El camino de Dios en el mar (1)
En las dos últimas ediciones de las Noticias, seguimos a Asaf, en el Salmo 77, a través de sus dudas y luchas, a través de sus noches sin dormir y días desconsolados, hasta que finalmente llegó a sus sentidos espirituales. El versículo 10 es su punto decisivo: “Entonces dije: Enfermedad mía es esta; Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo.” El versículo 13 es su gran confesión: “Oh Dios, santo es tu camino; ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?” No importa lo que Asaf tontamente hubiese pensado antes, el camino de Dios con él había sido santo e intachable. El camino de Dios con nosotros también está en el lugar santo, donde Él acampa con nosotros y Jesucristo. ¡Descansad y permaneced en paz!
Ahora nos vamos a otra confesión similar de Asaf en el Salmo 77: “En el mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron conocidas.” De este modo, El camino de Dios es a la vez en el santuario (13) y también en el mar (19). El camino de Dios en ambos versos, entendamos, son sus relaciones providenciales con nosotros en nuestras vidas.
La fe de Asaf está triunfando en la última parte del Salmo 77. Los versículos 11-20 están llenos de la maravilla incomparable de nuestro Dios. Pasada es la derrota de auto-compasión en la introducción. Ahora Asaf tiene confianza en Jehová y Sus caminos.
Tenemos que entender esto, también, para comprender los caminos de Dios con el hombre, y su camino contigo y con tu familia y con Su iglesia. Sobre el “camino”, las “sendas” y las “pisadas” de Dios — las tres palabras significan esencialmente la misma cosa—se nos dice que ellos están·”en el mar,” “en las muchas aguas” y (dejando caer la metáfora ) “no fueron conocidas.”
Piensa en tus huellas en la playa. La marea se está acercando. Cuando te volteas para volver, ves las olas alcanzando tus huellas y borrándolas. Tus huellas han desaparecido.
Nuestro texto es incluso más fuerte que eso. No es solo que una vez se podían ver las pisadas pero ahora el agua las cubre. Más bien, las pisadas de Dios cuando se hacen están debajo del agua. Tan pronto como levanta Sus pies, el agua borra su huella, por eso no la podemos ver. Aún si la huella estuviera ahí, todavía no la podríamos ver a causa de la profundidad del agua. No miramos un charco aquí. Hablamos de “el mar” y “las grandes aguas.” Como dice el versículo 19, “Tus pisadas no fueron conocidas”, porque se desaparecen de inmediato por la acción del agua y porque están muchos metros por abajo al fondo del mar. Ésta es una imagen bíblica del camino de Dios con nosotros en nuestras vidas.
Se puede ver eso una y otra vez en los Salmos. “¿Por qué?” y “¿Hasta cuando?” son dos preguntas conmovedoras que se preguntan repetidamente del Altísimo. ¡No es de maravillarse! ¡”En el mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron conocidas” (19)!
Asaf, en Salmo 77, es angustiado, abrumado y desconsolado (1-6). En angustia pregunta, “¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos propicio? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa? ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus piedades?” (7-9). Está sufriendo dolorosamente la verdad que “en el mar fue tu camino” (19).
La vida de José es también un buen ejemplo. Fue lanzado en una cisterna en Dotán por sus hermanos celosos – ‘en el mar está tu camino!’ Fue llevado fuera de la tierra prometida por comerciantes ismaelitas -’tus sendas [están] en las muchas aguas’! Sus pies fueron puesto en grillos en la prisión en Egipto (Ps. 105:08)- ‘Tus pisadas no son conocidas!’ Pero Dios lo dirigió por bien (Gen. 45:5, 7; 50:20), para salvar la familia de Israel de la hambruna venidera, como todos llegaron a ver años después (pero no en aquella hora).
Consideremos “la paciencia de Job” (Santiago 5:11). Repentinamente, él perdió sus diez hijos, todo su ganado, su reputación, sus amigos y su salud. ¿Qué está aconteciendo en la tierra? ¿Qué está aconteciendo en el cielo? ¡El camino de Dios es en el mar! Aunque más tarde Job fue vindicado y recompensado en abundancia, él no sabía de todas las maquinaciones del diablo en el cielo (y nunca lo sabría en este mundo).
Pedro no podía entender por que Cristo tenía que ir a la cruz: “Ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” (Mateo 16:22). En aquel entonces, no podía ver el camino de Dios, porque ponía la mira en las cosas de los hombres y no las de Dios (23). Antes de la resurrección del Señor, ninguno de sus discípulos podía ver las pisadas de Dios en las impresiones de los clavos en Cristo.
Hoy día hay muchas cosas que nos dejan preguntando “¿Por qué?”: el nacimiento de un niño seriamente debilitado, o una familia cristiana que no puede tener hijos, o la muerte de un joven, o la pérdida de salud de tu esposo o pariente, o personas que vienen a la iglesia para quienes tienes gran esperanzas pero neciamente ellos salen. Necesitamos creer la verdad de la providencia misteriosa pero buena de Dios. A menos que nosotros entendamos esto, perderemos el ánimo y nos derrumbaremos bajo la presión. “En el mar [está] tu camino” y “Tus pisadas no [son] conocidas.”
¿Por qué será que el camino de Dios es desconocido en las profundidades del mar? Todo se remonta al decreto eterno de Dios. Nosotros no conocemos su plan, sus fines y sus medios, ni cómo encajamos en ellos. No sabemos lo que va a hacer en y con nuestras vidas.
Sólo Cristo, entronizado en el cielo, puede leer el decreto eterno de Dios; para nosotros es un libro cerrado para los que no tenemos conocimiento de su contenido (Apoc. 5:1-7). Nosotros apenas vemos (un poquito de) la ejecución del decreto de Dios, porque todo lo que sucede es la realización de su propósito eterno, pero aún así nosotros no captamos las cosas en todas sus conexiones y relaciones adecuadas. No sabemos el futuro, ni siquiera lo que va a pasar mañana o en el próximo minuto. “En el mar fue tu camino…y tus pisadas no fueron conocidas.” ¡Es crucial que confesemos y recordemos esto, sobre todo en los tiempos difíciles! Rev. Stewart
Juicio sobre Corazín y Betsaida
“Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad. ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido. Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras.” (Lucas 10:12-14, véase también Mateo 11:21-24).
En relación con estos versos, un lector se pregunta, “¿Es razonable argumentar que si fuera el decreto de Dios salvar a Tiro y Sidón, Él habría hecho milagros en esas ciudades? ¿El hecho de que Él no hiciera milagros en Sodoma significa que Dios no decretó elegirla?”
Tiro y Sidón eran ciudades comerciantes, costeras, paganas, y ricas al norte de Israel. Sodoma era una ciudad en el llano del Jordán que fue destruida con fuego y azufre del cielo por su terrible depravidad, particularmente el pecado de la homosexualidad.
Corazín y Betsaida (y Capernaum) eran ciudades en las que el Señor predicó e hizo “más” milagros durante su pastoreo terrenal (Mateo 11:20-24). Fueron parte de la iglesia de la antigua dispensación, pero rechazaron a Jesús como Mesías de Israel y así eran aun más impío que Sodoma, Tiro y Sidón.
Ahora a la pregunta: ¿Se puede usar este pasaje para probar la elección soberana y eternal? Es interesante que este pasaje a veces se usa para argumentar la misma posición opuesta. Los arminianos, quienes enseñan la doctrina que el hombre tiene un libre albedrío y que puede aceptar el evangelio si solo se le da la posibilidad, a veces argumentarán que estas ciudades que nunca oyeron el evangelio habrían creído si lo hubieran oído y hubieran visto los milagros poderosos de Cristo.
No creo que se puede usar Lucas 10:12-14 para probar la verdad de la elección (y reprobación) incondicional. Sin embargo, el lector tiene razón cuando pregunta, “¿El hecho de que [Dios] no hiciera obras poderosas en Sodoma quiere decir que Dios no decretó elegirlos?” A esto tenemos que responder definitivamente, “Sí.” Pero el mismo texto no prueba la soberanía de Dios en la elección. Al mismo tiempo, el texto tiene que — digo, enfáticamente, “tiene que” — interpretarse a la luz de la elección eternal e inalterable de Jehová.
Jesús mismo prueba esto más allá de toda duda en el contexto del pasaje paralelo en Mateo. Inmediatamente después de pronunciar sus ayes sobre Corazín, Betsaida y Capernaum, Él ora. No ora, “Señor, siento que no hubo misioneros para ir a Sodoma.” Tampoco, “Señor, sé poco severo con esta gente de Tiro y Sidón porque nunca tuvo la posibilidad de creer. De hecho, habrían creído si yo pudiera haber ido a ellos a obrar milagros”. Escucha lo que Él oró “en aquel tiempo”: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:25-26)!
¡El Señor alabó a Su Padre por no salvar los judíos no creyentes en estas ciudades de Galilea! Esto ciertamente enseña que Dios no salvó a Tiro y Sodoma precisamente porque no fue su voluntad salvarlas. Dios salva quien quiere y reprueba quien quiere. Dios soberanamente e incondicionalmente salva solo a Sus elegidos. La oración del Señor en Mateo 11:25-26 nos muestra que el propósito soberano de Dios está detrás de toda la incredulidad—y toda la fe. Pero Lucas 10:12-14 no prueba la predestinación soberana.
El punto aquí es que Dios cumple su soberana reprobación en el camino de pecado. Cristo proclama ayes sobre estas ciudades de los judíos por su terrible iniquidad.
En primer lugar, el hombre nunca va al infierno por ser réprobo. Va al infierno porque justamente merece el infierno por sus gran pecados. Se podría argumentar que él no puede hacer nada más que pecar ya que es totalmente depravado, pero él es culpable de su propia depravación por haber pecado en Adán.
En segundo lugar, los israelitas en especial tenían toda razón para creer en Jesús. Como nación, se les habían dado privilegios especiales de Dios (Romanos 9:4-5). Tenían las Escrituras y éstas se les enseñaban desde la niñez. La esperanza del Mesías se mantenía en la Palabra de Dios del antiguo pacto y ellos profesaban que buscaban un salvador y rey que venía. Iban a la iglesia (la sinagoga y el templo) regularmente. Ellos oían los sermones de Jesús que eran mucho mejor que cualquier predicador terrenal pudiera predicar. Ellos veían milagros que probaban concluyentemente que Jesús era el Hijo de Dios en nuestra carne. Dios dio a los israelitas cada cosa externa que podría convencer a un hombre que Jesús era el Mesías. Todo el día, Dios extendía sus manos a un pueblo contradictor (Rom. 10:21). En la parábola de la viña infructuosa en Isaías 5:1-7, Dios ordena que la retórica pregunta, “¿Qué podría haber hecho más que lo que hice?”
Dios de este modo no expresa un deseo débil y frustrado de salvar a todos los hombres. Su concilio siempre permanece y Él hace todo por su buena voluntad (Isaías 46:10). Pero debe mostrarse clara e inequívocamente que el hombre va al infierno a causa de su terrible pecado para que el perfectamente santo Dios sea justificado en todos sus tratos con el hombre.
En tercer lugar, el hombre es castigado conforme a la medida de su comprensión de las cosas de Dios. Jesús deja esto claro en Lucas 12:48: “porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.” No mucho fue dado a Sodoma, Tiro y Sidón, y así tampoco mucho se demandaba de ellas. Su pecado es menos que el pecado de Israel. Su juicio en el último día (aunque horrible) es más tolerable que el de los judíos incrédulos. A los judíos mucho se les dio, pero negaron a creer y así crucificaron a Cristo. El Señor Jesús vino a llamar a los pecadores al arrepentimiento, pero ellos no tenían ningún pecado en sus propios ojos. Su presumida auto-justicia los cegó a la justicia de Dios en el Mesías (Romanos 10:3-4).
Sin duda, el preguntador tiene razón. Detrás de todo esto se destaca el decreto eterno del Dios soberano cuyo concilio se mantiene para siempre (Salmo 33:11) y que va a tener misericordia de quiere tener misericordia, y a los demás Él los endurece (Romanos 9:18).
Pablo, el gran maestro de la elección y la reprobación, emite una advertencia seria a nosotros: “Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales [es decir, Israel], a ti tampoco te perdonará” (Romanos 11:19-21). Prof. Hanko