Rev. Rodney Kleyn
Apocalipsis 21:1-3
19 Junio, 2016 / Numero 3833
Reformed Witness Hour(http://reformedwitnesshour.org/broadcast/the-new-heaven-and-new-earth/)
Queridos Amigos de la Radio,
¿Anhelas tú el cielo? ¿Anhelas tú la venida de Jesucristo cuando Él hará todas las cosas nuevas? El mensaje de hoy sobre el tema del cielo debe aumentar tu anhelo por el cielo, no porque tu vida aquí sea tan difícil y quieras salir de ella, no porque este mundo presente sea tan malvado y quieras que se destruya, ni porque tengas que lidiar con tus pecados y con pruebas y problemas en tu vida y quieres ser perfeccionado. Pero este mensaje debería hacerte anhelar el cielo porque el cielo mismo es tan maravilloso, porque allí en el cielo moraremos para siempre con el Señor.
En la Biblia, el cielo se describe con un lenguaje en gran parte figurativo. En Apocalipsis 21, por ejemplo, dónde está nuestro texto para el dia de hoy, se describe como un cubo perfecto, una ciudad con puertas nacaradas y calles doradas, y todas estas son figuras que no pueden describirse literalmente. Se expresa en lenguaje figurado porque las glorias del cielo serán abrumadoras.
También vemos en las Escrituras que el cielo a menudo se describe en términos negativos al contrastarlo con lo que tenemos en el presente. En el cielo habrá (Apocalipsis 21:4) la eliminación de todas las lágrimas de nuestros ojos para que no haya más muerte ni tristeza ni llanto ni más dolor. Pero todas las cosas serán hechas nuevas. Las Escrituras lo describen de esa manera a causa del pecado. Simplemente es imposible para nosotros pensar en el presente acerca de un vida sin el pecado y sus efectos. Pero eso es lo que será el cielo.
El cielo también recibe descripciones positivas en las Escrituras. En el Salmo 16 se describe de esta manera: “Delicias a tu diestra para siempre”, una bella descripción del placer sin fin y la bienaventuranza del cielo. En Juan 14, Jesús dice:“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. El Cielo sera morar con Dios y con Jesucristo nuestro Salvador.
Pero, al mirar el tema del cielo en las Escrituras, vemos que las Escrituras tienen mucho más que decir sobre nuestra vida presente, nuestra salvación, sobre la vida cristiana, e incluso sobre el infierno y el juicio de Dios, más que sobre el cielo. Cuando [las escrituras] hablan sobre el cielo, hablan sobre ello de una manera práctica. El cielo no es solo algo lejano en la distancia, pero el cielo importa en nuestra vida hoy en día, y nuestro anhelo por el cielo debería crear cierto tipo de vida en este mundo presente. Vivimos como peregrinos y extranjeros. Esta tierra no es nuestro hogar. Esperamos por la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Hoy queremos ver el tema del cielo desde el libro de Apocalipsis, capítulo 21 y los primeros tres versículos. Vamos a dividir nuestro mensaje en orden de acuerdo de estos tres versículos. Primero veremos (v. 1) una nueva creación. Juan dice allí: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más”. Juan está hablando aquí de la creación física, una nueva creación, un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron. El primer cielo y la primera tierra que han fallecido son la vieja creación, lo que Pedro describe en II Pedro 3 como “y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas”. [El KJV dice “y los elementos se derretirán con el calor ferviente,”] Esa vieja creación pasará y será destruida, pero el su esencia se recreará en el cielo nuevo y en la tierra nueva.
Ahora, debemos entender esto como una especie de paralelo a nuestros propios cuerpos y su muerte y la decadencia de nuestros cuerpos en la tumba y luego nuestra resurrección en el último día. Así como nuestros cuerpos son destruidos por la muerte y luego por un milagro es unido en la resurrección, así será para esta creación. Será destruido en la venida de Jesucristo por un calor ferviente, pero luego se creará un nuevo cielo y una nueva tierra. No una nueva tierra, pero la esencia de esta se recreada sin pecado.
Podemos entender esto mirando también el cuerpo de resurrección de Jesús. Vemos que fue el mismo cuerpo en el que fue crucificado y enterrado. Después de Su resurrección, Él llevó en Su cuerpo las marcas de Su crucifixión. Hubo una continuidad, pero también hubo un cambio radical para que el nuevo cuerpo creado de Jesucristo fuera profundamente espiritual y adecuado para el cielo.
Entendemos que la creación en el presente está bajo la maldición. Eso es por el pecado de Adán y Eva. Romanos 8 dice que toda esta creación gime y á una están de parto, esperando la liberación, la liberación de sí misma de la maldición del pecado. Esto es lo que vendrá cuando el cielo y la tierra pasen y serán creados un nuevo cielo y tierra.
Ese cielo y tierra nuevos serán algo así como esta creación física en la que vivimos en el presente. En Isaías 65, hay indicios de que en el cielo trabajaremos, y en el cielo habrá criaturas tal como las encontramos en la creación presente también. Verso 21: “Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas “. Verso 25:”El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey”. Así que hay criaturas y hay obra en el cielo.
Pero será más como el Edén, la creación original de Dios en la que Adán y Eva fueron creados en perfección. II Pedro 3 nos dice que este cielo nuevo y tierra nueva es uno en el cual la justicia morará, es decir, estará bien con Dios. Ya no habrá más pecado. Eso se indica aquí en Apocalipsis 21:1, cuando dice: “El primer cielo y la primera tierra pasaron; y el mar ya no existía más.” Entendemos aquí que el libro de Apocalipsis es simbólico. No se trata de la hidrología de los nuevos cielos y la nueva tierra, que no habrá un mar en ella, necesariamente. Pero está diciendo que el diablo y todos los enemigos de Dios y todo el potencial para el pecado se habrán ido. Está diciendo eso en símbolos. El mar en el libro de Apocalipsis representa la agitación de las naciones. Fuera del mar viene la bestia de Apocalipsis 13 que es el Anticristo. Y los malvados, dice Isaías 57:20, son como el mar en tempestad. Cuando dice aquí no habrá más mar, significa simplemente esto, que todo el potencial para el mal se habrá ido. En los nuevos cielos y la nueva tierra habrá esta diferencia de la creación original. No habrá allí un árbol del conocimiento del bien y del mal. No habrá allí una serpiente tentadora. Fue posible que Adán y Eva cayeran en el pecado. En el cielo nuevo y la tierra nueva no habrá posibilidad de pecado. Esta será nuestra salvación, que ya no habrá más inclinación por el pecado. Seré liberado del cuerpo de esta muerte. Al pensar en eso, como cristiano, con respecto al cielo, esto es lo que realmente debería hacernos anhelar el cielo. Ya no seremos pecadores.
La nueva creación también incluirá esto que ya no habrá una gran división entre el cielo (lugar de morada de Dios) y la tierra (lugar de morada del hombre). El mundo espiritual y el mundo físico estarán unidos como uno solo. En el presente hay esta gran separación. Después de que Adán y Eva pecaron, fueron expulsados de la presencia del Señor. Ahora la Biblia presenta el cielo por encima de nosotros, el trono de Dios y la tierra como el estrado de sus pies. Habla de la venida de Jesucristo como su venida del cielo para habitar entre los hombres en la tierra. Esa gran separación entre el lugar de morada de Dios y nuestro lugar de morada es a causa del pecado. Pero ya no estará en los nuevos cielos y la nueva tierra. No habrá dos lugares separados, sino uno. Porque Apocalipsis 22:3 dice: “Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella”. Dios morará con su pueblo y estará con ellos, y morarán con él y verán su rostro. y Él será su Dios.
Entonces, pensamos en el cielo primero como una nueva creación, un cielo nuevo y una tierra nueva en la que no habrá pecado, en el que viviremos en la perfección en la presencia de Dios.
El segundo versículo aquí nos presenta el cielo como una ciudad nueva: “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido”.
¿Cuál es la “nueva Jerusalén”? El énfasis aquí no es tanto en un lugar. No se trata de Jerusalén en Palestina, sino de una nueva Jerusalén, una Jerusalén diferente, otra Jerusalén. Lo que se refiere aquí no es el lugar sino la gente. La ciudad, en la Biblia, es una metáfora de una comunidad, un pueblo. Eso también es verdad en el libro de Apocalipsis con respecto a la otra ciudad, la ciudad de Babilonia, una comunidad de aquellos que desafían a Dios. La nueva Jerusalén es una comunión de los santos, la compañía de los redimidos. Son los ciento cuarenta y cuatro mil, los elegidos de Dios, reunidos como uno y preparados por Él para vivir en este cielo nuevo y esta tierra nueva en perfecta harmonía. Entonces Dios crea el cielo nuevo y la tierra nueva y luego viene la Jerusalén, el pueblo de Dios, para vivir y morar en este cielo nuevo y en la tierra nueva.
Observe que en este verso, hay una mezcla de metáforas que nos ayuda a ver que esto se está refiriendo al pueblo de Dios. Juan vio la “santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo”, y luego está la metáfora mezclada, “dispuesta como una esposa ataviada para su marido”. Esta esposa se describe más adelante en el capítulo del versículo 9 como la esposa del Cordero. ¿Quién es el Cordero? Es Jesús. ¿Quién es la esposa de Jesús? Es la iglesia (Efesios 5) -la esposa a quien amó y por quien dio su vida. Entonces la nueva Jerusalén es la esposa de Cristo, la iglesia, que morará en los cielos nuevos y en la tierra nueva.
Ahora, debemos notar aquí varias cosas importantes sobre la iglesia. Primero es que la iglesia está preparada y baja de Dios desde el cielo. Esto apunta al hecho de que Dios, por Su Espíritu y Palabra, prepara a Su iglesia y a su pueblo para vivir con Él en el cielo. A lo largo de la historia, esto es lo que está haciendo. Al reunir a la iglesia mediante la predicación del evangelio, al santificar a su pueblo por el Espíritu, la iglesia es preparada para la gloria.
También note que esta iglesia baja del cielo. Esto apunta al carácter y el trabajo de la iglesia como profundamente espiritual. La iglesia no es simplemente una institución terrenal. La iglesia no tiene tareas terrenales. No está aquí en este mundo para mejorar el orden social o los problemas que están aquí en este mundo actual, pero el trabajo de la iglesia y el objetivo de la iglesia en su trabajo es espiritual y celestial. Los miembros de la iglesia nacen de arriba por el Espíritu Santo, y la iglesia apunta al nuevo cielo y la nueva tierra.
Observe también que esta iglesia se conoce como una ciudad. La ciudad en la Biblia es la comunidad ideal de personas. La ciudad es el lugar de residencia permanente, de seguridad, de prosperidad. Jerusalén era la ciudad de Dios en el Antiguo Testamento al que el pueblo subía y por la que anhelaba, y simbolizaba la unidad del pueblo de Dios en su adoración a él. Lo que deberíamos ver aquí es que el cielo será una experiencia profundamente social. El cielo no será un lugar para los exploradores solitarios. El cielo no será “yo y mi Dios por siempre”. El cielo no serás tu acurrucado en un rincón con una Biblia. Pero el cielo será la casa de muchas moradas del Padre. Todos estaremos juntos en un solo lugar como el pueblo de Dios. Esta es la unidad y comunidad que anhelamos en la iglesia hoy y luego será perfeccionada.
Una cosa más que deberíamos notar sobre esto. Lo primero que Cristo le muestra a Juan, lo primero que nos muestra en el cielo nuevo y en la tierra nueva, es su esposa, la iglesia. Cristo, por así decirlo, retira las cortinas del cielo y vemos a la esposa, adornada, lista para recibir a su esposo. Esta es una escena típica de una boda. Los asistentes a la boda se reúne en el frente de la iglesia. El novio está esperando. La marcha nupcial comienza. Las puertas en la parte posterior de la iglesia se abren de par en par y aquí está la hermosa esposa y todos se ponen de pie para darle la bienvenida. Difícilmente puedes pasar ese momento sin derramar una lágrima de alegría. Bueno, esa es la escena aquí. Hay algo profundamente bello aquí. Después de la gloria de Dios y la gloria del Cordero en el cielo, esta es la cosa más gloriosa del cielo. Cristo no nos muestra primero las riquezas y las calles de Jerusalén y los árboles de la vida, pero lo primero que nos muestra en esta nueva creación es su esposa. Todo lo demás es secundario. Él quiere que sepamos: este es Mi amor, esta es la niña de Mis ojos.
Qué aliento para la iglesia y para el pueblo de Dios aquí en la tierra. ¿Alguna vez, como hijo de Dios, o como la iglesia de Dios, te sentiste despreciado o calumniado por el mundo o marginado en la sociedad? Ciertamente, esa era la forma en que las siete iglesias de Asia Menor, a quien se escribió esto, debieron haberse sentido. Así es como la iglesia está en este mundo: un pequeño rebaño, un pequeño rebaño, un remanente. Pero no será así en el último día. En ese día, el día en que Dios será todo en todos, la iglesia tomará el centro del escenario como su esposa a su lado.
Entonces, cuando Él retira las cortinas del cielo, dice: “Mira, aquí está Mi Amor.” Eso debería estimularnos en nuestro compromiso con la iglesia, en nuestro amor por la iglesia también. ¿Por qué deberías amar a la iglesia? Hay muchas razones en las Escrituras. Pero esto es lo más convincente: que Cristo mismo ama a su iglesia. Hay algo mal con mi confesión si soy indiferente a la iglesia. La iglesia es el objeto del amor de Jesucristo, así que debes amarla también. Junto a la gloria de Jesucristo en el cielo, esta es la primera y la cosa más gloriosa: la gloria de su esposa, la iglesia.
Entonces, tenemos una nueva creación (en el versículo 1), una nueva ciudad (en el versículo 2), y luego en el versículo 3 una nueva comunión: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”.
Note lo que se repite allí tres veces: con ellos, con ellos, con ellos. Dios estará con ellos. Ya no será más el que Dios esté en el cielo y nosotros estemos en la tierra y ocasionalmente Él viene a visitarnos. Su hogar será nuestro hogar. Su morada estará con nosotros. Su presencia ya no será una cuestión de fe, sino una cuestión de vista. Veremos su rostro. Será la intimidad que Adán y Eva tuvieron con Dios mientras caminaban con Él en el fresco del día en el jardín, solo que será perpetuo. El paraíso será restaurado.
Ahora, entendemos que esta es la promesa que todas las Escrituras están esperando. Esta es la trama, este es el tema de toda la Escritura: y Dios mismo estará con ellos como su Dios, dice aquí en el versículo 3. Esa es la promesa del pacto que Dios siempre hizo. Después de que Adán y Eva pecaron, fueron expulsados de la presencia del Señor. Pero siempre el objetivo de Dios es restaurar esa comunión entre Él y su pueblo. Entonces, en Génesis 17 Dios viene y le dice a Abraham acerca de su descendencia y del pueblo de Israel: “Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.” [El KJV dice “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo“]. Cuando Moisés vino, el tabernáculo fue edificado. Se llamaba “Tabernáculo de Reunión”. Era una representación de la morada de Dios con su pueblo.
Pero también en ese tabernáculo, todavía no había un cumplimiento. Era imposible para el israelita común entrar a la presencia de Dios en el tabernáculo. La entrada estaba restringida. Los muebles y los sacrificios y el velo y el arca y el lugar sagrado detrás del velo y el incienso que se quemaban todas señalaban el hecho de que nadie podía entrar en la presencia de Dios. Solo el sacerdote, una vez al año, por la sangre del sacrificio. Pero en él había una promesa, una promesa de una mayor y más permanente comunión.
Entonces Salomón construyó el templo. Hubo cierta permanencia dada a la presencia de Dios con su pueblo en el templo.
Y los profetas retoman este tema, especialmente hacia el final del Antiguo Testamento cuando el tabernáculo y el templo son destruidos. Entonces Ezequiel dice: “Estará en medio de ellos mi tabernáculo, y seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”. Todas estas son profecías y promesas en tipos que anticipan la venida de Jesucristo. Porque Él es Emanuel, Dios con nosotros. Él es quien, como nos lo muestra el libro de Hebreos, cumple con todos los tipos del templo y del tabernáculo y los sacerdotes y los sacrificios, y quien, en su ascensión, va detrás del velo a la misma presencia de Dios, allí para estar en nuestro lugar. Él es Dios con nosotros y Él es nuestra Cabeza. Nosotros con Dios, en el cielo.
Pero ahora vemos aquí en el libro de Apocalipsis, capítulo 21:3, incluso hay un mayor cumplimiento de este hermoso ejemplo del tabernáculo y el templo en el cielo nuevo y la tierra nueva. Juan, al ver el cielo, ve el pacto de Dios perfeccionado. No hay más sacrificios. No hay más pecado. No hay más velo. No hay más separación. No hay más confesión. No hay más arrepentimiento del pecado. No hay más muerte. No hay más lágrimas. No hay más pena ni más dolor, no hay más llanto. Pero vivimos con Dios en perfecta dicha. Dios dice:Yo estaré con ellos y seré su Dios, y habitaré con ellos, y ellos serán mi pueblo, y todos los efectos del pecado desaparecerán.
Ese es nuestro anhelo como pueblo de Dios. Buscamos y nos apresuramos hacia ese día en que moraremos en la perfección en la presencia de Dios.
Entonces, lo que Juan ve en este capítulo es una nueva creación, una nueva ciudad (el pueblo de Dios para morar en esta nueva creación) y una nueva comunión: Dios mismo morando con su pueblo en este maravilloso nuevo cielo y nueva tierra.
¿Anhelas tú el cielo? ¿Es estar con Dios especialmente lo que te hace anhelar el cielo? Eso es el cielo. Vivir separado de Dios es la muerte, eso es el infierno. Estar en la presencia de Dios para siempre hasta la eternidad, eso es el cielo. Y esto es lo que debería hacernos anhelar el cielo. No es que el cielo sea lo mejor que tenemos aquí en la tierra. No. El cielo será esto: que nosotros, libres del pecado, moraremos en la presencia de Dios y le traeremos la gloria en perfección para siempre. Este es el anhelo de cada verdadero hijo de Dios.
Oremos.
Padre, te agradecemos por la maravillosa promesa del cielo. Bellas representaciones. Y nos hace anhelar el día en que vivamos en Tu presencia por la eternidad. Entonces, nuevamente oramos: Ven, Señor Jesús, sí, ven pronto, Amén.