Prof. Herman Hanko
Cristo declara en Mateo 11:28 “Vengan a mi, todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” En este texto, ¿Jesús nos está dando una invitación o es un mandato para venir a El?
El texto en cuestión es citado frecuentemente (aunque equivocadamente) por los defensores de un evangelio bien intencionado y ofrecido a todos. El texto, no es un mandato, sino una invitación, una invitación en la que Cristo, misericordiosamente expresa Su deseo que todos las personas, vengan a El y reciban la salvación. Esta interpretación enseña que, debido a que es una invitación, el venir a Cristo es el trabajo del hombre escoger venir por si mismo. Después de todo, una invitación puede ser aceptada o rechazada.
Esta misericordiosa y bien intencionada invitación al evangelio, es contraria a lo que enseña la Escritura. Jesús es muy enfático en no invitar a todos los hombres a venir a El. El acababa de orar a Su Padre “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños. Si Padre, porque esa fue tu buena voluntad” (25-26) ¿Es acaso remotamente posible que Jesús le agradezca a Dios por esconder la verdad a algunos y revelársela a otros e inmediatamente dase la vuelta y rogarle a toda la humanidad a que venga a El? Un hombre que habla esta manera, no hace mucho sentido.
Después de concluir esta oración a Su Padre, Jesús continua diciendo,”Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo” (27).
Jesús lo hace extremadamente claro que mientras es la voluntad de Dios esconder verdades espirituales de los sabios y revelárselas a los que son como niños, El, quien conoce al Padre, es comisionado a cumplir la voluntad del Padre. Aquellos que enseñan un evangelio para todos, quieren hacernos creer que Cristo, quien llevó a cabo la voluntad del Padre en esconder y revelar, de pronto se da la vuelta y le dice a todos a los que les predica que tanto El como Dios desean seriamente que cada persona sea salva.
¡Esto es absurdo! Tampoco va a ayudar a esconder el texto o pararnos detrás de los arbustos de “aparente contradicción”. Esa es una huida solo para cobardes.
No es de extrañarse que Jesús le dijera a la multitud en Capernaúm, “Todos los que el Padre me da vendrán a mi, y al que a mí viene, no lo rechazo” (Juan 6:37) Cristo le asegura a sus discípulos y a los que le escuchan, que todos Sus elegidos, dados por el Padre, con certeza, vendrán a El. Por lo tanto, no solo es cierto que los elegidos vendrán a El, pero solo los elegidos vendrán a El; nadie más. Entonces ¿No es absurdo decir que Jesús, a pesar de ese hecho, aún les ruega a todos que vengan a El? Aquí tampoco no nos va a ayudar escondernos en la torre de “aparente contradicción”.
Las Escrituras no dejan espacio para el libre albedrío, algo que los defensores del evangelio universal nos ofrecen. Cristo dice, “Nadie puede venir a mí si no lo atrae al Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final” (Juan 6:44).
No hay un lugar seguro para escondernos de las claras palabras en la Escritura con la pobre escusa de “aparente contradicción” y con este evangelio que ofrece a los “racionalistas”. Insultos nunca pueden defender una mentira exitosamente.
Mateo 11:28 es un verso hermoso. Brevemente, su belleza está basada en el hecho de que Jesús no está llamando a cada hombre, pero solo a los Suyos. Los que están “trabajados y cansados” son en primera instancia, aquellos, que todavía están en la etapa de la dispensación, quienes escucharon las demandas de la ley y supieron en sus corazones que no podrían guardar la ley. La ley se convirtió una carga pesada que llevar y los confrontó con una obligación que no podrían completar jamás.
Las palabras de Jesús son hermosas: “En la ley no hay paz y la carga es muy pesada. Vengan a mi, carguen mi yugo porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. Es el llamado a cada pecador aplastado por el pecado, ya sea Judío o Gentil, del primer siglo o del siglo veintiuno, que ha tratado de salvarse a si mismo, pero encuentra las demandas de Dios mas allá de su alcance.
Aquellos que saben esto, son aquellos que han sido dados a Cristo por Dios, esto es, sus elegidos. El Espíritu de Cristo ha empezado Su trabajo, porque el único camino a Cristo es el camino de la pena de pecado, vergüenza que llena el alma de este hijo de Dios con terror, y un gran deseo de escapar las consecuencias de no hacer lo que sabe que debe hacer, pero no puede.
¿Esta es una invitación a Cristo? Solo si entiendes que una invitación del Rey de reyes viene como un mandato. Una invitación a una fiesta de cumpleaños de un amigo puede ser aceptada o rechazada. Una invitación del Señor del cielo y de la tierra es un mandato que mas te vale obedecer – ¡O perder tu vida!
Entonces, es un mandato, sin duda alguna. Pero está redactado de manera que, en el mandato del Señor para venir a El con la carga del pecado, El habla tiernamente y con amor infinito, ya que El corteja a sus elegidos hacia El con palabras dulces. El sabe que tan grande es la carga del pecado de su gente. El conoce como, aplastados por el pecado, ellos se preguntan si Dios los puede recibir así. El sabe que están tan avergonzados que el venir a Cristo parece terriblemente audaz para un pecador indigno como el.
Las palabras están calculadas para darnos valor, valor en el amor de Cristo por nosotros, un amor demasiado grande para comprender. El Señor no nos dice, “Ven a mi – o ya verás”. Su voz no es áspera o amenazante. El viene con su voz para el pobre, castigado, asustado pecador quien sabe que sus pecados lo hacen indigno de que Cristo incluso dirija Su mirada en su dirección. “Ven a Mi… Yo he cumplido la ley por ti, quien no puede cumplirla. Yo te daré descanso-¡Descanso en la salvación por gracia únicamente!