Por Ronald Hanko [1]
Creemos que los diferentes pactos del Antiguo Testamento son, de hecho, sólo diferentes revelaciones deun solo pacto de gracia. Si el pacto es eterno, solo puede haber un pacto (Génesis 17:7).
En cada una de estas revelaciones, Dios mostró algo nuevo y maravilloso de Su pacto de gracia. Así, en la primera revelación del pacto a Adán Dios mostró que Su pacto fue un pacto de amistad.
Después de Adán, la próxima gran revelación del pacto fue con Noé. En esta revelación de Su pacto Dios mostró Su carácter universal, es decir, que el pacto abarcaría la totalidad del mundo que Él había creado. Como vemos, el pacto no fue hecho sólo con el hombre sino también con “todo ser viviente de toda carne” (Génesis 9:15). Es un pacto incluso con el día y con la noche (Jeremías 33:25). La universalidad del pacto de Dios por lo tanto no es el sentido universal que abarca todas las cosas y todos los hombres sin excepción, sino que abarcar todas las cosas y todos los hombres sin distinción alguna, así para que al final, todo tipo de cosas creadas sean renovadas y representadas en los nuevos cielos y la nueva tierra por venir.
Esta revelación del pacto es bien simbolizado por elarco iris de cómo éste se arquea sobre toda la creación de Dios. Es un pacto que será finalmente consumado en los nuevos cielos y la nueva tierra. Es un pacto que incluso la creación misma “será libertada de la esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21).
Esta revelación del pacto fue dado en los días de Noé por la razón de que Dios había destruido la tierra por agua. Sin embargo, Dios dejó bien en claro tanto en Sus juicios como en el pacto a Noé, que la destrucción de la tierra en ese momento (o como también será en el futuro), no sería el final de la tierra en sí sino sólo su limpieza y el comienzo de su renovación. De este modo será el final mismo cuando Dios destruya este mundo por el fuego.
Esto es lo que creemos, es una de las razones por las cuales la Biblia al hablar del propósito de Dios habla incluso del mundo (el cosmos) (Juan 1:29; Juan 3:16,17). La totalidad del mundo de Dios al final será redimido y hecho salvo aunque esto no significa que toda y cada una de las criaturas o personas lo serán.
Esto debe ser así. Dios no permitirá que Sus propósitos vengan abajo. Él no permitirá que el hombre por su pecado robe de Él el mundo que Él creó para Su propia gloria. Dios salva a Su mundo.
Todo esto es muy importante en la comprensión de un pasaje como Isaías 11. Al leer dicho pasaje muchos concluyen que habrá un futuro reino terrenal antes del regreso de Cristo en la que algunos de los efectos del pecado será conquistados, pero la Escritura no promete tal cosa. La Escritura está hablando de los nuevos cielos y la nueva tierra en los cuales la justicia habitará en todo; un reino en el que “el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará” (Isaías 11:6), es un reino en donde “la creación misma [fue] libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21). ¡Qué glorioso día será!