Herman Hanko
Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.(Jeremías 31:3). Entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (Efesios 2:3)
La pregunta es: “¿Es Dios tanto amor como enojado con los cristianos al mismo tiempo antes de su conversión?”
El problema que levanta el que pregunta, levanta está parada en una mis concepción muy común. Esa mis concepción es: El enojo es incompatible con amor. ¿Pero es esto verdad? Pensemos en esto por un momento. Aún en relaciones humanas es posible estar enojado con un amigo, mientras que el amor por el amigo permanece constante. Tal vez, el amigo ha hecho algo cruel y estamos justamente enojados ante este acto de crueldad. Lo mismo es verdad de la relación entre padres e hijos. Padres, especialmente padres del pacto, aman a sus hijos profundamente. ¿Pero este amor excluye enojo cuando sus hijos son desobedientes? De ninguna manera. Así es en la relación de Dios con Sus hijos. Puede amarlos y estar enojado con ellos al mismo tiempo. Podemos llevarlo incluso un paso mas adelante. Dios esta enojado con ellos porque los ama.
Debemos ver al asunto un poco más de cerca, para que entendamos bien, porque toca en un importante aspecto de nuestra vida en relación con Dios.
Dios ama a los Suyos con un amor eterno. Este es el lenguaje claro e inequívoco de Jeremías 31:3, el cual esta incluido en esta pregunta.
Este amor eterno que Dios tiene por Su pueblo no es, de ninguna manera, establecido o basada en ellos. Esta gente, no solo no han hecho nada para merecer ese amor; pero han hecho todo para no merecer ese amor, porque han pecado en Adán y su carne siempre trae obras malvadas.
El amor de Dios está basado en Su propio ser. El se ama a sí mismo con perfecto amor como el Dios Trinitario. El soberanamente y libremente escoge revelar ese amor de manera que El ama perfectamente a pecadores indignos los cuáles hace el objeto de su amor. Aquellos a quienes Dios hace el objeto de su amor, son aquellos que Dios escoge para que sean sus elegidos.
Estos elegidos son, por naturaleza y por nacimiento, depravados. Dios no puede y no los ama como pecadores; esto sería imposible. El los ama en Jesús, Su hijo, a quien lo dio para hacer el sacrificio perfecto por el pecado, que solo el Hijo de Dios pudo hacer. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:10)
Este amor eterno de Dios no significa que Dios no puede estar enojado con Su gente. El está enojado… frecuentemente. El está enojado con ellos cuando están como inconversos. Está enojado con ellos porque han volteado sus espaldas a Su ley, y han caminado en sus propios caminos; cuando son desagradecidos por todas las bendiciones; cuando desprecian las cosas buenas que Dios les da.
Pero este enojo de Dios es mostrado para que sea su experiencia. Mientras son inconverso, conocen el enojo y la ira de Dios. Pero también es su experiencia, cuando, después de ser convertidos, se vuelven a caminos pecaminosos y no confiesan sus pecados. (Lee Salmo 32)
Pero este enojo no es incompatible con el amor. Dios hace que su gente experimente su enojo para restaurarlos y traerlos a El. Conociendo su enojo, imploran con dolor por sus pecados y buscan perdón en la misericordia de Dios. Cualquier hijo que ama a sus padres, hace lo mismo. No soporta ver a sus padres enojados con el; pero el enojo se vuelve un medio para traer arrepentimiento.
Especialmente cuando Dios nos castiga, experimentamos su enojo en nosotros. Esto explica porque el salmista dice “Jehová, no me reprendas en tu enojo. Ni me castigues con tu ira.” (Salmo 6:1). Recuerda que este es un converso David que ora esto.
Pero es muy diferente con el impío. Dios está enojado con ellos también, por supuesto. Pero el enojo de Dios, no es el de corrección de amor, pero el de destrucción de odio y de maldición. Dios amó a Jacob, pero odió a Esaú “Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí.” (Rom. 9:13). Sobre Esaú derramó su ira. Esto también está basado en el ser de Dios: Su amor propio como el único Dios verdadero; Su odio por el pecado; Su ira vengadora contra los trabajos de maldad.
Es por la ira de Dios derramada sobre sufijo, que el creyente corre con rapidez a la cruz para esconderse debajo de su sombra. La cruz es la muestra de cómo Dios trata con nosotros. La cruz es el terrible sufrimiento que fue para Cristo porque toda la ira de Dios por el pecado de los elegidos fur derramada en Cristo. Fue la completa ira de Dios como se revela en el infierno. Vino sobre Cristo en una medida completa que no conoció nada más que ira, y fue tan ahogado en ella, que por un instante no pudo comprender porque este terrible mar de dolor lo rodeaba. “Mi Dios, mi Dios, ¿Porque…?” Y aún en ese momento cuando Cristo conoció únicamente la ira de Dios, Dios si se pudiera, lo amó más. Porque Cristo, incluso en esa hora obscura, amó a Su Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerzas. Cristo, incluso al fondo del infierno dijo: “No puedo entender esta terrible agonía, ni porque estas enojado conmigo; pero O mi Dios, te amo aún!”. ¿Como es posible que Dios tuviera nada mas que amor por su Hijo amado – incluso cuando Cristo conoció nada mas que ira? Era la muestra del amor de Dios por si mismo reflejada en amor por pecadores como tu y yo.
Cada hijo de Dios conoce algo de la ira de Dios. No concluyamos de este enojo, que Dios ya no nos ama o que no somos sus hijos; arrepintámonos de nuestros pecados, dejar nuestros malvados caminos, y huyamos a la cruz por refugio. Allí, encontraremos el amor de Dios en todas sus increíbles bendiciones.