con su pueblo. El favor inmerecido de Dios hacia su pueblo, no es simplemente un favor que dice, “Realmente me gustaría tener compañerismo con ellos, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. Después de todo, ellos son totalmente depravados y yo soy un Dios santo”. Sino que la gracia de Dios es también un poder para realmente llevar a cabo lo que desea para, en realidad, salvar al pueblo que Él favorece. Ella culmina el propósito. “¡Por gracia sois salvos!” No solo, “Por gracia se sienten bien al respecto”. Sino son salvos. La gracia realmente salva. Está rescatando, es un poder para entregar. Toma a uno de la esclavitud del pecado y corrupción y lo establece en el mismísimo pacto de Dios. Lo transforma. Toma algo que era solamente feo y repulsivo y comienza a hacerlo precioso y hermoso a los ojos de Dios, justo como lo es Él, adecuado para la vida en Él, unido a Él en amor.
El poder de la gracia para hacer esto es poder irresistible. Es poder que no puede ser detenido. Es poder que tiene su camino, que lleva a cabo su propósito con sus objetos. Es como una ola gigante de tsunami que choca contra todo en su camino y nada lo puede detener. ¡Nada! Todos hemos visto fotos de grandes tsunamis que se estrellan en la orilla, vienen justo sobre aquellas barreras en la orilla, fluyen sobre casas y edificios y muros y nada las puede detener. Es una fuerza abrumadora. Así que, la gracia de Dios no puede ser detenida por el hombre. Si él es el objeto de esa gracia, ella lo sobrepasa, lo vence, de modo que lo que en él estaba en contra de Dios no será más la única cosa sobre él. Él es tornado hacia Dios por el poder de esta gracia.
Es interesante, los Cánones de Dordt usan verbos que despliegan este poder en una manera tan hermosa, una panoplia de verbos, dando una hermosa descripción del poder de Su gracia, en los títulos tercero y cuarto de la doctrina sobre la gracia irresistible. Déjenme darles algunos de esos verbos. Es una gracia que confiere y que rescata; que se traduce en un nuevo reino; que lleva a cabo la buena voluntad de Dios; causa; ilumina poderosamente; eficazmente impregna lo más profundo del corazón; abre lo cerrado; suaviza lo duro; infunde; acelera; actúa; resucita de los muertos; afecta; habilita; produce. Y hace todo eso sin el consentimiento previo de ningún hombre. Esa gracia viene como un poder irresistible hacia aquellos que Dios le ha dado a Su Hijo desde la eternidad para que sean sus hijos y por quienes Cristo murió.
Esa gracia tiene su fuente en Cristo, quien murió por esos objetos de gracia y ganó esa gracia para ellos. Esa gracia no viene a nadie más. El Espíritu que trae esa gracia a ellos no va más allá de los límites de los propósitos del Padre y el Hijo. Si lo hiciese, todo ser humano sería salvo, porque esta es una fuerza imparable. Pero no lo hará. De hecho, Él ni siquiera puede porque no hay gracia disponible para nadie más que aquellos a quienes el Padre ha escogido para Sí Mismo y ha dado al Hijo. La gracia (esta fuerza imparable) fue merecida por Cristo sobre Su cruz. Y Él la mereció por los Suyos, por las ovejas. Y a ellos irá poderosamente por el Espíritu. Por lo tanto el Señor dice en Juan 6:37, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”.
Ahora, eso no significa que los elegidos de Dios a quienes esta gracia viene no traten de resistirla. Es un poder irresistible, pero eso no quiere decir que no hay un intento de resistencia. Incluso los elegidos, recuerda, están por naturaleza muertos y esclavizados al pecado, en ellos mismos no son diferentes a alguna otra persona. Por lo tanto ellos no pueden sino intentar resistirla por naturaleza cuando viene a ellos en su vida. El hecho de que ésta sea una gracia irresistible incluso implica que esto es así. La única manera de descubrir que algo es irresistible es si hay algo que en primer lugar ha tratado de resistirlo y se dio cuenta que no puede ser resistido. Entonces puede ser descrito como irresistible. Oh, la vieja naturaleza, el viejo hombre de pecado en todos los escogidos de Dios, resisten esa gracia de Dios. La resiste cuando en primer lugar es establecida en ellos, y la resiste cada día después de eso. Pero la resistencia fracasa por completo. Es como intentar pararte con tus brazos extendidos para impedir que un tsunami te arrolle. Es una gracia que atraviesa los muros de la resistencia de la voluntad, una gracia que trae nueva vida, trae nuevas motivaciones, nos transforma en pecadores/santos por su poder, y un día en santos y no pecadores por el mismo poder.
Ahora, Arminio, en el tiempo del Sínodo de Dordt (o antes), y los Arminianos, dijeron que Dios no pone límites en dar Su gracia solo a esos elegidos. Él envía esa gracia a todos y cada uno de los hombres. Y ellos dijeron que esta gracia no es poderosa. No es una gracia irresistible. De hecho, ellos dijeron, que es muy, muy débil. Es más débil que cualquier ser humano. Y, por lo tanto, es altamente, altamente resistible porque es una gracia que no puede hacer nada en el interior de un hombre. Solo es algo que puede obrar en el exterior. Su único poder es tratar de persuadir a un hombre para que use su propia libre voluntad para aceptar la salvación. Dios, por así decirlo, pone la salvación en un plato ante todos los hombres como una galleta de chocolate. Dios hace todo lo que está en Su poder en el exterior de los hombres para convencerlos de tomarla. Y, esa acción en el exterior de los hombres para intentar convencerlos de tomarla, eso es Su gracia. Está tratando de persuadir, pero eso es lo único que puede hacer, nada más que tratar de persuadir.
La palabra que los Arminianos usaron en el tiempo del Sínodo de Dordt fue “aconsejar”. Su gracia puede aconsejar solamente. No es un poder. Solo puede aconsejar a los hombres a que tomen la salvación. Y solo las personas que son lo suficientemente buenas y que escuchan lo suficientemente bien o quienes tienen este buen deseo en ellos de su propia libre voluntad para tomar esta salvación son aquellos que la aceptan y le permiten venir a sus vidas. Esa gracia no es diferente de una persona a otra. Todos los hombres reciben la misma gracia, el mismo consejo. La diferencia en la salvación no es la gracia de Dios. La diferencia en la salvación es la decisión y acción de cada individuo. Dios no tiene absolutamente ningún control sobre quién toma la salvación y quién no. Quizás, al final, nadie la tomará. Y si nadie la toma, no hay una sola cosa que Dios pueda hacer al respecto. La gracia es débil. Los Arminianos en realidad terminan presentando a Dios (ellos nunca dicen esto, por supuesto) como un lobo grande y malo: “Déjame entrar, déjame entrar”. Pero, a diferencia del lobo grande y malo, Él no tiene poder para soplar la casa. El hombre está en control, y Dios no puede hacer más que rogar y suplicar a los hombres que acepten su deseo de salvarlos.
Cuán diferente es esto a la afirmación del Señor en Juan 6:37: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”. ¿Y cómo vendrán a Él? Por una gracia irresistible dada a ellos que no deja duda al respecto. Porque el Señor dijo, “Ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”. Por gracia son salvos. A menos que el Padre le atraiga irresistiblemente. Es imposible que alguien venga a Él aparte de aquel que le fue dado a Cristo por el Padre. Y es igualmente imposible que alguien que le ha sido dado a Él por Su Padre no venga a Él.
“Ellos vendrán a mí”. La gracia irresistible será el poder para llevarlo a cabo.
Así que, la gracia es irresistible, y es dada a los elegidos incluso en la predicación y testificación del evangelio, donde buscamos persuadir a los hombres, y los aconsejamos, y procuramos convencer. Incluso en esa predicación, es verdad que la gracia solo viene de Dios para aquellos dados a Cristo por Su Padre. Cuando predicamos y testificamos, queremos salvar a todos los hombres. No sabemos quién ha sido dado al Hijo y quién no. Si hemos experimentado esta gracia, queremos que cada persona con la que tenemos contacto la experimente. Llamamos a todos al arrepentimiento y fe y lo hacemos con sentido de urgencia. Decimos, “Todo aquel que crea será salvo”. Y esa testificación que damos es cierta. Es un hecho establecido, un hecho establecido por Dios, una realidad, que aquellos que se arrepienten y creen serán salvos. Ni uno solo será expulsado.
Pero Dios no está dando Su gracia a todos los hombres cuando escuchan eso. Él está dando su gracia solo a aquellos que Él ha dado a Su Hijo, quien, luego, por esa gracia irresistible ejecutará el mandamiento de arrepentirse y creer. Él conoce a los Suyos. Nosotros no. Buscamos persuadir a los hombres; somos amables con todos. Su gracia nunca va más allá de los elegidos y nunca se dirige solo al exterior para ser resistida, sino que se dirige al interior y obra fe exactamente en aquellos en quienes Él quiere obrar esa fe.
Así que, hijo de Dios, si tu vida es una vida de arrepentimiento de tus pecados y una vida de búsqueda de Cristo con fe como tu única fuente de esperanza ante Dios y un caminar con Él y una lucha contra el pecado que permanece en ti, entonces debes saber que Él ha enviado una fuerza irresistible a tu vida, una gracia, un favor. Y nunca se agotará. Para que puedas mirar en los ojos de tu Padre como Noé, quien miró en los ojos de Dios, y puedas ver gracia en Sus ojos. Favor. El amor ha hecho esto. El amor ha levantado a los muertos. El amor ha dado vista a los ciegos. Y la gracia y el amor lo seguirán haciendo hasta que te lleve a la determinada meta en gloria y vida con Él para siempre.
Oremos.
Padre que estás en los cielos, te agradecemos por la gracia, un poder, una gracia irresistible. Aparte de eso, Señor, no tenemos nada. Con eso tenemos todo. Y, por lo tanto, a Ti sea toda la alabanza, a Ti sea la gloria ahora y para siempre por la gracia que es eficaz en nuestras vidas. En el nombre de Jesús. Amén.