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CR News – Mayo 2024 • Volumen XX, Número 1

       

La verdad es según la piedad (4)

La importancia del hecho de que “la verdad… es según la piedad” (Tito 1:1), es decir, que conduce, y da lugar a la piedad, se destaca aún más debido a su ubicación en la Palabra de Dios. Lo más sorprendente es que esta declaración se encuentra en el primer versículo de uno de los libros de la Biblia, siendo parte de su saludo inicial.

Segundo, se encuentra en el libro de Tito, una epístola pastoral, una categoría de cartas bíblicas que también incluye a 1ra y 2da de Timoteo. Evidentemente, los colaboradores apostólicos como Tito y Timoteo en el primer siglo necesitaron estar profundamente convencidos del poder de la sana doctrina para edificar al pueblo amado de Dios. Del mismo modo, especialmente los ministros, ancianos y diáconos, hoy en día, necesitan esta confianza en las Escrituras.

Tercero, la afirmación de que “la verdad… es según la piedad” (Tito 1:1) ocurre muy cerca, y en la misma frase, de una referencia a la importancia de la “predicación” (3). La idea es obvia: la verdad que es proclamada en la fiel predicación realmente convierte a los oyentes elegidos. Todos los verdaderos heraldos de la Palabra deben estar seguros de que el evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Rom. 1:16).

Cuarto, el libro de Tito es la epístola bíblica #1 sobre las buenas obras (1:16; 2:7, 14; 3:1, 8, 14). Al adicionar esto a Tito 1:1, concluimos que la creencia sincera de la verdad no es infructuosa, sino que produce realmente buenas obras por la gracia de Dios.

Quinto, Pablo envió esta epístola canónica a Tito, quien estaba trabajando en Creta (1:5), sobre la cual escribió: “Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos” (12). Por lo tanto, ¡la gran necesidad del pueblo degradado de Creta es “la verdad… que es según la piedad”! (1)

Este artículo y sus tres entregas anteriores son necesarias para ayudarnos a resistir el clamor por alguna “solución” inmediata o mundana en nuestras vidas personales o eclesiásticas, como la noción Wesleyana de la santificación completa en esta vida (contra Romanos 7:14-25) o la experiencia pentecostal del bautismo con el Espíritu Santo (acompañado por el hablar en lenguas) o la “adoración” moderna (que a menudo tiene un extraño parecido con la música pop o una discoteca) o cualquiera de los trucos muy promocionados de nuestros días.

Lo que necesitamos, como cristianos individuales y en nuestras vidas familiares y en nuestras congregaciones, no es algo más, algo adicional, alguna solución mágica, alguna nueva imitación del mundo que haya sido ideado por líderes liberales, hombres modernos, analistas culturales y gurús del crecimiento de la iglesia.

¡Realmente necesitamos la poderosa Palabra de Dios bendecida en nuestros corazones por el Espíritu Santo! Necesitamos las Escrituras inspiradas por Dios, las cuales son “útiles [1] para enseñar, [2] para redargüir, [3] para corregir, [4] para instruir en justicia”, porque tienen esta maravillosa meta y resultado: ” a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16-17).

Necesitamos profundizar en la revelación bíblica de Jesucristo crucificado y resucitado: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, ¡y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad!”. (Col. 2:9-10)! Rev. Stewart


¿Quién es el hombre de Romanos 7? (1)

La pregunta de este mes involucra un tema importante sobre el cual hay mucho desacuerdo: “¿Quién es el hombre de Romanos 7:14-25? Algunos dicen que es un incrédulo; otros dicen que es un legalista o alguien que está tratando de vivir por la ley, pero que fracasa; otros dicen que es un creyente que simplemente carece de victoria sobre el pecado en su vida porque aún no ha recibido alguna segunda bendición que el hombre de Romanos 8 lo ha recibido; otros dicen que es una descripción del andar normal del cristiano aquí en este mundo. ¿Qué posición adoptas tu y qué argumentos bíblicos tienes?”

Los diferentes puntos de vista del pasaje podrían ser reducidos a tres categorías. El primer punto de vista es que el hombre de Romanos 7 es un incrédulo y Pablo está describiendo su propia vida antes de ser salvo, la vida de alguien que trata de vivir por la ley y fracasa (1 Tim. 1:7) —este fue el punto de vista de Arminio (1560-1609). — El segundo punto de vista es que el hombre de Romanos 7 es un cristiano que carece de alguna bendición, y por lo tanto no es un creyente “espiritual” sino carnal, este es el punto de vista de muchos evangélicos. El tercer punto de vista es que este hombre es un creyente “normal” u “común” y Pablo está hablando de sí mismo después de su conversión. En el último caso, Romanos 7 está describiendo las luchas espirituales que todos los cristianos experimentan — este es el punto de vista de Calvino, Lutero y los demás Reformadores.

Es interesante que la disputa sobre este pasaje estuvo en el corazon de la controversia Arminiana del siglo XVII y que dio lugar a la redacción de los Cánones de Dordt (1618-1619). Arminio predicó y enseñó una interpretación de Romanos 7 que inició el conflicto. Su punto de vista era que Romanos 7 describía a un hombre que fue “despertado” pero no salvado, un punto de vista que es similar al de muchos evangélicos. A estas personas a veces se les describe como “buscadores”, que se supone que tienen un sentido de su propia pecaminosidad y de la conveniencia de Cristo, pero carecen de fe salvadora en Él. Algunos atribuyen tal condición espiritual a la “gracia común” y otros a las operaciones comunes no salvadoras del Espíritu Santo.

Sin entrar en todos los puntos de vistas de este capítulo, estamos convencidos de que Romanos 7:14-25 es una descripción del cristiano “común”, salvado por gracia, liberado del dominio del pecado, pero aún no de la presencia del pecado, luchando con su pecado y también encontrando en sí mismo los frutos de la gracia salvadora de Dios. Esta interpretación del pasaje está en el corazón de la diferencia entre el Calvinismo y el Arminianismo, entre la enseñanza de las Escrituras con respecto a la depravación total del hombre y todo intento de comprometer, entre una visión de nosotros mismos que es fiel a la Palabra de Dios y la herejía autocomplaciente del libre albedrío del hombre. Además, esta última posición socava la seguridad y destruye la confianza en Cristo.

Por lo tanto, estamos de acuerdo con Lutero, quien dijo: “Pablo, como buen hombre que era, anhelaba estar sin pecado, pero estaba encadenado al pecado. Yo también, al igual que muchos otros, anhelo estar fuera del pecado, pero esto no puede ser. Eructamos los vapores del pecado; caemos en él, nos levantamos de nuevo, nos azotamos y nos atormentamos noche y día; Pero, puesto que estamos confinados en esta carne, puesto que tenemos que llevar con nosotros a todas partes a este saco apestoso, no podemos librarnos completamente de él, ni siquiera dejarlo inconsciente. Hacemos vigorosos intentos para lograrlo, pero el viejo Adán conserva su poder hasta que sea depositado en la tumba”.

En defensa del punto de vista de que Romanos 7 describe al cristiano “común”, apelamos primero a la experiencia de cada creyente. ¿No es el caso que, si Romanos 7 describe a un incrédulo, entonces la mayoría o todos nosotros tendríamos que considerarnos incrédulos? Si un incrédulo puede decir, y de hecho dice: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago” (19), ¿no pone eso en duda la profesión de fe de cada hijo de Dios? Si esa es la confesión de un incrédulo, entonces ¿el cristiano es aquel que dice: “el bien que quiero, eso hago, y el mal que no quiero, eso ya no hago más”? La mayoría de nosotros no se atrevería a decir eso, entonces, ¿dónde nos encontramos?

Si Romanos 7 está describiendo a alguien que está “despierto” pero no salvo— lo que el puritano Matthew Mead describió como un “casi cristiano”, entonces me resulta muy difícil distinguirme de un incrédulo o de un casi cristiano. — En su libro, “The Almost Christian Discovered” (El casi Cristiano descubierto), Mead dice que no quiere golpear a los
hijos con el palo que está reservado para los perros, pero eso es exactamente lo que hace. Al describir las características del casi cristiano, no deja al lector otra opción que considerarse a sí mismo menos que un cristiano, a menos que se vea a sí mismo por encima de la lucha que Pablo describe en Romanos 7, viviendo una especie de vida cristiana victoriosa mucho más allá de la tentación y el mal.

Si Romanos 7 está describiendo a algún tipo de cristiano de segunda clase o carnal, eso también elimina la posibilidad de que la mayoría de nosotros nos veamos a nosotros mismos como cristianos o creyentes “normales”. Si tal persona carnal y no espiritual es una persona que quiere hacer el bien y odiar el mal, que ama la ley de Dios, pero no puede obedecerla, la mayoría de nosotros nos juzgaremos a nosotros mismos como carnales y no espirituales, y sin las bendiciones y la gracia salvadora prometidas en la Palabra de Dios.

Para decirlo de otra manera, si un incrédulo, o un cristiano que carece de alguna segunda bendición o victoria prometida en la Palabra de Dios, puede decir las cosas que Pablo dice en Romanos 7:14-25, entonces no hay diferencia entre él y un verdadero cristiano, a menos que el cristiano sea algún tipo de súper santo.

Nuestro segundo argumento es el pasaje mismo y las declaraciones que este “hombre” hace. Nos referimos a lo siguiente y estamos de acuerdo con Lutero en que esta no es la voz de la naturaleza humana no redimida o del viejo Adán:

“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago”. (15)
“Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena”. (16)
“Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo”. (18)
“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”. (19)
“Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí”. (20)
“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí”. (21)
“Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;” (22)
“pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”. (23)
“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (24)
“Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”. (25)

No es propio del incrédulo odiar el pecado y el mal, querer hacer el bien, ver la ley de Dios como buena y deleitarse en ella, admitir que en su carne no mora nada bueno, reconocer su miseria espiritual, anhelar la liberación del cuerpo de muerte, confesar que sirve a la ley de Dios con su mente y agradecer a Dios por medio de Jesucristo por la liberación. Estas son las marcas y los frutos de la gracia salvadora, una clara evidencia de que el que está hablando en Romanos 7 es un creyente. La única manera de profesar la posibilidad de encontrar tales cosas en un incrédulo es negar la depravación total del hombre y encontrar en aquellos que están perdidos algo bueno a los ojos de Dios, y algunos buscando al Señor, en contra del Salmo 14:2-3.

En su conferencia sobre Romanos 2:21, Lutero dice: “No es la voz de la naturaleza humana o del viejo Adán la que dice: ‘Aborrezco a los hombres hipócritas; Mas amo tu ley”. (Sal. 119:113), o: ‘¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!, y más dulces que la miel a mi boca!’ (Sal. 119:103) o: ‘Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal’ (Sal. 19:10). Esta es la voz del hombre nuevo y espiritual, pues el salmista continúa diciendo: ‘Además, tu siervo los ha amado y los guarda'”.

Hacer de las palabras de Romanos 7:14-25 las palabras de un incrédulo, es borrar la diferencia entre creyentes e incrédulos, y destruir cualquier posibilidad de que los creyentes estén seguros de que son hijos de Dios “observando en sí mismos, con un gozo espiritual y un santo placer, los frutos infalibles de la elección indicados en la Palabra de Dios, que son una verdadera fe en Cristo, un temor filial a Dios, un dolor piadoso por el pecado, un hambre y sed de justicia, etc.” (Cánones I:12).

Toda actividad espiritual, toda señal de vida espiritual y todo verdadero “despertar” del pecador muerto es la obra salvadora del Espíritu Santo en la regeneración. Excepto por las operaciones soberanas y salvadoras del Espíritu, no hay temor santo de Dios, sino sólo terror, así como no hay odio al pecado, ni deseo de santidad, ni sed de justicia, ni búsqueda de Dios, ¡Si no fuera por Su obra, el pecador estaría espiritualmente muerto! Rev. Ron Hanko


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