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El juicio final / The Final Judgment

Rev. Rodney Kleyn

Apocalipsis 20:11-15
5 Junio 2016 / Numero 3831
Reformed Witness Hour (http://reformedwitnesshour.org/broadcast/the-final-judgment-2/)

Queridos Amigos del Radio,

Hoy, en nuestra serie de mensajes sobre los últimos tiempos y la venida de Jesucristo, vamos a hablar sobre el juicio final. Vamos a hacer esto desde Apocalipsis, capítulo 20, versículos 11-15.

Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él, de delante del cual huyó la tierra y el cielo; y no fué hallado el lugar de ellos. Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos: y otro libro fué abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar dió los muertos que estaban en él; y la muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos; y fué hecho juicio de cada uno según sus obras. Y el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué lanzado en el lago de fuego.

Cuando piensas en el Día del Juicio, anhelas el Día del Juicio, o te aterroriza? Como un creyente deberías anhelarlo. Cuanto más horas en medio de tus problemas y pruebas, “ven, Señor Jesús”, también deberías orar por el Día del Juicio y anhelarlo. Cuanto más anheles la resurrección de tu cuerpo y ser perfecto como Jesucristo, también debes orar por el Día del Juicio. Cuanto mas desees liberarte del pecado y estar ante la presencia de Jesucristo y disfrutar de las maravillas del cielo, tanto más deberias anhelar el Día del Juicio Final.

Eso es porque, cuando más pensamos acerca de los tiempos del fin, o incluso acerca de nuestra vida en el presente, la gloria de Dios lo más importante. El Día del Juicio será una teodicea. Será una vindicación de Dios. Será una demostración pública de que Dios es recto y justo en todo lo que hace. Esto es más importante que lo que recibirás o lo que piensas sobre el cielo o el infierno.

Este también debería ser nuestro anhelo porque este es el primer propósito de la venida de Jesús, la primera razón de nuestra resurrección. Hoy, Jesús es exaltado y está esperando por este aspecto final de Su exaltación, cuando vendrá de nuevo como Juez, y cuando la resurrección, la cual consideramos la semana pasada, tenga como propósito el juicio: una resurrección para vida y una resurrección para condenación.

Además, debes anhelar el juicio porque sin él no puedes disfrutar de las maravillas del cielo. Piensa en la imagen del Antiguo Testamento de Israel entrando en la tierra de Canaán. Ellos no podían recibir a Canaán como su posesión hasta que el juicio de Dios viniera sobre los cananeos. A través del juicio, entonces, vino su salvación.

Pero también podemos anhelar el cielo, como creyentes, con confianza, porque tú y yo, que creemos en Jesucristo, no debemos temer el juicio. El Juez en ese día será nuestro Salvador, el que murió y dio su sangre por nosotros. El juicio no se enseña en la Biblia para enviarnos al cielo a través del temor sino para recordarnos la santidad y la justicia y la gracia y la misericordia de Dios, para que aquellos que lo aman vivan vidas que sean más santas y entonces estén mejor preparadas para el día de Jesucristo.

Al mirar estos versículos, lo primero que notamos es quién será el Juez. En el versículo 11, Juan dice: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos.” Esto responde la pregunta de quién será el juez. Observe lo que ve Juan. Juan ve un trono. Este no es un trono de realeza, pero este es un trono de juicio. Esa es la forma en que se presenta en otras partes de las Escrituras también. II Corintios 5:10: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo” Mateo 25:31 también representa a un rey, sentado en un trono, en juicio.

Hay que notar tres cosas aquí sobre este trono. Primero, su tamaño. Juan vio un gran trono blanco. Se eleva por encima de la gente. En Isaías 6: 1, Isaías ve al Señor, alto y sublime, en un trono. Esto se refiere entonces a Su majestad.

Segundo, este trono es blanco. Es blanco puro. Esto es un reflejo de la pureza de Dios. Así que Isaías dice: “si [vuestros pecados] fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Eso significa sin pecado. Esto se refiere a la santidad de Aquel que se sienta en el trono.

Entonces, nótese también que el trono es solitario. Está solo. Leemos al final del versículo que el cielo y la tierra huyeron, y que no se encontró ningún lugar para ellos. Esta es una presentación del trono diferente de lo que leemos acerca del trono en Apocalipsis 4, donde los veinticuatro ancianos y los cuarenta y cuatro mil aparecen ante el trono. Ahora, nadie puede pararse ante este trono porque es el trono del juicio justo de Dios.

En realidad, no vemos al que sentado en el trono, aunque está identificado por nosotros en el versículo 12, pero aquí no hay ninguna descripción de Dios en el trono. Eso es porque nadie puede ver la gloria de Dios y vivir. Lo que las Escrituras describen aquí es la majestad y la justicia y la santidad de Dios. Al cristianismo moderno de hoy no le gusta pensar en Dios de esta manera. Les gusta pensar en Él como un Dios de amor, y el juicio es negado. O tratan de suavizar el juicio hablando de Jesús el Cordero como el Juez. Pero vemos a lo largo de las Escrituras que Dios se presenta como un juez justo, santo y recto. Desde el principio Él vino contra Adán y Eva y ellos huyeron de Su presencia. Cuando Caín mató a su hermano Abel, entonces Dios vino. Cuando el mundo fue destruido con un Diluvio, entonces Dios vino como Juez. El juicio de Dios vino sobre Egipto en las diez plagas. El juicio de Dios vino sobre los cananeos por su idolatría. El juicio de Dios vino sobre Saúl y luego sobre Israel, las diez tribus del norte, a causa de su rebelión y desobediencia.

Eso no cambia en el Nuevo Testamento. Jesús habla palabras de juicio: “¡Ay de ti!”, Les dice a los judíos de su época: “¡ay de ti, Tiro y Sidón!”. Los apóstoles predicaron el juicio, y enseñaron que Jesús vendría como juez al final. Desde el principio hasta el último libro de la Biblia, donde leemos sobre las copas de la ira de Dios, vemos a Dios como el Juez. Hablar de Jesús como Juez no lo suaviza en absoluto porque en Apocalipsis 6:16 leemos acerca de la “ira del Cordero”.

Dios es el Juez en el último día, y Él es un Juez justo. Él tiene el derecho de ser juez porque Él es Dios. El resultado del juicio, porque Dios es justo, será un resultado perfecto. Este juez no puede ser sobornado. Él no puede ser forzado o manipulado por el hombre. Él conoce todas las evidencias y dará una explicación perfecta, y habrá una precisión perfecta en su juicio final en el último día. Entonces Dios, el Justo, es el Juez.

Cuando decimos que Dios es el Juez, no queremos decir que Jesús no será el Juez. No vamos enfrentarlos entre sí, sino que Dios ha designado a su Hijo Jesucristo para que sea el Juez y El representará a Dios en el Día del Juicio Final desde el trono. En Juan 5, Jesús dice: “el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo”. Esto será parte de la gloria final de Jesucristo. No hay contradicción aquí porque Jesús, el Hijo, es Él mismo Dios. Vemos una unidad en las personas de la Deidad cuando hablamos de Jesús como el Juez. Eso sale, un par de capítulos más adelante, en Apocalipsis 22: 1 y 3. El versículo uno habla “del trono de Dios y del Cordero”. Ese es un trono. Entonces el versículo 3 dice, “Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán”. El pronombre posesivo “su” es importante aquí. Normalmente, en inglés, después de haber dicho “el trono de Dios y del Cordero”, diría: “sus, de ellos, siervos los servirán”. Pero aquí dice que “sus, de el, siervos le servirán”. Así que el trono del Cordero es también el trono de Dios porque el Cordero es Dios. Dios mismo designará a Jesucristo, el justo, para que venga con la vara de hierro y juzgue.

¿Quién se parará ante el trono para ser juzgado? Esto se contesta en el pasaje del siguiente versículo, Apocalipsis 20:12: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios”. La idea es que este será un juicio general y universal de todos los que alguna vez vivieron. No será un juicio solo de los malvados, sino también de los justos. No será un juicio solo para los hombres, pero también será un juicio de los ángeles. Todos serán juzgados juntos. Esto es lo que la Biblia enseña. No futurus, juicios múltiples, sino un juicio final en el que se juzgará a todas las criaturas morales y racionales.

Eso está claro en el pasaje cuando dice: vio a los muertos, pequeños y grandes, parados frente al trono. “Pequeños y grandes” se refiere a personas de todas las clases. Los “muertos” se refiere a aquellos que ahora han sido resucitados de entre los muertos como vimos en Juan 5 la semana pasada. Habrá una resurrección tanto de los justos como de los Injustos. El versículo 13 indica que estas son todas las personas que alguna vez han vivido. “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras” Así que hay un juicio universal de todos. Los versículos 12 y 15 hablan del libro de la vida. Esto indica que los justos también se pararán en ese día y serán juzgados, y sus nombres, porque están escritos en el libro de la vida, significarán que no serán enviados al lago de fuego.

Vemos que esta es la enseñanza del resto de las Escrituras también. Podemos comenzar, por ejemplo, en Daniel 7:10. Primero, en el versículo 9, hay un gran trono y el Anciano de días se sienta en ese trono y Su vestido es blanco como la nieve, Su cabello es como lana pura, y Su trono como una llama ardiente. Luego leemos en el versículo 10 que “millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él; el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos“. Millones de millones se refiere a la humanidad completa, a toda la humanidad.

En la enseñanza de Jesús en Mateo 25 vemos nuevamente que este es un juicio universal: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.“(vv. 31, 32). Entonces el resultado del juicio allí en Mateo 25:46 es este: “E irán éstos [los impíos] al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.”

II Corintios 5:10 dice: “es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo”. Y nuevamente, en Hechos 17:31, “por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos”.

Cuando hablamos de un juicio final, no queremos decir que este es el último juicio en contraste con los juicios anteriores, sino queremos decir que habrá un juicio final. Eso no significa que no haya revelaciones anteriores del juicio de Dios contra el hombre. No, en esta vida la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres. La conciencia del hombre sabe que hay consecuencias para el pecado del hombre en esta vida, y también hay recompensas. Dios ha expresado su juicio en la cruz. Jesús dice cuando va a la cruz: “Ahora es el juicio de este mundo, ahora es el príncipe de este mundo expulsado”. Además, en la muerte hay un juicio preliminar. Las almas de los creyentes pasan inmediatamente a la gloria en la primera resurrección. En la primera muerte, las almas de los incrédulos no reciben esta bendición, pero reciben tormentos. Luego está el juicio en la aparición de Jesucristo inmediatamente antes de este juicio final. En la resurrección estamos parados en nuestros cuerpos resucitados, una resurrección para vida y una resurrección para condenación.

Apocalipsis 20 alude a esta resurrección cuando dice: “Vi a los muertos … de pie ante Dios”. Ese es el lenguaje de Apocalipsis 5, donde vemos al Cordero que había sido inmolado de pie delante del trono, o los dos testigos de Apocalipsis 11 quien había sido asesinados, ahora están puestos de pies. Ahora, los muertos están de pie delante de Dios. Ellos son resucitados. Entonces, en el momento que sigue inmediatamente a nuestra resurrección, este juicio tendrá lugar.

Este juicio será milagroso. No podemos explicar todos los detalles, excepto para declararlo. Cómo sucederá, cómo se revelarán todas nuestras obras, cómo se juzgará a cada uno, cómo todo esto será posible en un abrir y cerrar ojos no podemos describirlo, excepto para declararlo y creerlo como un milagro de que Dios hará en ese último día.

¿Qué es lo que Dios juzgará cuando los hombres se presenten ante Él? Usted ve esto en el pasaje cuando, en el versículo 12, donde leemos, “los libros fueron abiertos … y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras”. La idea de los libros que fueron abiertos son que hay un registro de las obras que todos han hecho, ya sean buenas o malas. Hay un libro para cada uno que alguna vez vivió que contiene un registro completo de todo lo que ha hecho alguna vez. La apertura del libro da la idea de que todo se revelará en ese último día y de que todo lo que una persona haya hecho se levantará como evidencia en el Día del Juicio. Habrá una exposición completa.

No tomamos esto literalmente, que Dios escribe libros para cada uno, pero esta figura, esta ilustración, representa al menos estas dos cosas. Primero, que Dios es omnisciente, que Él lo sabe todo, que cada trabajo que hemos hecho será llevado ante Dios. Todo pensamiento secreto, toda palabra ociosa hablada, no habrá nada escondido. La otra cosa que estos libros y su apertura indican es que hay un registro de cada pecado que un hombre ha cometido grabado en su propia mente y conciencia. No es que recordemos todos y cada uno de los pecados que cometemos o todas y cada una de las acciones que realizamos, pero esto significa que somos moldeados por nuestros pecados y que nuestras acciones dejan una marca en nuestra vida. En el Día del Juicio, quiénes somos se revelará ante Dios. Nuestro carácter, lo que somos, está formado por nuestros pecados. Eso es lo que se expondrá en ese día. Este será un juicio personal. Los libros se abrirán y, uno por uno, cada uno se parará y será juzgado ante el trono.

Pero ahora, es importante observar al contemplar este versículo y el resto de la Escritura, que somos juzgados no solo en base a lo que hacemos o de nuestras obras, sino que notamos que somos juzgados “según nuestras obras”. Los muertos fueron juzgados por las cosas que estaban escritas en los libros según sus obras. La idea es esta: Si nos juzgarán en base a nuestras obras, todos merecerían el infierno. Pero nuestro juicio es segun nuestras obras.

Entonces, hay otro libro que se abre además de esos libros. Ese es el libro de la vida. Esto no es un registro de las acciones del hombre, pero es un registro de los nombres de las personas elegidas de Dios. Este libro, según Apocalipsis 17: 8, está escrito antes de la fundación del mundo. Entonces, es un registro de la elección de Dios de algunos a la vida eterna. En el capítulo 13: 8 leemos de este libro de la vida que pertenece al Cordero que fue inmolado. Esto indica que el Cordero, cuando va a la cruz, da la sangre de su vida por aquellos cuyos nombres están escritos en este libro, es decir, para los elegidos. Este segundo libro se abre para que la evidencia que se presenta ante Dios en el Día del Juicio final no sea solo la evidencia de lo que el pueblo de Dios ha hecho -sus obras- sino también la evidencia de lo que Dios ha hecho por ellos en la muerte de Su Hijo Jesucristo y en su eterna elección de ellos. Entonces, nuestro juicio final no está basado, nuestra salvación no está basada en nuestras obras, sino que se basa en el hecho de que Dios ha escrito nuestros nombres en Su libro y que Su Hijo ha dado la sangre de Su vida por nosotros.

Sí, seremos recompensados ​​según nuestras obras. Pero incluso nuestras obras son el resultado de la gracia de Dios en nosotros. La salvación no es por obras, para que nadie se gloríe.

En el texto también vemos el resultado del juicio. Esto es algo a lo que volveremos en los próximos dos mensajes cuando hablamos del infierno y luego del cielo. Pero vemos aquí el castigo de los malvados. “el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (v. 15). El lago de fuego es el infierno. Este es un lugar fuego continuo. Si regresas al versículo 10 y ves que este es el lugar donde ya están el diablo, la bestia y el falso profeta. Entonces, hay una especie de prejuicio para ellos. En el versículo 14 leemos que la muerte y la sepultura fueron arrojados a este lago de fuego. Esa es una imagen muy hermosa porque significa el final de la muerte para el pueblo de Dios y el final de la maldición. La muerte y la maldición también son destruidas por Jesucristo. La segunda muerte tiene la idea de la muerte final del cuerpo y el alma juntos en el infierno para los malvados. Mateo 25 habla de este lago de fuego como un lugar preparado para el diablo y sus ángeles desde antes de la fundación del mundo. Esto está en contraste con el libro de la vida, que es el decreto de la elección de Dios. Ahora vemos la reprobación (en contraste con la elección) de Dios, que Dios prepara este lago de fuego en Su decreto de reprobación y ordena a algunos para condenación. Eso no significa que Dios es injusto, porque vemos aquí que los malvados son castigados según sus propias obras y como resultado de ellas.

Pero lo que se revelará en ese Día del Juicio final es este, que Aquel que se sienta en el trono no solo es santo sino recto y justo en todos Sus juicios. Él es justo en el castigo del diablo y la bestia y el falso profeta y todos los impíos y los demonios, los ángeles impíos, que son arrojados al lago de fuego. Ellos reciben lo que merecen. Él es justo, también, en la salvación de los elegidos, que es la expresión de su misericordia. En ese día, los redimidos, que creen en Jesucristo y confían en Él para su salvación, no obtendrán lo que se merecen, sino que recibirán justicia porque Cristo ya ha ocupado su lugar. Él ha recibido justicia para ellos, y lo que merecemos (el infierno) ya habrá sido pagado por Jesucristo, y los justos partirán hacia el gozo y la gloria eterna en la presencia de Dios.

A veces preguntamos: ¿Cuál será la experiencia de los impíos en el infierno? A veces los hombres dicen con ligereza cosas como esta: “Bueno, puedo ir al infierno, pero al menos estaré con mis amigos”. No, queridos oyentes, en ese último día, cuando Dios envía al impío al infierno, allí no habrán saludos de amistad, celebraciones . No habrá sonrisas. No habrá compañerismo. Solo la oscuridad extrema y el lloro y el crujir de dientes: un ardor que nunca cesa, un gusano que come pero nunca consume, nunca muere. Eso es un infierno, es es ser expulsado de la presencia de Dios.

Al pensar en el Día del Juicio, ¿cuál es la respuesta adecuada? Es esta: mira a Dios, el que está en el trono. Él espera tu alabanza, y tu adoración porque Él es digno de ella. El texto aquí que habla de Dios como Juez revela al menos tres cosas sobre él. Primero, que Él es el Señor soberano sobre todos. Cuando estemos en el Día del Juicio Final, no habrá nadie que se mantenga firme en su propia justicia, no habrá quien diga: “Bueno, hice esto o aquello por Jesucristo”. No, todos confesaran ese día la soberanía de Dios. Hasta los malvados se arrodillaran y dirán: “porque tuyo, [oh Jehová] es el reino, y el poder, y la gloria”. Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará.

El hecho de que Dios es Juez también revela que Dios es justo. En ese día, todo error será corregido. Todos los marcadores serán empatados. No tenemos que buscar venganza en esta vida porque Dios lo hará en ese día. Su venganza será mucho más de lo que nunca que tú o yo hayamos soñado. Dios es justo.

Pero también este juicio revela, que Dios es un Dios de infinito amor, gracia y misericordia. Hay realmente un versículo en las Escrituras que lo resume todo: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Entonces, cuando digo que nuestra respuesta debe ser de alabanza y adoración, me refiero a esto: responde poniendo tu fe en Jesucristo, adorando al Padre a través del Hijo. Ningún hombre puede venir al Padre sino por Jesucristo.

Entonces, estamos reconciliados con Dios solo por la fe en Su Hijo Jesucristo. Fue en la cruz en donde Él soportó la muerte y el infierno que merecemos, que soportó la ira de Dios en lugar de los pecadores.

Oremos.

Padre, te agradecemos que le has dado a tu Hijo que lleve en su cuerpo lo que merecemos eternamente. Danos fe para creer y confiar en Él y, si hay algunos que hoy escuchan este mensaje que no son creyentes, conviértelos, Señor, de su camino de pecado, trabaja en sus corazones una fe en Jesucristo y una confianza y dependencia de Él para vida eterna. Él es nuestra única esperanza. En su nombre oramos, Amén.

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