Menu Close

Perseverancia de los Santos I / Perseverance of the Saints 1

 

Rev. Cory Griess

En este aniversario 400 del Sínodo de Dordt, estamos estudiando lo que comúnmente es llamado “Cinco puntos del calvinismo”. Fue el Sínodo de Dordt quien originalmente definió estos cinco puntos. Hoy llegamos al último de esos cinco puntos, la doctrina de la Perseverancia de los Santos, un punto con mucha importancia para nuestra seguridad de la salvación.

En los tiempos del Sínodo de Dordt, los arminianos afirmaban explícitamente que no podía haber una completa seguridad para los hijos de Dios, pues enseñaban que los verdaderos creyentes pueden caer de la verdadera fe, que los verdaderos creyentes pueden caer, por su propia culpa, en hechos vergonzosos y atroces, persistiendo y muriendo en estos hechos, para finalmente, ser condenados. Aunque muchos arminianos hoy enseñan la “seguridad eterna” (una doctrina muy diferente de la Perseverancia de los Santos), nunca se sabe si uno está eternamente seguro, ya que depende de mi voluntad cambiante y de mis obras. Este es siempre el amargo final para cualquier enseñanza de que la salvación en última instancia depende de mí.

Los arminianos, en los tiempos del Sínodo de Dordt, realmente tenían que enseñar que no podía haber una confianza plena para los hijos de Dios si iban a ser lógicamente consistentes. Si la elección está condicionada a lo que hago, si la expiación de Jesucristo no es efectiva a menos que primero yo la haga efectiva, si debido a mi libre albedrío depende de mí hacer de la Gracia de Dios algo que tenga sentido en mi vida, entonces nunca puedo estar completamente seguro, porque puedo despertar dentro de unos años y arruinarlo todo por un error de mi voluntad. El resultado es que cualquier teología que enseñe que la salvación depende del hombre, en último análisis, está condenada a dejar aterrado al pueblo de Dios que piensa seriamente sobre esto

En cambio, los Cánones de Dordt, en el quinto capítulo, exponen la verdad bíblica de la Perseverancia de los Santos, esto es, que un verdadero creyente, confiando en el resultado de la obra soberana del Espíritu en su corazón, también será guardado, por ese mismo Espíritu soberano, en la fe, como una de las ovejas de Cristo, a lo largo de todo el camino hasta la gloria. Este es el dulce final de la enseñanza de que la salvación depende en su inicio, en el medio y al final de un Dios soberano e inmutable. Si la raíz de la salvación es la elección incondicional de Dios, si es consumada por la efectividad expiatoria de Cristo, si es concedida por una Gracia irresistible del Espíritu, entonces aquí está el galardón para los hijos de Dios: Pueden estar seguros de que nadie, ni nada, podrán arrebatarlos de la mano de su Padre.

El Señor Jesucristo enseña esta doctrina en Juan 10:28. Allí el Señor expone la Perseverancia de los Santos mediante el uso de tres frases. Cualquiera de estas tres frases sería suficiente en sí misma para afirmar la doctrina, pero el Señor acumula tres frases para enseñar esta dulce y gloriosa verdad. “Yo les doy vida eterna”, número 1. “No perecerán jamás”, número 2. “Nadie las arrebatará de mi mano”, número 3.

La primera frase en el versículo 28: “Y yo les doy vida eterna”. Esta es la explicación del Señor sobre la salvación que le es dada a los suyos como un regalo. Es el regalo de la vida eterna, la vida eterna que ha comenzado en esta vida. Observe que el Señor no dice: “Y les daré vida eterna en el futuro”, sino “Les doy vida eterna ahora”, en el presente, “Les doy a mis ovejas ahora, ya en esta vida, una vida eterna.” Eso es, lo que la salvación es. El regalo de la vida eterna es concedido ya, en esta vida momentánea. Eso dice dos cosas. Primero, dice algo acerca de qué tipo de vida es esta que me es dada en la salvación. En la regeneración, los hijos de Dios se vuelven poseedores de un tipo de vida que es completamente diferente de una vida en este mundo. Es la vida celestial, y la vida celestial es vida eterna. La vida celestial, la que se planta en la regeneración, es eterna. Literalmente, es la vida de la era venidera, la vida del paraíso, que es traída de vuelta y plantada en el corazón de los hijos de Dios por una Gracia irresistible.

Puesto que la vida que recibimos en la salvación es vida eterna esto también, evidentemente, nos dice algo acerca de cuánto dura esta vida. Es una vida eterna, nunca tendrá fin. Eterno, por definición, significa interminable. Si no continúa por siempre, entonces no se puede llamar vida eterna. Por lo tanto, si Jesús le da a su pueblo vida eterna en la salvación, justo ahora, es una vida que durará por siempre. No se va a perder, porque es, por definición, vida eterna. Si existe la posibilidad de que pueda perderse, nunca debería haberse llamado vida eterna en primer lugar. Es eterna, y se da ahora y no se puede extinguir. De ahí surge, la Perseverancia de los Santos. Esa es la primera frase.

Luego está la segunda frase en el versículo 28: “No perecerán jamás”. Naturalmente, siguiendo la verdad de que Jesús da a los suyos vida eterna en la salvación, está el hecho de que ellos, consecuentemente, nunca perecerán. Nunca perecerán. Nunca perecerán en el infierno. No es posible, dice el Señor. Nunca sufrirán la ira de Dios por el pecado. Sus pecados han sido pagados. Su salvación es segura. En su lecho de muerte podrán recordar esta promesa de Cristo: Nunca perecerás. Y pueden sentirse consolados por esto, de que; para que perezcan en el infierno después de su muerte, Cristo tendría que ser un mentiroso, porque Él lo dijo, lo prometió: Nunca perecerán. Si, en mi último aliento, soy trasladado al infierno, entonces el Señor Jesucristo perdería su honor, su divinidad, se convertiría en el diablo. Y eso nunca sucederá.

Eso significa, también, que nunca perderán su regeneración en esta vida para luego tener que recuperarla nuevamente por obras de su libre albedrío. Perder la regeneración personal es perecer durante el tiempo que no se tiene. Y Jesús está diciendo que nunca perecerán. Cuando el Espíritu planta esa nueva vida, vida eterna, en el corazón, la misma gracia irresistible que la plantó la preservará, entonces nada tiene la capacidad de destruirla. El Espíritu que ha dado esa vida se ha comprometido él mismo, a llevarnos a la gloria. Y nada puede detener la mano del soberano Espíritu de Dios.

Tan seguros estamos, entonces, en nuestra salvación que el Señor agrega una tercera declaración para enseñar la Perseverancia de los Santos. Una hermosa, hermosa, ilustración. ” Nadie las arrebatará de mi mano” Número 1: Yo les doy vida eterna, ahora. Número 2: No perecerán jamás. Y ahora, número 3: Nadie las arrebatará de mi mano. Y luego, como si no fuera lo suficientemente bueno que Cristo mismo nos tenga seguros en su mano, agrega en el versículo 29: ” y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.” De modo que el ejemplo que Jesús presenta es que Padre e Hijo juntos han envuelto sus poderosas manos alrededor de las ovejas en el poder del Espíritu.

Si alguna vez jugaste el juego “Red Rover” cuando eras niño, sabes que era muy posible separar las manos de tus amigos, aunque se agarraban fuertemente de las manos. Pero con Dios no es así. No es posible romper el agarre de las manos del Padre sobre sus hijos. Estas manos, dice Jesús, son las manos de aquel que es más grande que todos, versículo 29. Estas son las manos de Mi Padre, las manos que han creado y sustentado el universo. Estas son las manos que sostienen las estrellas en el cielo, que retienen el mar en sus límites. Estas son las manos que señalaron a los elegidos con toda la fuerza de una voluntad irresistible e inmutable y dijeron: “Serás mío”. ¿Quién puede dar marcha atrás al consejo supremo del Dios soberano que eligió a sus Santos para la gloria? Sus manos nos rodearon desde la eternidad y nunca se alejarán en la eternidad futura.

Y las manos del Salvador que nos rodean son las manos de nuestro Redentor. Las manos del Señor Jesús son las manos que tomaron los clavos de la maldición del pecado para su pueblo, las manos que fueron perforadas por nuestras transgresiones, manos que aseguran que todo pecado es pagado, que no hay ira que permanezca sobre nosotros. Las manos que nos crearon y las manos que nos redimieron en el poder del Espíritu siempre sostienen a los hijos de Dios, firmemente; asegurándonos en su salvación, apretados cerca del costado de Dios. ¡Cuán completamente, cuán bellamente el Señor enseña la Perseverancia de los Santos en Juan 10:28! “Yo les doy vida eterna, ahora. No perecerán jamás. Tampoco nadie las arrebatará de la mano de Mi Padre”.

Permítanme citar a un comentarista de hace un par de siglos:

Cómo alguien, frente a este texto, puede negar la doctrina de la Perseverancia de los Santos como lo hacen los arminianos y decir que un verdadero creyente puede perecer y perderse, me es muy difícil entenderlo. Es mi propia opinión deliberada que sería casi imposible imaginar palabras en las que la Perseverancia de los Santos pudiera asegurarse con más fuerza.

Ahora, decir que nadie puede arrebatarnos de las manos de nuestro Salvador y las manos de nuestro Padre, por supuesto, implica que hay seres tratando de arrebatarnos de esas manos. No pondrías la Perseverancia de los Santos de esa manera, que nadie puede arrebatarnos de esas manos, si no fuera el caso de que hubiera seres tratando de arrancarnos de esas manos. Los hay. Y no solo los seres humanos, hay más. No dice: “Ningún hombre los arrebatará”, sino “nadie”, porque el Señor sabe muy bien que hay muchos seres, muchos de los cuales no son seres humanos, que constantemente están tratando de arrancar a los Santos de la mano de su Padre. El diablo y la hueste de sus demonios están trabajando para sacarnos de las manos de nuestro Dios. Usan el mundo y su maldad para atacar a los hijos de Dios, el mundo con todo su atractivo para el viejo hombre de pecado, la oferta de una vida de placer antes que el sufrimiento. El diablo usa la iglesia apóstata en sus ataques contra la verdad de la Palabra de Dios para tratar de sacar a las ovejas de las manos de Dios. El diablo y el mundo están contra nosotros continuamente.

No solo eso. Está nuestro viejo hombre de pecado, el enemigo interno, de amor propio, de orgullo, de mentalidad terrenal. Esa es la mayor amenaza para nuestra perseverancia. Hay una parte de nosotros, dentro de nosotros, tratando de salir de estas manos, nosotros mismos tratando de arrebatarnos. Y, si no fuera por la Gracia soberana de Dios constante en nuestra vida, no solo podríamos perecer, pereceríamos, ¡todos nosotros! Seríamos como el niño que intenta liberarse de las manos de sus padres y cruzar corriendo la calle hacia el parque, sin saber que está corriendo al tráfico que se aproxima. Pero estas manos, las manos de nuestro Padre, son tan fuertes. No nos dejan ir. Nos sostienen, nos preservan, incluso de nosotros mismos.

Esta preservación la hacen, los hijos de Dios; en esta vida, principalmente por una mediación, mediación de la Gracia. Primeramente por la lectura y la predicación de la Palabra, los sacramentos también, y la disciplina de la iglesia, por sus oficiales que soportan gentilmente el trabajo de pastorear las ovejas de Dios, para cuidarlas, para llevarlas de vuelta al camino correcto si es que vagan. Y los medios secundarios de gracia también, nuestra propia lectura de la Palabra, nuestra vida de oración y comunión entre nosotros. No podemos tentar a Dios y descuidar los medios de gracia y decir: “Bueno, no hay problema. Él me preservará.” Me preserva por medio de la gracia en mi vida. “Mis ovejas oyen mi voz”, Juan 10:27, el versículo anterior a esto. Y no solo una vez escuchan Mi voz, Mis ovejas siguen escuchando Mi voz mientras enseño, como advierto, mientras las llamo a través de esos medios. Mis ovejas siguen escuchando mi voz. Y eso es lo que los mantiene cerca de mí. Son conservadas por esos medios y por ningún otro medio. Sí, es la gracia la que nos da el uso de esos medios también. Debemos usarlos. La voz de Cristo, el buen Pastor, que nos llama permanentemente a la vida en sí mismo, diferente, distinta de este mundo, llamados a acudir a Él, la vida en su redil y con sus ovejas.

Porque, como ves, cuando nos preserva a través de esos medios, nos preserva en santidad ante Él. La Perseverancia de los Santos es la preservación de nosotros como Santos. La forma en que los elegidos son preservados es por los medios de la gracia que continuamente crecen y santifican a los hijos de Dios a lo largo de su vida.

Eso no significa que los hijos de Dios sean preservados en perfección. ¡Absolutamente no! Tampoco significa que los hijos de Dios nunca caigan en pecados, incluso pecados graves, como David y Pedro. No obstante, el patrón general de su vida es uno de crecimiento progresivo en la gracia y la santidad de la vida. Porque Dios preserva a su pueblo como sus ovejas en su redil. La Palabra de Dios no enseña nada acerca de la idea de que todos los que simplemente profesan ser cristianos son preservados para la gloria, o que, si alguien solo dice una oración aceptando a Cristo o levanta la mano en un servicio, diciendo que quiere ir al cielo, logre alcanzar dicho final; no importando si vive precipitadamente, siguiendo el mundo, sin preocuparse por lo que suceda después, y que él sea preservado para el cielo. Absolutamente no. Él preserva a su pueblo como su pueblo. Él conserva sus ovejas como sus ovejas. Él preserva a sus santos como sus santos en el camino del patrón general de santificación, santidad en su vida para que lo sigan, como Él dice en el versículo 27- apartados para su redil. Todo de su propia voluntad. Ellos harán. No perseveran para ser sus hijos. No perseveramos para ser preservados. Pero perseveramos precisamente porque somos sus hijos, precisamente porque estamos siendo preservados. Y Él se encarga de eso.

¿Qué tienes que temer, hijo de Dios? Oh, tantos miedos tenemos. Pero no debemos temer que perezcamos. Y si no necesitamos temer esto, ¿no les quita lo atemorizante a todos los otros miedos también? Puesto que la vida en ti es vida eterna, no se extinguirá. Y Él velará por que terminemos en la gloria. No depende de nosotros. No dependía de nosotros al principio. No depende de nosotros ahora, en última instancia. Nunca, jamás lo hará.

  ¿Ves lo que dice el Señor Jesús en Juan 10:28 con estas tres frases que culminan en la última: Nadie puede arrebatarte de las manos del Dios trino? No es que te aferres a Él al final del día. Es que Él te está sosteniendo. No es que mi control sobre Él sea el factor decisivo al final. Es su control sobre mí el que es el factor decisivo. Y aunque Él me llama a la fe y me da fe, y esa fe se aferra activamente a Él, no es mi fe al final del día lo que es como una cuerda que me ata a Él, lo que me impide caer en el hoyo del infierno. Es su mano Todopoderosa, que se extiende y me sostiene en sus manos de tres personas.

Respira, hijo de Dios, y descansa en la seguridad del evangelio de la soberana gracia salvadora. Este es el tesoro inestimable de los hijos de Dios. Él me preserva todo el camino hasta el final, y soy libre de servirlo, no por miedo, sino por amor a aquel que me preserva.

Oremos.

Padre celestial, estamos agradecidos por la verdad de la Perseverancia de los Santos. Danos consuelo, fortaleza, y seguridad con esta verdad, para que podamos vivir nuestra vida por amor a este Dios que ha hecho tanto por nosotros. En el nombre de Jesús oramos. Amén.

Para más información en Español, por favor haz clic aquí.

Show Buttons
Hide Buttons