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Perseverancia de los Santos II / Perseverance of the Saints 2

 

Rev. Cory Griess

La última vez examinamos la enseñanza del Señor sobre la Perseverancia de los Santos en Juan 10:28‬ donde Él enseña que le da a su pueblo vida eterna, en el presente, y por lo tanto nunca perecerán y nadie podrá arrebatarlos de su mano. Examinamos el tesoro inestimable que es el dulce fin de las otras doctrinas de la gracia soberana y salvadora, que estamos a salvo en las manos del Padre y del Hijo en el poder del Espíritu, sin tener que temer que seamos apartados de Él para perecer en el infierno eternamente.‬

Ahora, en este mensaje, nos enfrentamos a una pregunta práctica: ¿Qué pasa con los que caen? Hay personas que confiesan a Cristo en la iglesia y que terminan cayendo, personas que dicen creer e incluso viven, por un tiempo, como si creyesen, pero caen en el mundo. Y a veces parecen tan genuinas, tan comprometidas. ¿Cuál es la explicación para esto? ¿Acaso, al final, el Diablo los arrebató de la mano de nuestro Padre?

No, la explicación para esto es que nunca fueron las ovejas de Cristo, nunca escucharon realmente la voz de Cristo, nunca lo conocieron, no personalmente, y no le siguieron realmente. Tenían otros motivos. Tenían otras razones para confesar y vivir del modo en que lo hicieron. Esto no era genuino, aunque parecía genuino. Y ellos nunca fueron de sus ovejas. En cambio, son como Judas en la iglesia, según las enseñanzas del Señor Jesús.

La iglesia, por supuesto, siempre ha experimentado esto, que algunos que externamente confiesan y que incluso viven una vida externamente decente, caen. El Señor mismo enfrentó esto en su ministerio terrenal. Y, para nuestra utilidad, él mismo abordó esto enseñándonos qué hacer con los que profesan y luego caen. Lo hizo en Juan 17:12‬: “Cuando estaba con ellos en el mundo (Rezando su oración sumo-sacerdotal), yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.” El “hijo de perdición”, por supuesto, es Judas, quien era parte de los doce discípulos que habían profesado fe en Cristo. Él está perdido. Como todos sabemos, traicionó al Señor.‬

Pero note que, aunque él está perdido, el texto no dice que Jesús fue quien lo perdió. El Señor no dice en Juan 17:12‬, “A ninguno de ellos yo he perdido, excepto el hijo de perdición”, sino más bien, “ninguno de ellos se perdió”. No es que fuera una de las ovejas de Dios y luego Jesús lo perdió, sin embargo, Judas está perdido, él ha estado perdido desde el principio. Porque, en segundo lugar, observe que en el verso, el estado de perdición de Judas había sido profetizado antes de que Judas existiese. Judas está perdido, dice Jesús en Juan 17:12‬, “para que la Escritura se cumpliese”. Esa Escritura es el Salmo 41: 9: “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, Alzó contra mí el calcañar.” Si las Escrituras predijeron que Judas está perdido, entonces Judas estuvo predeterminado para perderse desde antes de que él naciese, porque ¿de qué otra manera se podría predecir acerca de él que está perdido? Judas nunca fue un hijo de Dios.‬‬

Aunque él escuchó los mejores sermones en la tierra de la boca del mismo Señor Jesucristo, y aunque siguió al Señor Cristo durante varios años como si fuera un discípulo, nunca conoció a Cristo en absoluto. Tenía otros motivos, otras razones para confesar lo que confesó, otros motivos para hacer lo que hizo. Y las Escrituras, especialmente el libro de Juan, nos revelan cuáles fueron esos motivos. Estaba buscando un reino terrenal de poder. Estaba buscando riquezas, y pensó que encontraría esto atando su nombre al Señor Jesús. Pero nunca conoció, y nunca deseo la salvación en el Cristo.

Esta es la explicación de la dolorosa realidad de la caída, aún hoy, de aquellos que aparentemente son hijos de Dios, tal vez parezcan bastante genuinos, tal vez incluso tengan un lugar de liderazgo en la iglesia. Esto incluso podría sucederle a nuestro propio hijo, ¡Dios no lo quiera! Si es así, entonces es lo que Juan explica en 1 Juan 2:19‬: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.” Estas son realidades dolorosas, dolorosas, dolorosas. Observar a alguien que tuvo un lugar importante en nuestra vida, observar a un joven crecer en una iglesia fiel para después caer, es impactante, algunas veces aflige nuestro corazón.‬

Y a veces incluso nos hace preguntarnos, si eso le puede pasar a él, ¿me puede pasar a mí? ¿Y si todos aquí nos estamos engañando? ¿Pereceré? ¿Cómo puedo realmente saber que soy uno de los que Cristo está preservando? En Juan 10, sí, las ovejas nunca caen, pero ¿cómo puedo saber que soy una oveja? En Juan 10:28‬ leemos: “les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”. Bueno, ¿cómo saber si soy parte de “ellos, los que les da vida” y de “ellos, los que no perecerán”, y que soy una de esas ovejas?‬

Bueno, el Señor también responde esa pregunta, en el versículo anterior al que enseña la Perseverancia de los Santos. En Juan 10:27‬, define a estas ovejas que preserva, define a “ellos” que nunca perecen, que nunca son arrancados de la mano de su Padre, con tres cosas. “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen”.‬

Las ovejas de Cristo, en primer lugar, son las que escuchan la voz de Cristo. Cuando era niño, jugaba baloncesto con un grupo de mis amigos en una cancha de baloncesto que estaba justo detrás de mi casa. Cuando era hora de cenar, mi madre gritaba por la puerta trasera: “Hora de cenar”. Todos los muchachos escuchaban el llamado de mi madre en sus oídos, pero yo lo escuchaba dirigido particularmente a mí -una palabra de mi madre solo para mí. Así, también, la voz de Cristo sale en forma de gracia para todos. Y todos la oyen con los oídos. Pero las ovejas oyen sabiendo que es la voz de Cristo llamándolas, llamándolas solo a ellas, enseñándoles quiénes son, qué es el pecado, quién es Dios, qué es la salvación, llamándolos al arrepentimiento genuino en la fe. Esas ovejas que escuchan la voz de Cristo, por lo tanto, lamentan sus pecados, no solo porque les avergüenzan o porque produzcan consecuencias negativas en sus vidas, aunque también están tristes por eso; sino también por estar en contra de mi Dios y en contra de mi Cristo, de quien he aprendido. Las ovejas de Cristo son aquellas que escuchan su voz, llamándolas en la Palabra, a confiar en este Cristo acerca del que se les ha enseñado, a confiar personalmente en Él para su salvación, y a apoyarse en nada más que en Él. Por lo tanto, por Su gracia, ella confía en Él y solo en Él para salvación, no solo saben que eso es lo correcto, sino que lo hacen por su gracia. Mis ovejas escuchan mi voz llamándolas.

Segundo, Cristo dice que las ovejas son aquellas que conozco y que me conocen, es decir, que tienen un conocimiento personal e íntimo de mí a través de las verdades reveladas en mi Palabra, y que conocen mi Palabra, y me conocen a través de esa Palabra. Son aquellas que tienen un conocimiento de Él, por su Palabra, que es más que conocimiento intelectual. Es un amor sincero por Él que viene a través de ese conocimiento, que los lleva a caminar con Él, a orar a Él, a esperar aprender más y más verdades acerca de Él y cada vez más profundamente.

Y, finalmente, el Señor dice: “Mis ovejas son las que me siguen, las que caminan conmigo, las que me sirven desde el corazón”. Viven diferente a este mundo, ya que son parte de mi redil con el resto de mis ovejas, siguiendo a su pastor. No sin pecado, como vimos en nuestro último mensaje, sino que quieren obedecer mis mandamientos y luchar por ello, para honrar de corazón a su Rey y Salvador.

Puedes saber que ese eres tú, hijo de Dios, puedes saber que ese eres tú. También puedes saber si no lo eres. Si no es así, los Cánones de Dordt exhortan a atender los medios de gracia en una iglesia fiel. Sigue atendiendo a los medios de gracia en una iglesia fiel, solo ahí donde no puede ser de otra manera. Pero puedes saber que ese eres tú. Puedes ver eso en ti, como algo diferente de la hipocresía. Descansa en ello. Créelo. Sigue atendiendo a los medios de gracia también, en una iglesia fiel donde Él conserve esa vida. Pero respira, hijo de Dios, exhala en paz en el tranquilo reposo de descansar en su amor por ti. No busques que ocurra algún evento especial o revelación en tu vida para finalmente estar completamente seguro de que eres su hijo. Escucha los Cánones de Dordt: “Rechazamos los errores de aquellos que enseñan que sin una revelación especial no podemos tener certeza de la perseverancia futura en esta vida. Porque… las Sagradas Escrituras constantemente deducen esta seguridad, no de una revelación especial y extraordinaria, sino de las marcas propias de los hijos de Dios y de las constantes promesas de Dios”. Si eres una oveja, como Jesús lo define en el versículo 27, por muy débil que seas, por errante que seas, con tres de las cuatro‬ extremidades rotas; ningún mal, ningún demonio, ninguna hueste de maldad y ningún pecado restante en ti, tendrá la capacidad de retirar las manos de tu Señor que te sujeta por los siglos de los siglos. Todo el infierno podría vaciarse a sí mismo, miles, millones de demonios, para atacarte únicamente a ti, y chocarían como agua en una roca.‬

Tu salvación no depende de ti sino de Él. No lo estás sujetando en última instancia, Él te está sujetando a ti. Toma algo en tu mano ahora mismo, algo pequeño. Mientras estoy hablando, si está conduciendo, no deje de mirar el camino en su automóvil, pero si hay algo allí, tome un bolígrafo o un clip, cualquier cosa. Aprieta el puño sobre él. Si no tiene nada, simplemente apriete el puño y comprenda que, donde quiera que esté, y en cualquier situación en la que se encuentre en este momento, y cualquier problema o dificultad que abrume su alma; hijo de Dios, aquí es donde se encuentra. Estás en manos de Dios Todopoderoso. Y no importa lo que mañana tenga reservado o el día siguiente, nunca estará en otro lugar que no sea ahí. Él te sostiene. Él te sustentará.

Y no puede haber ninguna duda de que un día Él te llevará a ver la gloria de su propio Hijo cara a cara.

El Señor Jesús, en Juan 17, da el fin, la meta de esta Perseverancia de los Santos. “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.” (Juan 17:24‬). El Señor Jesús tiene a los elegidos en su mano soberana y poderosa. El Padre tiene a los elegidos en sus poderosas manos soberanas. Y ambos tienen a los elegidos en su poderosa mano soberana en el poder del Espíritu Santo trabajando sobre ellos para este propósito, para que algún día podamos ver a nuestro Novio en toda su gloria. ¿Qué esposo no quiere que su esposa lo vea en el apogeo de su poder y gloria?‬

¿Qué esposo no quiere que su esposa lo vea en el trabajo, dirigiendo su negocio o llevando a cabo fielmente su llamado como padre? Así, también, el Señor Cristo quiere que su esposa lo vea, no solo como el Cordero que era sobre la tierra, sino finalmente en toda su gloria, en toda su majestad, maravilla y exaltación. Ella lo ha visto humilde y manso. Él quiere que ella lo vea vestido de esplendor como el sol, soberano sobre el universo, victorioso, lleno de la gloria de la divinidad a la que está unido la cual quedó escondida bajo el velo de su carne.

Él nos está preservando para sí mismo. Él se va a casar con esta novia a quien ha redimido. Y, por lo tanto, preservará a cada uno de los suyos que componen esa novia hasta el día en que ella pueda verlo cara a cara y caminar con Él en esa gloria como la novia del Rey, la esposa del Cordero en plena unión y comunión con Él para siempre.

El Dios soberano toma para sí, incondicionalmente en la elección. El Hijo soberano hecho carne redime eficazmente en la expiación. El Espíritu soberano llama irresistiblemente en obras de gracia en nuestra vida y asegurará este fin para la gloria de Su Nombre. Vivan con la esperanza y la alegría de ello, hijos de Dios. El Señor ha redimido a su siervo Jacob, y nada nos arrancará de su mano.

Oremos.

Padre celestial, cuán agradecidos estamos de que en toda esta serie podamos examinar las verdades de la salvación y ver cómo todo apunta a la gloria de Tu Nombre y al consuelo de Tu pueblo. A ti sea la gloria, Padre, por la salvación, al principio, medio y fin, tu obra. Estamos agradecidos por el consuelo que obtenemos de saber que somos Tus hijos y que no puede ser de otra manera. Presérvanos, guárdanos, llévanos a ese fin, cara a cara con Tu Hijo en gloria. En el nombre de Jesús, amén.

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