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Confesar a Cristo como “Jehová, justicia nuestra” / Confessing Christ as “The Lord Our Righteousness”

      

Rev. Angus Stewart

Esta es nuestra tercera y última entrega sobre Jeremías 23:5-6: “He aquí vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual prosperará y hará juicio y justicia en la tierra. En sus días será salvo Judá e Israel habitará confiado; y éste será su nombre con el que lo llamarán: Jehová, justicia nuestra.”

En los dos últimos números de News, hemos visto que la profecía de Jeremías sobre el “Renuevo” (5) se cumple en nuestro Señor Jesucristo, que es “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA” (6), en lo que se refiere a la justicia imputada de la justificación. Ahora pasaremos a la verdadera confesión de Cristo como “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA.”

Mientras que Jeremías escribe, “éste será su nombre con el que lo llamarán: Jehová, justicia nuestra”, hay varios grupos a los que no les gusta este nombre de Cristo y no pueden verdaderamente atribuírselo. La Iglesia Católica Romana, la Ortodoxia Oriental y el protestantismo liberal confían en la propia voluntad y obras del hombre para la justificación.

Del mismo modo, el arminianismo clásico enseña la herejía de la justificación sobre la base del libre albedrío y las obras del hombre (Cánones I: R:3; II: R:4). El propio Arminio (1560-1609) escribió que “la justificación se atribuye a la fe, no porque acepte, sino porque es aceptada [como justicia].” El amiraldianismo, una falsa teología que surgió en la Francia del siglo XVII y que todavía tiene defensores en la actualidad, afirma igualmente que Dios cuenta o estima la fe del hombre como si fuera justicia. La herética Visión Federal proclama que las obras del hombre que surgen de la fe constituyen parte de su justicia justificadora ante Dios, especialmente en el último día.

¿A la justicia de quién miran el hijo de Dios y la verdadera iglesia? ¿“A los ángeles nuestra justicia”? No, nuestra justicia debe ser provista por uno que es a la vez Dios y hombre, como explica el Catecismo de Heidelberg:

“16. Pregunta: ¿Por qué debe ser verdadero hombre y perfectamente justo?
Respuesta: Porque la justicia de Dios exige que la misma naturaleza humana que pecó, pague por el pecado; el hombre que es pecador no puede pagar por otros.
17. Pregunta: ¿Por qué debe ser también verdadero Dios? Respuesta: Para que, por la potencia de su divinidad, pueda llevar en su humanidad la carga de la ira de Dios, y reparar y restituir en nosotros la justicia y la vida.”

¿“María y los santos nuestra justicia”? No, sus justicias no forman parte de la justificación del creyente, contrariamente al catolicismo romano y a la ortodoxia oriental. ¿“Nuestras obras nuestra justicia”? El Evangelio dice “¡No!” a esta falsa doctrina de Roma, la Ortodoxia Oriental, el protestantismo liberal y la Visión Federal. ¿“Nuestro libre albedrío es nuestra justicia”? La herejía de Arminio y el arminianismo deben ser rechazados. ¿“Nuestra fe nuestra justicia”? La enseñanza Amyraldiana también es falsa.

Esta es la verdad: “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA”. “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA” ¡sólo y nada más! Esta es nuestra confesión, ¡junto con Jeremías y la verdadera iglesia de Cristo!

Este hermoso mensaje que involucra a “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA” está en agudo contraste con el mensaje de los falsos profetas más adelante en Jeremías 23 y a través de los siglos. “Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan pues os hacen vanos; hablan visión de su corazón, no de boca de Jehová” (16). Por tanto, ¡no escuchéis a los que pregonan un “evangelio” de la justicia de las obras del hombre (Prov. 19:27)!

“Dicen continuamente a los que me menosprecian: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda en la dureza de su corazón, dijeron: No vendrá mal sobre vosotros” (Jer. 23:17). ¡No hay paz, sino ira de Dios sobre todos los que se niegan a confiar sólo en la justicia de Cristo (Rom. 2:8-9)!

“Porque ¿quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio y oyó su palabra? ¿Quién estuvo atento a su palabra y la oyó?” (Jer. 23:18). ¡Ciertamente no aquellos que rechazan a “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA”!

“¿No es así mi palabra, como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la peña?” (29). ¡Esto es lo que hace el poderoso evangelio de la justificación sólo en Cristo (Rom. 1:16; I Cor. 1:18, 24)!

“Por tanto, he aquí que yo estoy contra los profetas, dice Jehová, que hurtan mis palabras cada uno de su compañero” (Jer. 23:30). El Todopoderoso se opone resueltamente a todos los que enseñan en contra de “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA” y por lo tanto roban a la gente el verdadero evangelio, como lo muestra la inspirada epístola de Pablo a los Gálatas.

Todo el pueblo de Dios cree en, y siente la necesidad de, “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA.” Esta justicia es una justicia divina, “la justicia de Dios” (Rom. 1:17; 3:21-22; 10:3; II Cor. 5:21; II Ped. 1:1), debido a la Persona que la forjó, “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA.” Jesús obtuvo este maravilloso don para nosotros en una naturaleza humana como la nuestra (Heb. 2:14-18), de modo que se ajusta maravillosamente a nosotros. Esta es una justicia perfecta: La obediencia amorosa, intachable y de por vida de Cristo a Su Padre, a diferencia de nuestros esfuerzos pecaminosos que son como “trapos de inmundicia” (Isa. 64:6). Daniel llama a esto nuestra “justicia perpetua” (9:24).

Esta verdad de “JEHOVÁ, JUSTICIA NUESTRA” es requerida para nuestra completa salvación. Lo que se conoce como la obediencia “pasiva” de Cristo es Su sufrimiento de toda la vida por nuestros pecados, especialmente en la cruz. La obediencia “activa” de Jesús se refiere a Su cumplimiento de la ley de Dios por nosotros durante todo Su tiempo en la tierra. Nuestra liberación de todas nuestras transgresiones y la bienaventuranza eterna requiere tanto la muerte sustitutiva de Cristo como Su vida sustitutiva.

Así, Jeremías 23:6 une inseparablemente la justicia de Cristo (que se nos imputa) y nuestra salvación: “En sus días será salvo Judá e Israel habitará confiado; y éste será su nombre con el que lo llamarán: Jehová, justicia nuestra.” Esto es vital para el creyente en respuesta a su conciencia acusadora y cuando se acerca a Dios en oración y en el gran día del juicio. ¡También sirve para preservarnos de todas las nociones condenables de la justicia de las obras del hombre!

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