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¡Dios es amor! / God Is Love!

      

Rev. Angus Stewart

«Dios es amor»: ¡ésta es la afirmación resonante y conmovedora de la Sagrada Escritura (I Jn. 4:8 y 16)!

Dios es amor porque Dios es Trino, subsistiendo en tres Personas eternamente distintas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Dios no empezó a amar con la creación de los hombres y los ángeles. Siempre ha amado, porque Él es amor en sí mismo eternamente. En la Divinidad, el Padre y el Hijo se aman fervientemente en el Espíritu Santo, vínculo divino y personal entre las dos primeras Personas de la Trinidad. El Hijo es eternamente amado «en el seno del Padre», como Su «Hijo unigénito», que lleva «la imagen misma» de Su Padre (Jn 1:18; Heb. 1:3). ¡Qué gozo y seguridad tienen el Padre y el Hijo en su amorosa comunión y amistad!

Como este amor es amor de Dios, se caracteriza por todas las perfecciones divinas. El amor de Dios no es limitado, temporal, cambiante, impío o débil. El amor de Dios es un amor infinito, eterno, inmutable, santo y todopoderoso, como dice el Catecismo Menor de Westminster (P y R 4).

Colosenses 3:14 describe el amor como «el vínculo de la perfección». Este vínculo es absolutamente perfecto en la Trinidad, pues los dos que se aman, el Padre y el Hijo, son infinitamente puros y hermosos, y el vínculo personal de amor que tienen el uno por el otro es el Espíritu totalmente divino. ¡Qué unión tan perfecta que consiste en un amor pactado y una comunión deliciosa!

Pero ¿cómo ama Jehová a su pueblo escogido que ha caído en la iniquidad y la miseria de Adán? ¿Cómo puede existir un vínculo perfecto de amor entre los humanos pecadores y muy imperfectos y el Dios tres veces santo que posee todas las perfecciones?

La respuesta es que el Altísimo nos ama sólo en Cristo. Sólo en Cristo somos elegidos, redimidos, regenerados, llamados, justificados, adoptados, santificados, preservados y glorificados. Sólo en Cristo puede y nos ama Dios con ese vínculo perfecto del amor divino. En Cristo participamos incluso (de forma creatural) del amor eterno y bendito de la Santísima Trinidad. ¡Con razón exclama el apóstol que nada «nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Ro. 8:39)! Este es el amor absolutamente indestructible e inquebrantable del Dios todopoderoso y misericordioso por el pueblo de su pacto, sellado en la sangre de Jesús.

Esta es la maravilla de la cruz de Cristo, porque «como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn. 13:1). A través de Su vida y muerte, y de nuestras vidas y muertes, y a través de las interminables edades del mundo venidero, el Hijo de Dios nos ama hasta el fin.

Creyendo en el amor particular y poderoso del Padre -supremamente demostrado en el Calvario-, el hijo de Dios se aparta de sus pecados en arrepentimiento y vive agradecido a su Creador y Redentor por tan gran salvación. Ama al Dios Trino revelado en Su Palabra, ama al pueblo del Señor y ama a su prójimo por amor a Cristo. Porque recuerda: «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor» (I Jn. 4:8).

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