Por Ron Hanko
Hemos señalado los muchos nombres y descripciones utilizados en las Escrituras que muestran que la Iglesia e Israel son idénticos. La iglesia es el monte de Sion, la ciudad de Dios, la Jerusalén santa y celestial (Hebreos 12:22-24; Ap. 21:9, 10), la nación santa (1 Pedro 2:9), la vid (Juan 15:1-6; Salmo 80:8) y la novia de Dios (Efesios 5:31, 32; Apocalipsis 21:9, 10). La iglesia es todo lo que Israel era en el Antiguo Testamento.
Esta identidad de la iglesia e Israel se ve confirmada por el hecho de que Israel es llamada “la iglesia en el desierto” en Hechos 7:38. En la misma línea los elegidos de Dios de todas las naciones se identifican como el verdadero Israel y los verdaderos judíos (Romanos 2:28, 29; Romanos 9:8; Galatas 3:29; Filipenses 3:3). De hecho las profecías de las Escrituras que parecen referirse a la nación de Israel en realidad son realizadas y cumplidas a la iglesia en el Nuevo Testamento (compare Oseas 1:10 con su cumplimiento en Romanos 9:24-26, y Amos 9:11-15 con su cumplimiento en Hechos 15:13-17).
Esto es críticamente importante en cuanto a la doctrina de la iglesia se refiere. Sólo desde esta perspectiva es que el Antiguo Testamento con su historia, sus advertencias y sus promesas son aplicables para la iglesia. Si las Escrituras del Antiguo Testamento se refieren sólo a un pueblo que no son idénticos a la iglesia, entonces el Antiguo Testamento no tiene nada que decirnos hoy. El Antiguo Testamento, entonces, sólo puede ser un objeto de curiosidad para nosotros en el día de hoy.
Piense sobre esto. Los cristianos que creen que Israel y la iglesia son dos grupos diferentes no pueden hacer justicia al Antiguo Testamento en su predicación y enseñanza. El Antiguo Testamento no tiene nada que ver con ellos (la Iglesia), dicen ellos. Pero si Israel y la iglesia son una y la misma, la historia del Antiguo Testamento debe ser predicada como la historia de la iglesia, y sus promesas y advertencias deben ser dirigidas a la iglesia también.
Esta unidad de Israel y la iglesia también es fundamental para la comprensión del bautismo. Es en la identidad de los pactos, de las promesas, de Israel y la iglesia que se encuentra la raíz de la enseñanza bíblica respecto al baptismo infantil. Para mantener “el bautismo de creyentes” en lugar del bautismo infantil, hay que separar el Antiguo y el Nuevo Testamento, como también separar sus pactos y promesas, y de ese modo hacer la diferencia entre Israel y la iglesia.
En todo lo que hemos dicho, sin embargo, hay que recordar y enfatizar que en el verdadero sentido de la palabra, solamente el pueblo electo de Dios realmente son siempre llamados, ya sea Israel (príncipe de Dios) o Iglesia (llamados a fuera). El resto no son verdaderamente Israel o Iglesia (Romanos 2:28, 29; Romanos 9:6-8). Tienen el nombre de Israel o de Iglesia sólo porque están externamente identificados con el pueblo de Dios ya sea por nacimiento o profesión de fe.
Un nacimiento natural no lo hace ser a uno un verdadero judío ni tampoco un miembro de la Iglesia. Como Juan el Bautista dijo: “Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras” (Mateo 3:9). Uno debe nacer de la promesa, ser nacido de Dios para ser un verdadero israelita. De tales verdaderos israelitas tanto judio y gentiles, Dios ha levantado una semilla espiritual de Abraham por el poder de la promesa. ¿Es usted ese descendiente de Abraham?.
Tomado de Doctrine According to Godliness por Ronald Hanko, pp. 222-224. Título en inglés: The Church and Israel.