Reverando G. Van Baren
Una gran verdad la cual ha sido siempre enfatizada por la fiel iglesia de Cristo es la verdad de la expiación. Para una definición adicional de la idea Escritural de la “expiación,” las Iglesias con formación Reformada, Calvinista, hablan de expiación “limitada.” Es vital para el hijo de Dios el comprender lo que está implicado en la verdad de la “expiación limitada.” Esta verdad concierne al mismo corazón de la vida espiritual de uno.
La palabra “expiación” es usada muchas veces en el Antiguo Testamento pero sólo una en el Nuevo Testamento en Romanos 5:11—esto es, en la Versión King James. La palabra “expiación” es un término teológico que es más bien raro. La mayoría de los términos o palabras usadas para describir doctrinas Escriturales en el lenguaje del Inglés son palabras las cuales han sido derivadas ya sea del Griego o del Latín. Pero esto no es verdad para la Palabra “expiación.” Esta palabra es de origen Inglés o Anglo—Sajón. Está compuesta por dos palabras “sobre” y “uno.” La palabra “expiación” sugiere por lo tanto, un habitar juntos, hacer uno fuera de aquello que había sido dividido.
Una de las ideas básicas de las palabras del Griego y Hebreo para “expiación” es el de envoltura. La expiación es aquello que cubre o que oculta. La expiación representa una deuda la cual es pagada y así, “cubierta” uno podría ilustrar esta idea al hablar de una deuda a un banco. Si una persona es incapaz de hacer un pago en la deuda que debe al banco, y un amigo se ofrece a pagar esta deuda por el, entonces esa deuda está cubierta y el hombre está libre de toda obligación. Tal es la idea de la expiación.
La palabra “expiación” como un término teológico trata la relación que existe entre Dios y el hombre. La palabra sugiere, en primer lugar, de que hay una unidad o individualidad entre Dios y el hombre—un “sobre algún objeto o persona.”
En segundo lugar, sin embargo, la palabra implica que una vez hubo algo de dividió a estos dos. Ese algo era el pecado del hombre en el cual él caminó en rebelión, en contra de Dios. En tercer lugar, la expiación sugiere que se ha hallado una vía para unir los dos, a Dios y al hombre por medio de un pago que remueve la culpa del pecado. Finalmente, está sugerida en la palabra “expiación” una percepción dentro de la persona de que lo malo que en tiempos pasados dividía ha sido ahora removida.
La segunda palabra que debemos comprender es “limitada” como está usada para describir la expiación. La palabra es un tanto desafortunada puesto que puede ser fácilmente mal comprendida. Cuando hablamos de la “expiación limitada” de Cristo, no queremos decir de que la expiación es de ninguna manera limitada en lo que concierne a su poder. La palabra “limitada” es más bien usada para describir la verdad Escritural de que la expiación no cubre a todos los hombres, pero sólo a un cierto grupo—los elegidos de Dios escogidos desde antes de la fundación de este mundo. Esta es la verdad que debemos considerar hoy en día.
La expiación se refiere a la muerte de Jesucristo en la cruz, muerte que sirve como un pago por la culpa del pecado.
La pregunta se eleva repetidamente, “por quiénes murió Cristo?”
Ustedes deberán saber de que hay unos, llamados a veces “Armenianos,” quienes enseñan que Cristo murió por todos los hombres sin ninguna excepción. Esta idea se ha vuelto muy popular—aún dentro de los círculos Reformistas donde históricamente esto era condenado. Es popular porque es atractivo al hombre—aunque no está basado en la Escritura.
El segundo de los “Cinco Puntos del Armenianismo,” escrito en 1610 en Holanda declara esto acerca de la expiación de Cristo. De que además por conveniencia Jesucristo, el Salvador del Mundo, murió por todos los hombres y por cada hombre, así que El ha obtenido para ellos todo por Su muerte en la cruz, la redención y el perdón de los pecados, a pesar de que, nadie actualmente disfruta de este perdón de los pecados, excepto el creyente de acuerdo a la Palabra del Evangelio en Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” Y, en la primera epístola de Juan 2:2, “Y él es la propiciación por nuestros pecados y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.”
Los Armenianos entienden la expiación de la cruz así: es universal, para todos. Un gran número de himnos evangélicos sugieren la misma idea. Estos sugieren que Cristo murió por todos los hombres—y que ahora El espera la reacción y la respuesta del pecador.
Este error de los Armenianos sin embargo, no está enseñado en la Biblia. Que Cristo murió sólo por un grupo específico, llamado en la Escritura “los elegidos,” es evidente por muchos pasajes en la Santa Escritura. Una clara declaración concerniente a la extensión de la obra de Cristo fue dada a José, el esposo de María, en un sueño. El Angel le dijo a José, “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESUS: porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1.21). El nombre “Jesús” en sí mismo está derivado de dos palabras que significan “Jehová salva.” El nombre de “Jesús” es por lo tanto un nombre extremadamente hermoso y descriptivo. Sugiere la verdad Escritural de que si una gente va a ser salva de sus pecados, es Jehová quien debe salvarlos a ellos. Ningún pecador muerto puede liberarse a sí mismo de sus pecados. Solamente Jehová, el Dios que no cambia, puede hacer eso. Ahora, el ángel específicamente informa a José que el beb�� que iba a nacer de la Virgen María deberá ser llamado “Jesús” porque El salvará a Su gente de sus pecados. Su obra de Salvación entonces, no cubre a todos los hombres, sino que está limitada a Su gente.
Otro pasaje de la Escritura el cual indica la extensión de la expiación de la cruz está en Juan 10. En el versículo 11 Jesús dice, “Yo soy el buen pastor; el buen pastor Su vida da por las ovejas “Nuevamente en el versículo 15 Jesús declara. “Pongo mi vida por las ovejas.” Y en contraste con este sacrificio voluntario por Sus ovejas, está el hecho presentado en el versículo 26 de que algunas no son de las ovejas de Jesús. Jesús dice, “Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas.” La distinción que Jesús hace es muy clara. El habla de dos grupos de gente: Sus ovejas, y aquellas que no son Sus ovejas. Para el segundo grupo, Jesús no muere; ellos no son Sus ovejas. Por lo tanto también, ellos no creen en El. Nuevamente aquí, es muy claro que el pago que Jesús hizo por el pecado sobre la cruz es un pago por un grupo específico de gente—no un pago por los pecados de todos.
Nuevamente leemos en Juan 17:9, “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque tuyos son” Aquí Jesús está hablando no solo de Sus discípulos, sino también de todos aquellos que creen en Su Nombre a través de su Palabra (ver versículo 20) Jesús insiste en que El ruega sólo por aquellos que el Padre le ha dado a El. El no ruega por el mundo. La conclusión debería ser obvia. Aquellos por los cuales Jesús ruega son aquellos por los cuales El luego morirá en la cruz. El no ruega por el mundo, porque El no murió por ellos. Seguramente, si El hubiera muerto por cada hombre, El también rogaría por ellos.
Yo llamo su atención a un pasaje final. Leemos en Romanos 8:32, “El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó a El por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también a nosotros con él libremente todas las cosas?” Note que el apóstol enfatiza que Dios no dio a Su Hijo por todos pero por todos nosotros. Existe una diferencia obvia. El “nosotros” se refiere a la Iglesia en Roma y por extensión a la iglesia de todos los tiempos. El “todos” en este texto representa el número total de la iglesia de Dios. Cristo murió por ellos.
Hay, sin embargo, un grupo de pasajes en la Biblia que parecen verificar la idea de la expiación universal. Uno de los más a menudo citados está en I Juan 2:2, “Y él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros sino también por los de todo el mundo.” O está el bien conocido texto de Juan 3:16, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Y en Juan 6:51 Jesús dice, “Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.” Hay otros pasajes los cuales expresan un pensamiento similar.
El problema en cada uno de estos textos es la interpretación apta de las palabras “todo” y “mundo.” Uno que estudia la Escritura aún superficialmente pronto encuentra que estas dos palabras no siempre significan cada individuo que vive o que ha vivido en la tierra. Repetidamente las palabras son usadas para señalar a un grupo definido y limitado. Yo doy sólo unas pocas ilustraciones de esto. Ya he citado de Juan 17:9, donde Jesús declara, “Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo.” Obviamente el término “mundo” en este pasaje se refiere sólo al número total de los malvados reprobados. Jesús no ruega por ese “mundo.” Pero también en la Escritura el término “mundo” se refiere a la totalidad de la gente elegida de Dios. Esto es verdadero en Juan 3:16 y pasajes similares. O uno lee en Romanos 5:18, “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres, la justificación de vida.” Ahora, obviamente, el “todos los hombres” quienes reciben el don gratuito de la justificación no incluye a cada hombre en la tierra. Este es un grupo particular; es cada miembro del cuerpo de Cristo. Así también uno debe interpretar I Juan 2:2. Cristo está presentado ahí como la propiciación por nuestros pecados, esto es, por los pecados del apóstol y de aquellos a quienes él se dirige, pero Cristo es también la propiciación por los pecados de el mundo entero—para todos aquellos de todas las edades quienes le han sido dados a El por el Padre.
Debido a que la doctrina de la expiación “limitada” es una verdad Escritural, la encontramos también expresada en la confesión de la iglesia Reformada. El Catecismo de Heidelberg por ejemplo dice esto en la Pregunta y Respuesta 40: “Por qué fue necesario que Cristo se humillase hasta la muerte? Porque con respecto a la justicia y verdad de Dios, la satisfacción por nuestros pecados no podía haber sido hecho de ninguna otra manera que por la muerte del Hijo de Dios.” Y la confesión de Westminster, capítulo 8, párrafo 5 dice, “El Señor Jesús por Su perfecta obediencia y sacrificio de Sí mismo el cual El a través del espíritu eterno una vez se ofreció a Dios, satisfizo plenamente la justicia de Su Padre y ha comprado no sólo la reconciliación pero una herencia eterna en el Reino del Cielo por todos aquellos que el Padre le ha dado a El.”
Esta verdad es significante e importante en la vida de la iglesia y en las vidas de sus miembros.
En primer lugar, le da al hijo de Dios la plena seguridad de su salvación. Si Cristo verdaderamente murió por cada hombre que alguna vez vivió, yo nunca podría estar seguro de mi propia salvación. Si Cristo murió por todos, y aún así muchos aún perecen qué esperanza hay para mí? Quizás ahora crea de que podría ser salvo. Pero, si tantos perecen, qué certeza tengo de que podría ser salvo? Usted ve, tal parecer, el cual es también no escritural, sólo puede dejarle a uno en duda respecto a su salvación.
Pero ahora, a la luz del testimonio de la Escritura misma, uno puede saber con certeza si el es salvo y entrará a la gloria celestial. Jesús murió por los pecados de Su propia gente—aquellos dados a El por el Padre. Cuando Jesús muere por éstos, ellos también reciben Su Espíritu, Quien obra en sus corazones esa vida que Cristo ameritó por ellos. Estos son convertidos, confesando ante Dios y el hombre que ellos pertenecen a Cristo. Esto son los que gimen en una arrepentimiento sincero, “Oh Dios, ten misericordia de mí, pecador!” Y ellos tienen la seguridad del perdón del pecado y la certeza de la vida eterna en el cielo. Nadie puede quitarles esa seguridad de ellos. Nadie puede destruir su fe. Estos no se apartarán de esa gracia de Dios una vez que les ha sido otorgada a ellos. Estos sí hallan consuelo y seguridad en su confesión de “Jesús murió por mí.”
Pero más importante aún, esta verdad de la Escritura de que Jesús muere sólo por los pecados de Su propia gente es la única verdad que exalta el poder y la gloria del Nombre de Dios. Cualquier otra perspectiva divergente denigra la gloria de Su Nombre. Cualquier consideración de la expiación que sugiere que la decisión final concerniente a la Salvación de uno descansa en el hombre, denigra el poder y la gloria de Dios. Dios no comparte Su poder y gloria con nadie ¡El es Dios único! El tiene poder absoluto. El determina el principio desde el fin. El determina el destino final de cada criatura. Y él lo hace así en armonía con Su perfecta justicia.
Cuando uno considera propiamente el hecho de la expiación; cuando uno entiende el por quien Cristo murió será seguramente salvo—él no puede menos que glorificar el Nombre de Dios Quien ha obrado tales maravillas!