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CR News – Febrero 2024 • Volumen XIX, Número 22

       

La verdad es según la piedad (1)

Creyente, hay muchas maneras en las que el diablo ataca tu adhesión al Señor Jesucristo. Tal vez él busque llenarte de ira, codicia o preocupación, por ejemplo, o trata de arrastrarte a una de las cruzadas morales (o inmorales) del mundo.

Otra estratagema satánica, más sutil, es la noción de que lo único que importa es cómo vives, y que conocer y creer en la verdad de la Palabra de Dios hace poca o ninguna diferencia en la calidad de la vida espiritual de uno, ya sea la tuya propia o la de cualquier otra persona.

Es fácil entender cómo esto atrae a nuestra carne pecaminosa. De acuerdo con esta mentira seductora, un catecúmeno o un estudiante de escuela dominical puede concluir: “No necesito estudiar o memorizar material bíblico para la próxima clase. No me sirve de mucho”.

Otros piensan así: “Siempre estoy cansado. ¿Por qué debería dedicar tiempo y energía a leer buenos libros reformados y a orar? Parece que no hace ninguna diferencia en mi vida”.

Entonces, ¿cómo se relaciona la verdad de la Palabra de Dios con la piedad práctica? ¿Se oponen o dificultan la obediencia al Señor las doctrinas de las Escrituras? ¿Es la enseñanza bíblica totalmente irrelevante en lo que respecta a una vida santa, de modo que no hay correlación entre ellas? ¿Quizás la fe de la Reforma es de mínima ayuda o de valor limitado con respecto a la espiritualidad genuina? ¿Quizás la enseñanza de las Escrituras es simplemente bastante útil para promover la piedad?

Pero ¿qué proclama la misma Palabra de Dios? “La doctrina… es conforme a la piedad” (1 Tim. 6:3) y “la verdad… es según la piedad” (Tito 1:1).

¿Qué quiere decir esto? La doctrina bíblica concuerda, está de acuerdo, encaja con ella y corresponde a la piedad. La enseñanza bíblica conduce a la piedad, porque esta es su tendencia natural en el pueblo creyente de Dios por el poder del Espíritu.

No solo todas las doctrinas de la Palabra de Dios encajan armoniosamente y se refuerzan mutuamente. También es cierto que la doctrina bíblica encaja con la piedad práctica y conduce a ella, porque la verdad es según la piedad.

Aquí necesitamos hacer una distinción importante entre la verdad de Dios y aquellos que profesan creerla. Algunos podrían objetar, pero ¿qué pasa con Ananías y Safira en Hechos 5? Mintieron sobre la cantidad que habían obtenido por la venta de sus tierras porque buscaban la gloria del hombre. Entonces, ¿cómo era la verdad conforme a la piedad para ellos? ¡La respuesta es que eran hipócritas y no creyentes genuinos!

Entonces, dirán algunos, ¿qué hay de Pedro? Él era un verdadero creyente, sin embargo, él negó a Cristo tres veces con juramentos y maldiciones. Sí, pero esto fue un lapsus temporal. Más tarde, se arrepintió con lágrimas amargas (Mt. 26:75) y fue usado por el Señor para “fortalecer” a los otros discípulos (Luc. 22:32). ¡Por lo tanto, la verdad sigue siendo según la piedad!

¿Qué pasa en los tiempos de divisiones en la iglesia? Aquí la culpa recae en las falsas doctrinas (no en la verdad) y en el comportamiento pecaminoso de algunas personas. La lección que se debe extraer no es que la verdad no ayuda a los santos de Dios, sino que Él usa soberanamente las herejías para manifestar a los que son aprobados por Él y a los que no lo son (1 Cor. 11:19). Por lo tanto, no importa cómo se comporten los cristianos profesantes o las iglesias profesantes en ciertos momentos, el Espíritu Santo declara que “la verdad… es según la piedad” (Tito 1:1). Rev. Stewart


Depravación total y Maniqueísmo

Nuestra pregunta para este número de las Noticias Reformadas es muy interesante: “La gente que se opone a la fe reformada a menudo afirma que la depravación total no es más que una resurrección de la antigua herejía del maniqueísmo. (Curiosamente, esta fue también la acusación de los Remonstrantes contra las doctrinas expuestas en los Cánones de Dordt; véase la ‘Conclusión’). Agustín (354-430) fue maniqueo en sus primeros años, y afirman que sus puntos de vista sobre la “depravación total del hombre” son solo restos del maniqueísmo que permanecieron en su teología y que finalmente se incorporaron a las iglesias reformadas. ¿Qué es exactamente el maniqueísmo? ¿Y cuáles son las claras diferencias entre la visión reformada y la de aquel?”

¿Qué era el maniqueísmo? El maniqueísmo era una antigua herejía, llamada así por su fundador, el falso profeta persa, Mani. Floreció entre los siglos III hasta el VII en el Imperio Romano y Agustín fue maniqueo durante nueve años. El maniqueísmo fue un intento de combinar las religiones del mundo en un solo sistema, incorporando elementos de
una antigua religión Persa llamada zoroastrismo con el cristianismo, el gnosticismo y el budismo, siendo Mani el gran profeta autoproclamado de esta nueva religión.

El maniqueísmo era dualista y fatalista. Consideraba que las cosas espirituales eran buenas y las cosas materiales eran malas, pero consideraba que el resultado de la lucha entre ellas era incierto. Este era su dualismo, el bien y el mal, lo material y lo espiritual, dos poderes independientes e iguales. Su fatalismo radicaba en la enseñanza de que normalmente el alma del hombre, que es espiritual y buena, está dominada por el cuerpo, que es material y malo, dejando a la persona indefensa en la lucha contra el mal. Fue este último aspecto del maniqueísmo el que atrajo al joven Agustín precristiano, ya que significaba que él no era responsable de los pecados en los que vivía.

Aquellos que afirman que la doctrina de la depravación total es una herencia del maniqueísmo señalan el punto de vista de esa doctrina de que el hombre es malo por naturaleza. Dicen que es lo mismo que la visión del maniqueísmo de que el cuerpo es malo. Tales críticos también ven la doctrina de la depravación total como fatalista, afirmando que
destruye toda responsabilidad por el pecado, tal como lo hizo la visión maniquea del cuerpo malo como dominante sobre el alma buena en la lucha personal entre el bien y el mal. La depravación total deja a una persona incapaz de hacer el bien y, por lo tanto, afirman, sin responsabilidad por el pecado.

Nuestro preguntador tiene razón al afirmar que los Remonstrantes (Arminianos) acusaron a las iglesias reformadas de maniqueísmo en el momento del Sínodo de Dordt. Esta acusación se aborda en la conclusión de los Cánones. Los Remonstrantes dijeron: “Que la doctrina de las iglesias reformadas concerniente a la predestinación, y los puntos
anexos a ella, por su propio genio y tendencia necesaria, aparta las mentes de los hombres de toda piedad y religión; que es un opiáceo administrado por la carne y el diablo, y la fortaleza de Satanás, donde acecha a todos, y desde el cual hiere a multitudes y golpea mortalmente a muchos con los dardos tanto de la desesperación como de la seguridad; que hace a Dios el autor del pecado, injusto, tiránico, hipócrita; que no es más que estoicismo, maniqueísmo, libertinismo, turquismo interpolados; que da a los hombres una seguridad carnal, ya que están persuadidos de que nada puede impedir la salvación de los elegidos, que vivan como quieran; y, por lo tanto, que pueden perpetrar con seguridad toda clase de crímenes más atroces; y que, si los réprobos hicieran incluso verdaderamente todas las obras de los santos, su obediencia no contribuiría en lo más mínimo a su salvación…”

“Estoicismo, maniqueísmo, libertinismo, turquismo” son todas formas diferentes de fatalismo, la perversa noción de que nuestras acciones están predeterminadas, ya sea por alguna deidad imaginaria o por nuestra naturaleza malvada, de modo que no hay diferencia en cómo vivamos o actuemos y que no podemos ser considerados responsables
de lo que hacemos. “El maniqueísmo….interpolado” es el maniqueísmo reintroducido bajo una nueva apariencia, la acusación formulada por los arminianos contra los cinco puntos del calvinismo tal como se enseñan en los Cánones de Dordt.

Nuestro enfoque está en la doctrina de la depravación total y en la acusación de que destruye la responsabilidad humana, fomenta la seguridad carnal y permite que los hombres vivan como les plazca. Estas acusaciones son falsas y la doctrina de la depravación total no es un maniqueísmo interpolado. Nosotros, junto con otros calvinistas, sostenemos la doctrina de la depravación total porque es bíblica, no como un legado o vestigio del maniqueísmo.

La doctrina bíblica de la depravación total se encuentra en pasajes como Génesis 6:5, Salmo 14:2-3, Jeremías 13:23, Juan 3:5-6, Romanos 3:9-19 y Efesios 2:1-3. Enseña que “todos los hombres son concebidos en pecado, y por naturaleza hijos de ira, incapaces de hacer el bien para salvarse, inclinados al mal, muertos en el pecado y en esclavitud al mismo, y sin la gracia regeneradora del Espíritu Santo no son capaces ni quieren volver a Dios, para reformar la depravación de su naturaleza, ni para disponerse a la reforma” (Cánones III/IV:3). Esta muerte espiritual y depravación sobrevino a todos los hombres “por cuanto todos pecaron” (Rom. 5:12). Los pasajes muestran que hay un mundo de diferencia entre el dualismo y fatalismo maniqueo, y la doctrina bíblica de la depravación total.

Las diferencias son especialmente estas cinco.

(1) El maniqueísmo es dualista, enseña que el mal existe independientemente y es igualmente poderoso con el bien, de modo que la lucha contra el mal es siempre incierta o sin esperanza. La Biblia enseña que, aunque Dios no es el autor del pecado, el pecado y la maldad son decretados por Él, como todas las cosas, y están enteramente bajo su dirección y control soberano (Ef. 1:11). En la lucha contra el mal, por lo tanto, Dios y su gracia ciertamente triunfarán, porque Él lo gobierna y lo usa para sus propios propósitos santos.

(2) El maniqueísmo no tiene nada que ver con la doctrina bíblica de la caída del hombre a través de la desobediencia a un mandato divino (Gen. 3; Rom. 5:12-21). La Escritura enseña que la depravación del hombre, aunque es un asunto de su naturaleza, no forma parte de su creación original, ya que Dios creó al hombre bueno y a su propia imagen (Gen. 1:26-27; Ecl. 7:29), siendo la depravación del hombre un castigo divino por su desobediencia, la muerte amenazada en Génesis 2:16-17 (ver Ef. 2:1). La depravación del hombre, también, está bajo el control de Dios.

(3) El maniqueísmo niega la responsabilidad del hombre. La Palabra de Dios es clara: la depravación del hombre es el resultado de su propia desobediencia y por ello es responsable, al igual que lo es por sus pecados actuales. Su incapacidad espiritual es su propia culpa. En el Salmo 51:1-5, David confiesa no solo su pecado real, sino también el
hecho de que fue formado en maldad y concebido en pecado. Nuestra depravación, por tanto, no es una excusa para pecar ni un estímulo para vivir como nos plazca, como sugerían los maniqueos, sino algo por lo que somos responsables, y algo de lo que solo debemos ser liberados, y podemos ser liberados, solo por la gracia de Dios.

(4) Según el maniqueísmo, su dios bueno no tomó parte en la creación de la materia, por lo que el mundo y el cuerpo humano están poseídos de mal/oscuridad. Contra el maniqueísmo, no es sólo el cuerpo físico del hombre el que es malo, sino toda la naturaleza del hombre: alma, espíritu, mente, voluntad y cuerpo. Tampoco el cuerpo es malo porque
sea material. El cuerpo del hombre fue creado bueno por Dios, y en cuerpo y alma es redimido y liberado cuando Dios lo salva. El problema no es que el hombre tenga un cuerpo que es inherentemente malo, sino que el hombre, con cuerpo y alma, ha caído en pecado y necesita ser salvado. Esta es la razón por la cual el Hijo de Dios asumió nuestra
naturaleza humana completa, incluyendo un cuerpo (Heb. 10:5; 2:16-17), para que Él pudiera liberarnos, en cuerpo y alma, del dominio del pecado.

(5) Dado el dualismo del maniqueísmo y sus falsos puntos de vista sobre la creación, el cuerpo, la caída y la responsabilidad del hombre, no es sorprendente que su doctrina de la liberación y la salvación humana sea totalmente diferente y opuesta al evangelio de Jesucristo. El maniqueísmo enseña que el hombre necesita ser liberado de su cuerpo y sólo así se salvará del mal. Eso no tiene ninguna relación con la enseñanza de las Escrituras, sino que es una noción pagana y hereje. La muerte es todo lo que se necesita para la salvación del mal en el maniqueísmo y no hay necesidad de Dios ni de su gracia. La Biblia enseña que Dios nos libera del mal a través de la cruz y la exaltación de
Jesús, y que por gracia experimentamos y recibimos una transformación completa de nuestra naturaleza, tanto del cuerpo como del alma, un renacimiento y transformación espiritual que es una obra milagrosa de Dios conocida sólo por la fe. Somos nuevas criaturas en Cristo (2 Cor. 5:17) e incluso nuestros cuerpos terrenales serán transformados a la
semejanza de su glorioso cuerpo (Fil. 3:21).

Mi depravación no es, por lo tanto, algo a lo que pueda apelar como excusa por mis pecados, sino algo que debe ser confesado como la fuente de todas mis malas acciones y mi propia culpa, y contra lo cual debo luchar toda mi vida. Tampoco es la lucha contra el mal, tal como yo la experimento, inútil, sino que, volviéndome al Señor Jesús en fe,
sigo adelante a la perfección (Heb. 6:1), confiando en que la buena obra que Dios ha comenzado en mí, será terminada en el día de Cristo (Fil. 1:6) Rev. Ron Hanko


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