Rev. Ron Hanko
La Pregunta
¿La lógica tiene un lugar en el estudio de la Escritura?
Teólogos evangélicos modernos han, como máximo, dado una respuesta muy ambigua a esta pregunta. Aunque no rechacen por completo el uso de la lógica – ¿quién podría? – se niegan a enfrentar muchas de las consecuencias lógicas de sus propias enseñanzas, enseñan muchas doctrinas lógicamente inconsistentes, como la doctrina de dos voluntades contradictorias en Dios, y condenan a aquellos que insisten en una construcción lógica de la verdad como los racionalistas.
Cuando se señalan sus inconsistencias ellos se burlan de la “mera lógica humana”, y hablan de “misterio” o de “antinomia”, “tensión”, y de contradicciones aparentes o reales en la Palabra de Dios.
¿Qué debemos pensar de todo esto?
Apelar al misterio suena muy piadoso para la mayoría de los creyentes ya que la Escritura también nos habla de misterio. ¿Pero estas personas siguen el concepto bíblico de “misterio” cuando usan la palabra en el sentido de “contradicción” o “paradoja?” ¿Cuando la Biblia habla de misterios se refiere a doctrinas que se contradicen entre sí y son imposibles de entender? ¿Puede haber verdades acerca de Dios o enseñanzas de la Escritura que se contradicen entre sí?
En la misma línea, ¿la incomprensibilidad de Dios quiere decir que podemos creer cosas contradictorias acerca de Él? ¿Es, por lo menos algunas veces, imposible de entender y dar sentido a lo que Dios dice acerca de sí mismo y de Su Palabra? Esta parece ser la conclusión de algunos de los que tan a menudo condenan el uso de la lógica y que mantienen todo tipo de contradicciones en Dios y en las Escrituras – que la racionalidad es incompatible con la incomprensibilidad de Dios.
Finalmente, ¿es racionalismo insistir que las doctrinas de la Escritura deben ser lógicamente coherentes entre sí? Esta es la acusación formulada contra los que insisten en que las enseñanzas de las Escrituras no pueden contradecirse entre sí. ¿Ellos exaltan la lógica más que la Escritura cuando tratan de armonizar las verdades de la Escritura y de encajarlas en un sistema lógicamente coherente? Muchos, por supuesto, afirmarían que sí lo hacen.
La lógica
Quizás la razón por la cual el llamado contra la lógica es tan exitoso es que la palabra evoca en la mente del hombre moderno, incluso en los cristianos, un sistema doctrinal frío y estéril que no tiene ninguna relación con la vida y es completamente ausente de pasión o calor. Este punto de vista de la lógica, sin embargo, es erróneo.
Para disipar estas nociones equivocadas es bueno recordar que obtenemos la palabra “lógica” de la palabra griega “logos” traducida como “Verbo” en Juan 1:1-14, y se utiliza como un nombre de nuestro Señor Jesucristo. No es más extraño pensar en Cristo en términos de lógica de lo que es pensar en él en términos de Verbo. Para conectar el logos con el discurso o la palabra hablada es sólo decir que es a través de Él que Dios nos habla y se revela a nosotros. Para conectar el logos con la lógica es sólo decir que cuando Dios nos habla a través de Su Hijo Él habla de forma racional e inteligible. Esto es, de hecho, el milagro de la revelación, no sólo que Dios nos habla, sino que podemos entender lo que dice y hacer sentido de ello.
James O. Buswell dice:
Cuando aceptamos las leyes de la lógica, no aceptamos leyes externas a Dios, a las que Él deba someterse, sino que estamos aceptando leyes de la verdad que se derivan del carácter santo de Dios… La Biblia como un libro escrito en lenguaje humano afirma decir la verdad. Si la palabra verdad tiene sentido, tienen sentido las leyes de la verdad, es decir, las leyes de la lógica.
Nosotros no negamos, por supuesto, que una operación del Espíritu Santo es necesaria para que el hombre natural entienda lo que Dios dice. El problema, sin embargo, con el no creyente no es que lo que Dios dice sea ininteligible o irracional, sino que el hombre natural es un tonto. Él no va a entender. Es un poco como un extranjero que pretende no entender nuestra lengua con el fin de evitar un enfrentamiento desagradable con las autoridades.
La lógica es simplemente pensar correctamente y las reglas de la lógica son las reglas para pensar correctamente. Si tenemos esto en nuestra mente no pensaremos despectivamente de la lógica. Seguramente Dios quiere que pensemos bien de Él, de lo correcto e lo incorrecto, y acerca de todas las cosas. Y por la misma razón, debe ser pecado de pensar mal acerca de Dios, acerca de su verdad o acerca de la moral. Decir que lo bueno es malo y que lo malo es bueno es un asunto de un pensamiento equivocado y pecaminoso (Isaías 5:20). El pensamiento correcto, por lo menos acerca de las cosas de Dios, no sólo es correcto, es lo que se exige de nosotros y todo mal pensamiento es condenado (Sal. 50:21, Fil 4:8).
Pensar correctamente, entonces, es pensar en armonía con todo lo que la Palabra enseña. Tenemos que pensar lo que Dios piensa. Tenemos Sus pensamientos en la Palabra. Y así, al igual que en la confesión decimos lo que Él dice, en el pensamiento pensamos lo que Él revela – Sus propios pensamientos (Salmo 10:4). Debemos, por lo tanto, llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (II Cor. 10:5).
Tal pensamiento correcto, sin embargo, es racional y tiene sentido. Pensar correctamente no es sólo pensar lo que se basa en la Palabra de Dios, sino que pensar en lo que es, por lo tanto, inteligible y racional. Precisamente porque los “pensamientos” de la Palabra son la revelación de Dios no son irracionales ni sin sentido, contradictorias ni imposibles de entender.
Estamos de acuerdo en este punto con Gordon Clark, quien pregunta:
¿No les parece curioso, a este respecto, que un teólogo pueda afirmarse tan grandemente a la doctrina de la expiación, o un pietista a la idea de la santificación, que sin embargo se explican sólo en algunas partes de la Escritura, pero ser hostil o sospechoso de la racionalidad y la lógica aunque que cada verso de la Escritura la exhiba? (Introducción a la Filosofía Cristiana, p. 72).
Tampoco es ninguna ayuda burlarse de una “matemática meramente humana”, como Gordon Clark sugiere otra parte, cuando pregunta: “Dos más dos son cuatro para el hombre, pero es once para a Dios?” (“Dios y la lógica,” Trinity Review, no . 16).
Racionalismo y racionalidad
Todo esto nos lleva a otro punto importante, una defensa de la racionalidad. La racionalidad no es el mismo que el racionalismo. Cuando alguien insiste en que es una contradicción, un sinsentido imposible, decir que Dios quiere y no quiere la salvación de los réprobos, es acusado de inmediato de racionalismo. Pero eso sólo es ser racional. Eso es algo diferente. Lo que debe quedar claro es que no es racionalismo ser racional e insistir en que la verdad es racional y tiene sentido. El racionalismo es un pensamiento que no empieza con Dios ni con la Escritura y por lo tanto siempre va hacia ninguna parte. Es, de hecho, el racionalismo, que ha llevado al hombre moderno al borde de la irracionalidad total y la anarquía en la filosofía, el arte, la ciencia y la ética. Es en la ruptura de su pensamiento con las Escrituras que ha acabado en el sinsentido.
Francis Schaeffer dice:
El cristianismo tiene la oportunidad, por lo tanto, para hablar claramente del hecho de que su respuesta tiene aquello que el hombre moderno ha perdido – la unidad de pensamiento. Proporciona una respuesta unificada para toda la vida. Es cierto que el hombre tendrá que renunciar a su racionalismo, pero luego, sobre la base de lo que se puede discutir, tiene la posibilidad de recuperar su racionalidad. Ahora usted puede ver por qué insistí con tanta fuerza, antes, la diferencia entre el racionalismo y la racionalidad. El hombre moderno ha perdido la última (Escape from Reason, p. 82).
Cuando, por lo tanto, un teólogo intenta pensar las cosas y conciliar la enseñanza de la Escritura con ella misma no está siendo un racionalista. De hecho, es la tarea del teólogo sistematizar las verdades de las Escrituras, para que todas se relacionen entre sí y no se contradigan. Abandonar la lógica y la racionalidad es destruir incluso la posibilidad de hacer teología. Sin embargo, esto es lo que muchos teólogos insisten que debe ser hecho.
El asunto aquí, por lo tanto, no es el de la revelación contra el racionalismo, sino si la revelación es racional – si, cuando Dios habla, habla en contradicciones y paradojas, habla irracionalmente. Una contradicción, es decir, que un cuadrado es redondo, es una tontería. Alguien podría creerlo, pero en ese caso podría ser acusado de ser irracional, e incluso de locura.
Es estas contradicciones que los teólogos defienden cuando dicen que Dios tiene dos voluntades, que Él quiere y no quiere salvar a todos los hombres, que Él ama a los inconversos y no los ama, o que al primero amarlos y luego no amarlos Él permanece inmutable. Rechazar tal contradicción no es racionalismo, sino que racionalidad y rechazo de toda irracionalidad.
El Misterio
Es en este punto que todo el asunto del misterio surge. En defensa de sus contradicciones estos teólogos dicen: “Es un misterio.” Para alguien que ha pensado poco en el asunto, esto parece muy bueno. Después de todo, la Biblia habla de misterios, y según el uso cotidiano de la palabra parece significar “algo que no podemos entender.” Entonces el teólogo parece perfectamente justificado al usar la palabra misterio para decir “algo imposible de entender – una contradicción.”
Sin embargo, ese no es el significado bíblico de la palabra misterio. En la Escritura, esta palabra significa “algo que el hombre natural no puede entender porque él es un tonto, pero que se revela a los hijos de Dios por Dios mismo y que puede y debe ser entendida por ellos.” Pablo habla en Efesios 3:3-5 del misterio “que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu”. Tampoco es este misterio entendido solamente por los teólogos y líderes como Pablo, pero fue dada para que cuando los miembros ordinarios de la iglesia lean puedan “entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo.”
Incluso en el uso común de la palabra, sin embargo, los teólogos se equivocan al usar su significado para incluir sus contradicciones y paradojas. Cuando se habla de la doctrina de la Trinidad como un misterio, no se quiere decir, en otras palabras, que la doctrina de la Trinidad es contradictoria o irracional, sino que no la entendemos del todo.
Si la doctrina de la Trinidad significa que Dios es un Dios y tres Dioses o una persona y tres personas (como dice Cornelius Van Til) sería una contradicción y sería ininteligible. Dios no puede al mismo tiempo ser un solo Dios y tres Dioses. Pero la Trinidad significa que Dios es un solo Dios y tres Personas. Eso tal vez sea difícil de comprender, pero no es una contradicción – no es un misterio en el sentido de contradicción.
Tampoco son las doctrinas de la soberanía de Dios y la responsabilidad del hombre un misterio en el sentido de que se contradigan entre sí. Si así fuera, tendríamos que elegir entre ellas. Gracias a Dios, no lo hacemos. Ellas son un misterio ya que no entendemos completamente cómo se reconcilian, pero no se contradicen entre sí. No son una paradoja. Estamos de acuerdo, por lo tanto, con Herman Hoeksema, que dice:
Serían contradictorias si la primera proposición niega lo que se afirma en la segunda. Pero esto no es cierto. La primera proposición afirma algo acerca de Dios: Él es absolutamente soberano y determina los actos de los hombres. La segunda proposición predica algo sobre el hombre: él es responsable de sus actos morales. ¿Niega la primera proposición que el hombre sea responsable? Si lo hace tenemos aquí una contradicción. Pero no lo hace. Aquellos que gustan de descubrir una contradicción, por lo general los enemigos de la verdad de la soberanía de Dios, simplemente dan por sentado que afirmar que Dios es soberano incluso sobre los actos del hombre, es decir el mismo que el hombre no es responsable (“Soberanía y Responsabilidad ” – The Clark-VanTil Controversy, p. 28).
Decir que Dios ama y no ama a los réprobos no es un misterio, sino una contradicción. Es imposible dar sentido a la idea de que Dios ama a los reprobados por un tiempo y luego deja de amarlos y sin embargo permanece inmutable. Es esa contradicción que rechazamos y que debe ser rechazada en la teología reformada.
La lógica y la doctrina de Dios
Aquí hay más en juego que solo la cuestión de si podemos o no podemos creer contradicciones, como muchos teólogos modernos dicen que podemos y debemos. La naturaleza y el ser de Dios están en juego.
Un atributo muy básico de Dios es su simplicidad, un atributo del cual, por lo general, se oye poco. El primer artículo de la Confesión Belga muestra este atributo en primer lugar:
Todos nosotros creemos con el corazón y confesamos con la boca, que hay un ser espiritual, único y simple, al que llamamos Dios: eterno, incomprensible, invisible, inmutable, infinito, todopoderoso, perfectamente sabio, justo, bueno y fuente superabundante de todos los bienes.
Sin embargo, el atributo es tan poco conocido, que el lenguaje de la Confesión Belga suena extraño a nuestros oídos.
La simplicidad de Dios significa que Él no está dividido. Esto es así primero en referencia a las tres Personas de la Trinidad – que no son dioses separados sino juntos un solo Dios. También es cierto en relación con los atributos de Dios. No pueden ser divididos el uno del otro, o puestos uno contra otro. No hay, por ejemplo, división o conflicto entre su justicia y su misericordia. Su misericordia siempre será justa y su justicia misericordiosa. No existe, por lo tanto, ninguna contradicción o falta de armonía en Dios. Él es uno e indivisible en su persona, en sus atributos, en su propósito y voluntad, y en sus obras. Sus obras nunca están en desacuerdo con su propósito, ni su propósito consigo mismo.
Este atributo es negado por aquellos que están dispuestos a encontrar contradicción en la voluntad de Dios o entre la voluntad de Dios y de sus obras. No sólo promueven la irracionalidad, niegan su simplicidad y están en conflicto con lo que la Biblia enseña acerca de Dios (I Juan 1:5). Encontrar contradicciones en Dios es negar a Dios. Hay muchas cosas acerca de Dios no podemos imaginar, muchas cosas que no podemos entender completamente, pero no hay tinieblas en Él en absoluto.
La lógica y la doctrina de la Escritura
La “teología de la paradoja y la contradicción” es también una negación de la doctrina de la Escritura. Si hay contradicción en la Escritura, entonces la Escritura ya no es revelación. Una contradicción no “revela” nada. Se hace imposible el entendimiento y la comprensión. Tampoco, si hay contradicciones en la Escritura, es perfecta e infalible. Una contradicción, como se mire, es una imperfección, un error.
La regula Scripturae, la regla de la Escritura, uno de los grandes principios de la Reforma, significa que hay una línea coherente en la enseñanza que corre a través de la Escritura de principio a fin. Esto, por supuesto, se deriva del hecho de que es la Palabra de Dios. Si se tratara de una serie de libros escritos por hombres diferentes no esperaríamos ni unidad ni coherencia, pero ya que el Espíritu Santo es el autor de la Escritura, ella tiene unidad y coherencia en todo lo que dice. Eso está implícito en las palabras de Jesús en Juan 10:35: “La Escritura no puede ser quebrantada.” Encontrar en ellas contradicciones, tanto en lo que dicen acerca de Dios o en cuestiones de detalles históricos, es negar que ella es la infalible Palabra de Dios.
Esto no quiere decir que entendemos todos los pasajes de la Escritura. Es cierto que hay pasajes que son difíciles de reconciliar, pero cualquier persona que cree en la infalibilidad de la Escritura insistirá en que simplemente no los entendemos. Admitir que realmente son contradicciones quiere decir que hay errores en la Escritura y es negarles su autoridad como la Palabra de Dios.
La lógica y la Neo-ortodoxia
Lo más alarmante, sin embargo, acerca de la tendencia a admitir contradicciones tanto en la Escritura como en la teología es que este es el corazón de la neo-ortodoxia. La idea de que la fe es capaz de creer contradicciones – que la esencia misma de la fe es creer cosas poco razonables – es la esencia de la teología de la paradoja de Karl Barth. Él describe la fe como “un salto en la oscuridad” en la medida en que acepta todo tipo de contradicciones: Dios eligió y reprobó a Esaú (tanto lo amó como lo odió); Dios elige y reprueba a todos los hombres, Dios es omnisciente (lo sabe todo) y sin embargo, limitado en su conocimiento.
Sus seguidores fueron aún más lejos. Brunner negó rotundamente la infalibilidad de las Escrituras al enseñar que la Biblia está llena de contradicciones, pero que Dios puede y de hecho se revelar a nosotros a través de estas cosas. La teología, según Brunner, no se preocupa con la verdad inteligible y racional, ni tampoco la Biblia es un sistema de verdad. Según él, las contradicciones y discrepancias en las Escrituras son un asunto de la condescendencia de Dios para nosotros y que lo único importante es “encontrar” a Dios a través de la Escritura, no entender y creer literalmente en ella.
Muchos evangélicos hoy en día han aceptado este mismo punto de vista acerca de la fe, de la Escritura y de Dios. Ellos, también, dicen que la Escritura no tiene que ser coherente y consistente en todas las partes, que el conocimiento de Dios puede estar lleno de paradojas, antinomias y contradicciones y que la fe, por su propia naturaleza, es capaz de aceptar tal contradicción e irracionalidad sin cuestionamientos.
Un ejemplo que se me viene a la mente es la del ministro reformado que intentó defender la oferta bien intencionada del Evangelio y la gracia común de tal apelación a la irracionalidad. Él estaba tratando de responder a la acusación de que para Dios el mostrar amor y la gracia a los reprobados en dones naturales y en una oferta bien intencionada del Evangelio hace a Dios mutable, es decir, Él los ama ahora y deja de amarlos cuando los envía al infierno. En la defensa de sí mismo, este hombre dijo que Dios era inmutable, pero como soberano podría, sin embargo, “decretar para Sí mismo una serie de disposiciones diferentes.” En otras palabras, ya que Él es inmutable, puede, como soberano, decidir que cambiaría su actitud hacia los malvados réprobos. Dicho de manera aún más simple, él decía que si Dios es inmutable Él puede cambiar.
El neo-ortodoxo Karl Barth lo expresó de esta manera:
Podemos creer que Dios puede y debe sólo ser absoluto en contraste con todo lo que es relativo… pero tales creencias han demostrado ser bastante insostenibles, corruptas y paganas, por el hecho de que Dios, verdaderamente, es y hace esto en Jesucristo. No podemos hacerlas la norma para medir lo que Dios puede o no puede hacer, o la base de la opinión de que al hacer esto Él se lleva a Sí mismo a la auto-contradicción… Él es absoluto, infinito, exaltado, vivo, impasible, trascendente, pero en todo esto Él es el único que está libre en su amor y, por lo tanto, no es su propio prisionero. Él es todo esto como Señor y en tal manera que Él abraza lo contrario de estos conceptos (es decir, Él también es relativo, finito, pasivo, capaz de sufrir y superado en la gloria), incluso mientras él es superior a ellos (Dogmática Iglesia , IV, i, 55, pp 183ff; las cursivas son mías).
¿Qué está diciendo Barth? Él está diciendo que la libertad y la soberanía de Dios significan que Él puede ser infinito y finito, al mismo tiempo, exaltado e inferior, omnipotente e impotente, inmutable (invariable) y sin embargo, sujeto a cambios. La referencia de Barth a Jesucristo es una cortina de humo para ocultar el hecho de que Él está, de hecho, negando la omnipotencia absoluta, inmutable e infinitud de Dios. Que Cristo, en su naturaleza humana, fuera limitado, mutable, finito y nacido en el tiempo, no lo negamos. Pero eso no es lo que Barth quiere decir. Lo que quiere decir, como la primera parte de la cita muestra, es que es pagano pensar o decir que Dios es absolutamente, y sin cualificaciones, omnipotente, omnisciente, inmutable e infinito. También debe ser impotente, limitado en conocimiento, mutable y finito.
Si usted objeta que eso es flagrante contradicción o paradoja, Barth con toda seguridad estaría de acuerdo con usted y le dirá que es por eso que es una cuestión de fe: La fe no entiende, sino que simplemente cree lo irracional. Esa, inconscientemente o no, es la misma conclusión a la que llegan muchos hoy en día en la defensa de sus paradojas y antinomias.
Curiosamente, la conclusión de Barth sobre la teología es: “Nunca puede formar un sistema, comprendiéndolo como si le diéramos forma al objeto de estudio” (Church Dogmatics, II, 3, p 293.). Esto es simplemente para decir que no solamente la teología, sino que lo que se busca, el conocimiento de Dios, es imposible.
No negamos entonces, que la fe debe a menudo aceptar el hecho de que no entiende completamente. Sólo negamos que la fe es un “salto al vacío”, de manera que puede aceptar el sinsentido y la irracionalidad. Si Dios es Dios, si la revelación es una verdadera revelación de Dios, y si la Escritura es infalible e inquebrantable, no puede ser así.
El Peligro
El peligro de esto no es pequeño. En muchos sentidos, la teología paradojal afecta a los fundamentos. La idea de que puede haber contradicciones en Dios y en las Escrituras y que la fe puede aceptar estas contradicciones abre la puerta a todos los errores de la subjetividad con la que la iglesia está plagada hoy. Por subjetivismo se entiende la enseñanza de que el sentimiento y la experiencia son más importantes que la doctrina y la verdad. “No hay que argumentar a favor de la verdad o tratar de demostrar que es correcta”, es lo que muchos dicen. Sólo podemos sentir que es correcto y lo aceptamos a ciegas. Tratar de hacer sentido de ella, hacer teología o enseñar la doctrina es destruir toda posibilidad de pasión y amor, y caer en la falta de vida. Nuestros sentimientos y experiencias muy bien pueden contradecir la Escritura, pero eso no los hace equivocadas. La fe exige que los sigamos, incluso si ellos contradicen las Escrituras.
En oposición a ese error nos colocamos en oposición a toda “teología” de paradojas y contradicciones, ya sea la de Barth, Niebuhr y Brunner, o la versión bastante más ignorante de aquella que pasa como evangelicalismo hoy.
Fuente: Logic and Scripture