Por Herman Hoeksema
La naturaleza del pacto
Estamos de acuerdo pues, con el Dr. Bavinck, cuando él afirma que el pacto, en sí mismo, es la propia esencia de la religión, ésto es, de la religión en el sentido de esa comunión con el Dios viviente. Y lo expresaremos de una manera más clara y concisa mas adelante, manteniendo firmemente que el pacto es, en esencia, la comunión con el siempre bendito Dios. También estamos de acuerdo con Kuyper cuando define el pacto como un acto de amistad. Y de nuevo, enfatizaremos esta idea, insistiendo en que el pacto es en sí mismo, esencialmente, una relación, un vínculo de amistad. En consecuencia, definiríamos la idea del pacto como aquel vínculo vivo de comunión entre Dios y el hombre que asume la forma particular de amistad. Y por amistad queremos denotar ese vínculo de amistad y comunión íntima de amor que subsiste entre las personas sobre la base de la máxima igualdad posible que difiere en cuanto a las propiedades personales. Los amigos no tienen secretos, entran en la vida de cada uno. Y esto sólo es posible sobre la base de la igualdad. Por otra parte, la verdadera amistad es compañerismo, y la comunión no puede subsistir entre personas que sean idénticas en todos los aspectos. Se complementan entre sí. La amistad perfecta es un vínculo entre personas que, juntas, conforman una unidad perfecta, que carece de nada y en la que nadie puede entrar. Por lo tanto, sobre la base de la igualdad debe haber distinción personal. Y la idea del pacto se expresa brevemente en el término amistad, o vínculo de amistad entre Dios y el hombre. En ese vínculo Dios es el Amigo soberano, que se revela al hombre, lo conduce a los secretos de su consejo y voluntad, le abre su corazón y le hace probar su bendita gracia; el hombre es el siervo amigo de Dios, que habita en su casa, camina y habla con Él, lo ama con todo su ser y se consagra a sí mismo como todas las cosas que existen en la casa de Dios para su alabanza y gloria. ¡Por tanto, el pacto es la esencia de la religión!
La base Escritural
El hecho de que ésta idea del pacto se basa en la enseñanza de la Sagrada Escritura no es difícil de demostrar. En el paraíso Dios se revela a Adán y le habla como amigo considerándolo a él amigo; y Adán conocía a Dios en plena luz del día. La primera creación se concentra en el paraíso, la casa de Dios; el paraíso tiene su centro significativo en el árbol de la vida, ese símbolo de la vida en la comunión de Dios mismo; y el todo se concentra en el hombre, que es puesto sobre toda la casa de Dios para tener dominio sobre todas las criaturas. En el corazón del hombre está el centro ético de toda la creación, y por medio de ese corazón toda la creación está unida al corazón de Dios, Adán es el siervo-amigo de Dios en este pacto de amistad. De los primeros santos en el Antiguo Testamento, leemos que caminaron con Dios, un término que indica la comunión íntima y la amistad con Dios. En Génesis 5:22; 6:8, leemos que ellos hablan con Dios, que Dios les revela su consejo y que no les esconde nada a ellos (Génesis 6:18; 9:9; 18:17). Abraham es llamado el amigo de Dios, Isaías 41:8; Santiago 2:28. A Moisés, el Señor le habló y le conoció como un hombre habla con su amigo, cara a cara (Éxodo 38:11). Además, es esta idea del pacto que se simboliza en el tabernáculo y el templo, expresando la idea de la morada de Dios con su pueblo bajo un mismo techo. Y es bien sabido que la relación de pacto entre Dios e Israel se presenta como una relación matrimonial, que es la más íntima de todas las relaciones humanas, y que la infidelidad y la transgresión del pacto se conoce como adulterio. La más alta realización de la relación del pueblo de Dios con Él en Cristo se expresa en las palabras de la oración sacerdotal: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:23). Ésta idea del pacto, se desarrolla hasta casi ser definida en el Salmo 25:14: “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto”. La iglesia es el templo del Dios vivo y sólo ella tiene esta promesa: “Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo” (2 Corintios 6:16). Y el fin de todo, la realización más elevada de los propósitos de salvación de Dios, se expresa en la gran voz del cielo que dice: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. [y ellos] “verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes” (Apocalipsis 21:3, 22:4). En la Nueva Jerusalén, el pueblo de Dios caminará a la luz de la gloria de Dios, y ellos verán Su rostro. ¡El pacto de amistad de Dios se habrá realizado en su máxima perfección celestial!
El fundamento del pacto
El fundamento más profundo de esta relación de pacto entre Dios y el hombre es el mismo Dios Trino, de cuya vida Trina es al mismo tiempo la más alta revelación del pacto. Pues Dios es, en sí mismo y aparte de cualquier relación con la criatura, un Dios de pacto. Porque Él es uno en esencia pero Tres en Personas. La igualdad de las tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es absoluta porque descansa en la unidad de la esencia divina. Uno en el Ser y la naturaleza, uno en la mente y la voluntad, uno en todas las virtudes esenciales y éticas, en la eternidad y la inmensidad, en la inmutabilidad y la independencia, en la simplicidad y la soberanía, en el conocimiento y la sabiduría, en santidad y justicia, en gracia y belleza, en amor y misericordia —las Tres Personas de la Divinidad son uno, absolutamente iguales. En la perfección infinita comparten la naturaleza y la vida del otro. Cada uno conoce a los demás de la misma forma en la que es conocido. Sin embargo, personalmente son distintos, y poseen cada uno Sus propias propiedades Personales, como se expresa en sus Nombres Personales. El Padre subsiste eternamente en la esencia divina como Padre, el Hijo como Hijo, el Espíritu Santo como Espíritu. Y sin embargo, también en su intensidad constituyen una integridad, una unidad, un todo exclusivo o una unión total. Ellos se pertenecen juntos. Ninguna otra persona podría ser concebida como agregada a esa intensidad adorable. El Padre genera al Hijo y exhala el Espíritu al Hijo; El Hijo es generado por el Padre, y exhala el Espíritu al Padre; El Espíritu Santo procede del Padre Hijo como el Espíritu del Padre, y vuelve como el Espíritu del Hijo al Padre, y sobre la base de esa igualdad absoluta por distinción Personal, las Tres Personas de la Santísima Trinidad viven una eterna y perfecta convivencia de amistad. El Padre conoce y contempla y ama al Hijo a través del Espíritu, el Hijo conoce y ama y contempla al Padre a través del Espíritu; El Espíritu Santo, sondeando las profundidades de Dios, conoce al Padre a través del Hijo, en sí mismo. La vida de pacto del Dios Trino es el fundamento último de la relación de pacto entre Dios y la criatura.
El Consejo de paz
Por eso, sin duda, la teología Reformada es correcta cuando enfatiza que la razón y el propósito de todas las obras de Dios ad extra es la gloria de Dios. Dios quiere glorificarse a sí mismo. Y la auto-glorificación de Dios es Su auto-revelación, la revelación de todas Sus gloriosas y benditas virtudes en la medida más grande posible de una criatura y sobre el plano más alto posible. A esta voluntad de glorificarse a sí mismo y de revelarse en toda la belleza de sus adorables perfecciones y en toda la bienaventuranza de su vida divina, le pertenece su propósito eterno de revelarse en su bendita vida de amistad eterna. Pero ¿cómo podría esta vida de Dios ser revelada sino a través de un pueblo que tendría un lugar en Su compañerismo, a quien Él revelaría Sus secretos y que sería capaz de probar Su maravilloso amor y gracia? Por consiguiente, el Dios Trino, desde la eternidad determinó formar un pueblo que tendría un lugar como criatura en la comunión de la familia divina. Y si tenemos que hablar de un pactum salutis, o un pacto de paz (una concepción, que, por cierto, tal como se desarrolló en la teología Reformada, es decir, como un pacto entre las tres personas de la Trinidad para la salvación de los elegidos, no tiene fundamento en la Escritura; en parte porque el pasaje en Zacarias 6:13 no hace referencia a tal pacto, y por otra, porque los textos que usualmente se citan en apoyo a tal acuerdo dentro de la Trinidad hablan del pacto entre Dios y Cristo, y no entre el Padre y el Hijo), —Yo diría que es el propósito eterno del Dios Trino revelar Su propia vida de pacto en el grado más alto posible y en el plano más alto posible, estableciendo la relación de pacto de amistad entre Él y Su pueblo.
Pero esto requería la formación de un pueblo, de una criatura, que estuviera en la medida más alta posible de las criaturas, como Él mismo. Pues, como dijimos, el vínculo de amistad presupone una base de semejanza. Por lo tanto, Dios en su consejo eterno, determina y concibe a un pueblo que será conformado según la imagen de su Hijo, para que sea el primogénito entre muchos hermanos. La primera de estas criaturas del pacto en la concepción divina es el Cristo-hombre, el Hijo de Dios en carne humana, ¡y, también, el Señor resucitado! [en un cuerpo glorificado]. El Señor resucitado es el primogénito de toda criatura en el consejo de Dios. En Él la semejanza de Dios se realiza en el grado y la medida más alta posible. Ustedes entienden que esto significa que concibo el consejo de Dios en una luz estrictamente supralapsariana. La historia puede ser y, sin duda, es infralapsariana en su orden de eventos; Pero el propósito eterno de Dios y el buen deseo de Dios no se atrevería a concebirse de otra manera que según el orden supralapsariano. Lo último en la historia o en la realización de la buena voluntad de Dios, es primero en su consejo eterno. No es el primer mundo, pero la nueva creación la meta desde el principio, porque es la primera en el decreto de Dios. No el primer pacto, sino el tabernáculo eterno de Dios en el plano celestial tiene el primer lugar en el consejo de Dios. La salvación no es un obra de reparación, sino la realización del eterno deseo de Dios, que conoce todas sus obras desde el principio. Y puesto que todas las cosas del nuevo mundo están concentradas en el Hijo glorificado de Dios en la carne, y Él es la cabeza de todas las cosas en ese nuevo mundo, y todas las cosas son creadas por Él y para Él, repetimos con énfasis que en el eterno deseo de Dios el Cristo resucitado y glorificado es el primogénito de toda criatura. En Él, Dios quiere revelar Su gloria. Él es la más alta realización central de esa semejanza con Dios que es la conditio sine qua non para la más alta realización posible del pacto de amistad de Dios con los hombres. Este es el significado de ese maravilloso pasaje en Colosenses 1:15-20: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
Cristo la revelación completa y plena del pacto
Con Él, entonces, el pacto de amistad se establece en primer lugar, y en el Cristo encarnado, crucificado y resucitado se encuentra la más alta semejanza de Dios posible en criatura alguna. Y a Él se le dan todos los elegidos, los hijos a quienes Dios quiere llevar a la gloria, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos. Ellos son elegidos en Él, y para Él. Y son ordenados para ser conformados según su imagen, para que el pacto de amistad, realizado centralmente en el Señor resucitado, Cabeza de la Iglesia, pueda reflejarse en millones y millones de hijos de Dios y así todo pueda redundar en la alabanza al Dios Trino. Y lo que es más, a Él y a Su Iglesia se dan todas las cosas en el cielo y en la tierra. Porque Cristo es la Cabeza del cielo y de la tierra. En Él como la Cabeza todas las cosas deben ser reunidas, y en el consejo de Dios ellas son concebidas como unidas en Él, de modo que toda la creación es una casa de Dios, en Cristo y por Su Iglesia el pacto de Dios abarca a toda criatura, Todas las cosas deben servir al nuevo hombre en Cristo, para que éste sirva a su Dios. Y a esa realización gloriosa del celestial y todo vinculante pacto de Dios, todas las cosas que se cumplen y que se deben llevar a cabo en el tiempo, están subordinadas y se hacen subalternas, incluso la creación y la caída, el pecado y la muerte, la reprobación y la elección. Todo debe servir a la realización del pacto eterno de amistad de Dios en Cristo y Su Iglesia.
La maravilla de la gracia de Dios
Usted entiende que estoy hablando ahora del consejo de Dios, no del orden de las cosas en el tiempo. Si usted tiene esto en mente, también discernirá la fuerte diferencia entre esto y la “Theologie der Auferstehung” (Teología de la Resurrección) de Barth como lo presentó Walter Künneth en su libro bajo ese mismo título. Él expresa una opinión similar a la presentada anteriormente, pero se niega a proceder de una concepción supralapsariana del consejo de Dios, aplica la verdad de que el Señor resucitado es el primogénito de toda criatura para la creación y su desarrollo, y deja la impresión de que la creación culmina y alcanza su perfección en la resurrección de Cristo, y eso, también, en el camino del desarrollo y en virtud de una inherente “triebkraft” (fuerza impulsora) en la creación, originalmente llamada a la existencia por la Palabra de Dios.
Podemos suscribirnos a esto si logramos interpretarlo como si dijese que, cuando Dios creó el primer mundo, Él tenía el segundo en vista; Cuando formó el primer Adán, lo hizo con una mirada al último Adán, el Señor del cielo, el Cristo resucitado, el primogénito de toda criatura. Pero si, como parece ser la intención, debemos entender que el autor quiere decir que en la creación original como tal hay una “Triebkraft”, un poder que lo impulsa a la resurrección del Señor, debemos diferir de él radicalmente. No hay una Triebkraft en la primera creación hacia el Señor resucitado y el pacto eterno de Dios en la nueva creación. Entre el primero y el último Adán, entre “Schöpfung und Auferstehung” (la Creación y la Resurrección), entre el primer paraíso y el eterno tabernáculo de Dios con los hombres, está el profundo abismo del pecado y de la muerte. Este abismo era, sin duda, necesario y, en el consejo de Dios, estaba supeditado a la más alta revelación del pacto de amistad de Dios en los resucitados. El Señor y Su Iglesia; sin embargo, son separados, en cuanto al desarrollo histórico, el primer mundo desde el último, la culminación desde el principio. La creación original es una imagen del nuevo mundo que está por venir, pero no es su comienzo. El primer hombre es la imagen del segundo, pero nunca puede desarrollarse en él. El abismo entre los dos puede ser abreviado sólo por la maravilla de la gracia, que tiene su revelación central en la encarnación del Hijo de Dios, y, a través de su muerte, en la resurrección y glorificación de Cristo el Señor. ¡No es por la Triebkraft de la creación original, sino por el poder irresistible de la maravillosa gracia que todas las cosas se levantan de su nivel terrenal original, y que también, a través de la profundidad del pecado, la muerte y la maldición, hasta la altura de la gloria del pacto eterno de la amistad de Dios!
La historia de la revelación del pacto
La historia, o la realización del consejo de Dios, es infra. La creación es primero, después el pecado, la caída, la muerte, la maldición; y luego la revelación del Señor resucitado y la redención, la salvación, la final perfección y glorificación, mientras que en el consejo de Dios el Cristo resucitado es el primogénito de toda criatura, históricamente, Adán, es el primer hombre, Cristo segundo.
Por lo tanto, en el primer paraíso, contemplamos la primera realización terrenal del pacto de amistad. Ese pacto no era un acuerdo entre Dios y Adán, hecho algún tiempo después de su creación, como algo nuevo y adicional, sino era el vínculo vivo de comunión según el cual Adán era el siervo amigo de Dios, quien fue puesto sobre toda la casa terrenal de Dios, para que todas las cosas le sirvan para así servir a su Dios. Y también esta relación de pacto funcionó a parte hominis sobre la base del hecho de que fue creado a la imagen de Dios, en el verdadero conocimiento, rectitud y santidad. Incluso como Adán en su naturaleza reflejaba la naturaleza y las virtudes de su Creador, así su relación con Dios y su vida reflejaban desde el momento de su creación la vida del Dios Trino.
Pero Adán no consideró su posición exaltada. A través de la instigación de Satanás violó el pacto de Dios, y se hizo digno de su ardiente ira, de la muerte y de la maldición. Él muere y se corrompe totalmente, muerto en delitos y pecados, es exiliado de la casa de Dios; y en él, todos los hombres, incluyendo los elegidos, los hijos que Dios había ordenado a la Gloria, cayeron en pecado y muerte también. No había salida, por lo que se refería al hombre. En cuanto estuvo en su poder, había destruido el pacto de Dios. El regreso a la comunión de Dios desde el punto de vista del hombre, se volvió para siempre imposible.
Pero la imposibilidad del hombre no es sino el medio de Dios, para la revelación de su gloriosa gracia. Él nos había dado algo mejor para nosotros: la perfección de su pacto de amistad en Cristo. Adán violó el pacto de Dios, pero Dios lo mantiene. Adán y todos los elegidos caen sobre Cristo, que estaba detrás de ellos según el eterno deseo de Dios. Y ahora Dios revela su pacto como está eternamente fijado en Cristo, porque ahora anuncia que pondrá enemistad entre Satanás y la mujer, y entre su simiente, y que la causa del Hijo de Dios tendrá la victoria. Ese pacto sigue la línea antitética de la elección y la reprobación. Y para la revelación de este pacto de Cristo en los elegidos, con su antítesis en el reprobado, el estado se establece en toda la creación. El hombre está sujeto a la muerte temporal, separado del árbol de la vida; la concepción de la mujer se multiplica para que Cristo venga pronto, y su dolor será grande; la tierra es maldecida, y producirá espinas y cardos; no sólo el hombre comerá su pan en el sudor de su rostro sino que también comerá y beberá su propia muerte; y la criatura es hecha sujeta a la vanidad, de modo que toda la cultura real por la caída del señor de la creación terrenal, es para siempre imposible. Pero en esa etapa Dios revela Su pacto, y por medio de esas tinieblas hace que la luz de la promesa, la luz que resplandece de la resurrección de Jesucristo, penetre llenando de esperanza a los herederos de dicha promesa.
Él revela ese pacto a Noé y su simiente, como un pacto que abarca toda la creación, de modo que también la creación, gimiendo en la esclavitud de la corrupción, pueda esperar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Él revela ese pacto con Abraham su amigo, como corriendo en la línea de sus generaciones, pero abrazando, sin embargo, todas las naciones de la tierra. Dios establece ese pacto en el Sinaí, situándolo, sin embargo, bajo la ley, para que el pecado sea abundante y, bajo el ayo, los hijos de la promesa puedan mirar con más seriedad el telos (fin) de la ley de Cristo. Y por toda la dispensación de aquel pacto del Sinaí, los poderes de las tinieblas y un pueblo adúltero se esforzaron en violar y destruir el pacto de Jehová; sin embargo, en la plenitud de los tiempos, Cristo realizó plenamente el pacto de amistad, uniéndose con su pueblo centralmente en la encarnación, el Hijo de Dios vino en carne, Dios de Dios tabernaculizando (habitando) con nosotros; poniendo la base de la justicia en el sacrificio expiatorio y en la perfecta obediencia del siervo de Jehová; levantando así de entre los muertos al primogénito de entre muchos hermanos, el primogénito de toda criatura, para exaltarlo a su diestra en gloria celestial. Él establece ese vínculo eterno de amistad en el nuevo pacto, por el Espíritu del Señor resucitado, que mora en la Iglesia, por quien escribe su ley en sus corazones para que todos le conozcan, desde el más pequeño hasta el más grande.
La consumación del pacto
Y aún no ha terminado el consejo de Dios acerca de Su pacto eterno. Una revelación más de la maravillosa gracia es aún de esperar, cuando el Hijo glorificado de Dios será revelado desde el cielo, las cosas viejas pasarán y todas las cosas serán hechas nuevas. Luego hará que nuestros cuerpos mortales sean semejantes a su cuerpo más glorioso, por el poder mediante el cual Él es capaz de someter todas las cosas a sí mismo; aun la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios, y todas las cosas serán hechas conformes a la gloria del Señor resucitado. ¡El tabernáculo de Dios estará con los hombres en la gloria celestial, y como siervos amigos en la casa de Dios, un real sacerdocio, tendremos una comunión perfecta con el Trino Jehová, le veremos cara a cara, conoceremos como somos conocidos, y gustaremos y declararemos que el Señor es bueno para siempre!
“The Idea of the Covenant,” Standard Bearer, Volume XXII, August 1, 1946 (pdf).