Ronald Hanko [1]
El Nuevo Testamento es llamado el nuevo pacto en Hebreos 8:6-13. De hecho la palabra testamento es la misma palabra que la de pacto. Según Hebreos 8 este nuevo pacto reemplaza al antiguo.
De Hebreos 8:6-13 muchos concluyen que hay una diferencia esencial entre el viejo y el nuevo pacto y que por ende son pactos fundamentalmente diferentes.
Los Bautistas llegan a esta conclusión en su defensa del bautismo de creyentes, diciendo que el pacto sellado por la circuncisión en AT no es lo mismo que el pacto sellado por el bautismo en el NT. Los premilenaristas también llegan a una conclusión similar en defensa de su creencia de que todavía hay un futuro terrenal especial para Israel (es decir, una promesa de pacto para Israel y otra promesa de pacto para los creyentes del Nuevo Testamento).
Nosotros creemos que el nuevo pacto reemplaza al viejo sólo como una revelación nueva y más completa del pacto eterno de Dios. Las diferencias son sólo diferencias de administración y no en esencia. El propio Hebreos 8 lo deja muy en claro:
Primero, el versículo 10 usa la misma fórmula habitual del pacto de Dios para mostrar que el nuevo no es esencialmente diferente al viejo —Yo seré tu Dios y vosotros seréis mi pueblo— Las relaciones siguen siendo las mismas tanto en el pacto del antiguo como en el nuevo testamento.
Segundo, la referencia a “mis leyes” en el versículo 10 confirma esto. En el nuevo pacto la ley no es removida sino más bien se reescribe en tablas diferentes: “no [meramente] en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (2 Corintios 3:3). La ley y el pacto continúan juntos. De hecho, la entrega de la ley a los miembros del pacto aunque ahora está escrita de otra forma, es la formación o declaración del pacto con ellos, esto tanto en Deuteronomio 4:13 como en Hebreos 8:10 es enseñado.
Tercero, tanto en el antiguo pacto como en el nuevo, según Hebreos 8:11, lo esencial del pacto es conocer al Señor, aunque hay una diferencia en cómo lo conocemos. Este versículo habla del Nuevo Testamento como un tiempo de realización y cumplimiento para esto. Por lo tanto es un tiempo en el cual el pueblo de Dios lo conoce directamente y ya no más por medio de la mediación de sacerdotes y levitas como lo era en el Antiguo Testamento (Mal. 2: 5-7).
El nuevo pacto entonces no es algo completamente o fundamentalmente diferente al nuevo, sino sólo nuevo de la misma manera que los cielos y la tierra serán nuevos cuando Cristo vuelva. Los cielos y la tierra no son aniquilados sino renovados.
El cruce del antiguo pacto hacia el nuevo pacto no trae por lo tanto un pacto totalmente nuevo, sino una mejor y mayor revelación de ese glorioso pacto en el cual Dios nos toma y nos hace Su pueblo para vida eterna. Es la última y más completa revelación del pacto de Dios por la llegada de las cosas prometidas representadas en imágenes y tipos del antiguo pacto. Así, al nuevo pacto le pertenece la ley no como una especie de servidumbre sino como una ayuda inmejorable (escrita en nuestras mentes) que nos muestra el cómo podemos ahora glorificar y dar gracias al gran Dios de nuestra salvación en palabra y actos de gratitud.
Este nuevo pacto es “mejor” como se expresa en Hebreos 8:6 y más glorioso porque en él Dios nos trae a Jesucristo en lugar de mostrarnos sólo los tipos de Cristo presentados en el AT. Sólo la consumación final del pacto es la más alta y gloriosa manifestación del pacto eterno de Dios.