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El castigo de los hijos rebeldes

Prof. Herman Hanko

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Deuteronomio 21:18-21 dice: “Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere; entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva; y dirán a los ancianos de la ciudad: Este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz; es glotón y borracho. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá.”

En relación con estos versos, el lector se pregunta: “¿Estas cosas sucedían realmente en los días del Antiguo Testamento, o solo estos versos están escritos para mostrarnos un ejemplo?

Esta es una pregunta interesante y muy importante, y una que no es tan fácil de responder. La dificultad es que el texto requiere que la interpretemos a la luz de varios supuestos subyacentes. Así que voy a hacer frente a estos supuestos primero.

El primer supuesto es que este texto es parte de la ley de Dios a Israel. Israel era un tipo de la iglesia de Dios. Pero era una teocracia, es decir, un reino-iglesia en la que Dios era el rey. No hay forma en que los gobiernos ahora en el mundo se puedan identificar con la iglesia, ni siquiera Escocia, Inglaterra o los Países Bajos. La iglesia, aunque todavía está en el mundo, se compone de ciudadanos del reino de los cielos. Pero, debido a que el reino es celestial, la teocracia completa espera el cielo. La iglesia y el estado están separados pero somos miembros de los dos como creyentes elegidos y ciudadanos del reino de los cielos.

¡Deuteronomio 21:18-21 es parte de la ley de Dios para gobernar a Israel como teocracia!

El segundo supuesto es que Israel no es apenas una teocracia, sino que también se comprende como parte del pacto de Dios con la nación. Dios había dicho, cuando estableció el pacto con Abraham, que Él establecería su pacto en su línea generacional (Gen. 17:7). Sin embargo, mientras que los niños nacen en el pacto, no todos ellos son verdaderos herederos del pacto, porque no todo lo que es de Israel es Israel, como Pablo lo deja claro en Romanos 9:6. El texto se ocupa a continuación del pacto, y los hijos nacidos en él.

Si bien el principio de este texto es muy relevante, el mundo malvado no le prestará atención al mismo, venga lo que venga. Dios habla sobre la cuestión de cómo los padres creyentes deben tratar a los hijos que nacen en el Pacto, pero que resultan ser rebeldes y obstinados.

En primer lugar, si se olvidan estas cosas, entonces nosotros (como hacen algunos) veremos a Estados Unidos de América o a África del Sur como el Israel de Nuevo Testamento. ¡No lo son! En segundo lugar, si no pongamos este texto en su contexto, entonces tendremos una visión antipactual del pacto que enseñe que nuestros hijos no se convierten al nacer y que lo mejor que podemos esperar es que algún día, en sus últimos años, tal vez, se convertirán. Esa idea no sólo está muy equivocada, sino que prácticamente niega la enseñanza del texto.

Ya que Dios salva a los niños de los creyentes en la línea del pacto, los padres deben educar a sus hijos en los caminos de ese pacto de Dios e insistir en que sus hijos anden en estos caminos (Prov. 22:6). Israel tenía que hacer esto, nosotros tenemos que hacer lo mismo.

Por lo tanto, para responder parte de la pregunta: En realidad, esto sucedió en el Antiguo Testamento. Es literal. Tenemos que (y nuevamente digo, tenemos que) creer cada palabra de las Escrituras.

La primera acción que deben tomar los padres (después de su propia fiel instrucción y disciplina) es traer a un niño rebelde y terco a los ancianos de la iglesia. Aunque el texto no lo dice literalmente, es obvio, a la luz de las enseñanzas más amplias de la palabra de Dios, que cuando los padres traen a un niño terco a los ancianos, quieren que los ancianos hablen con el niño y que le muestren que su conducta es pecaminosa. Eso no solo sucedía en el Antiguo Testamento, sino que debe suceder ahora también. Mi esposa y yo hemos tenido que hacer uso de este mandamiento, y Dios lo ha utilizado con gracia para bien.

En este texto, la lapidación es necesaria para un hijo rebelde. Sin embargo, este requisito es a la nación de Israel como teocracia. ¡Es el estado quien tiene el poder de la espada (Rom. 13:4), es decir, la pena de muerte, no la iglesia! Así que cuando la iglesia y el estado están separados, la iglesia no tiene nada que ver con definir el delito, juzgar, o castigar los crímenes tomando la vida del criminal. La iglesia no tiene ningún papel en los castigos físicos de cualquier tipo, como Romatan erróneamente y descaradamente ha insistido y sigue insistiendo.

Pero a la iglesia del Nuevo Testamento se le han dado las llaves del reino de los cielos, y estas están en la sala donde los ancianos tienen sus reuniones (por así decirlo). Y así, la iglesia tiene el derecho y el llamado a disciplinar a un niño como ese. Pero la disciplina es cerrar la puerta del Reino a quien no se arrepiente. Eso es peor que la pena de muerte, porque una persona que ha sido disciplinado no puede y no va a entrar en el reino de Cristo, ya que, a menos que se arrepienta, estará en el infierno, el lugar de castigo eterno (Catecismo de Heidelberg, Día del Señor, 31).

Hay más sobre este asunto de lo que yo tengo espacio para exponer. Voy a tener que pedirles paciencia para escribir otro artículo sobre el mismo tema.


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Deuteronomio 21:18-21 dice: “Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere; entonces lo tomarán su padre y su madre, y lo sacarán ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva; y dirán a los ancianos de la ciudad: Este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz; es glotón y borracho. Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearán, y morirá; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá.”

En relación con estos versos, el lector se pregunta: “¿Estas cosas sucedían realmente en los días del Antiguo Testamento, o solo estos versos están escritos para mostrarnos un ejemplo?

Yo escribí sobre esta cuestión en el último News y subrayé que el mandato del texto en Deuteronomio debe ser tomado en serio y estas palabras deben ser obedecidas. Pero también señalé que el texto fue escrito para Israel como una teocracia, en la que Iglesia y Estado eran uno. Ya no hay tal cosa como una teocracia en la tierra. La teocracia completa aguarda el regreso de Cristo y su iglesia redimida.

Pero también escribí que el mandamiento en Deuteronomio 21 era una orden dada al pueblo del pacto de Dios. Esto es muy importante, y es de esta verdad que escribo en esta edición de News.

Que Israel era el pueblo del pacto de Dios significa que Él había establecido su pacto con Israel a diferencia de todas las demás naciones de la tierra. Ese pacto fue hecho con Abraham y su descendencia. Es decir, se hizo con Abraham, Isaac y Jacob. Después de haber sido hecho con ellos, también se hizo con los doce hijos de Jacob, y por lo tanto con los hijos de Israel.

Los hijos de los creyentes en Israel también fueron parte de ese pacto. Estaban en ese pacto como miembros de él, eran miembros de él como niños. Los hijos estaban en el Pacto de la Gracia desde la infancia.

Lo mismo es cierto hoy en día. Los hijos de los creyentes en la era del Nuevo Testamento también son miembros del Pacto. Ellos, al igual que los adultos, son los miembros de la Iglesia y Reino de Cristo (Hechos 2:39; Catecismo de Heidelberg, P. 74). Ellos son regenerados, la fe les es imputada, son convertidos y tienen la obra del Espíritu Santo en sus corazones.Por lo tanto, deben criarse como hijos del Pacto.

El caso no es, como muchos sostienen hoy, que los niños de los creyentes son, como Jonathan Edwards les llamó, “un nido de víboras.” Ellos no son inconversos, como los gentiles. No crecen a la espera de la conversión que va a suceder. Son hijos santificados y convertidos de Dios. Y deben ser criados por la instrucción de las Escrituras para que puedan crecer espiritualmente.

Pero sabemos también y la Escritura nos enseña que no todos los que son de Israel son realmente Israel (Rom. 9:6). Al igual que hay hipócritas en la iglesia en general, también hay hijos que nacen en la línea del Pacto que no son hijos de Dios, no son verdadero Israel. Quienes son los verdaderos hijos y quienes no lo son está determinado por el decreto eterno de Dios. Su soberana, inmutable elección decide quienes son los verdaderos hijos del pacto y quienes no lo son (6-24).

Los padres cristianos deben enseñar a sus hijos la misma verdad que se predica en la iglesia. Deben (mostrar o enseñar) ante sus hijos las promesas gloriosas del evangelio que se hacen a los que creen en Cristo y encuentran su salvación solo en él. Pero también están llamados a advertir a sus hijos de lo peligroso y malo del pecado, de la necesidad de arrepentimiento cuando pecan, y del justo castigo de Dios sobre los que no se arrepienten.

Si una familia tiene, por ejemplo, un niño mayor que se niega a caminar en el camino de los mandamientos de Jehová, se debe poner a esa persona, al llegar a los años de discreción, fuera de la casa. Deben decir a ese niño rebelde, “Este es un Hogar del Pacto. Si no va a caminar en los caminos de Dios, no puede estar en esta casa. Además, porque usted es un ejemplo para los niños más pequeños, y por sus malos caminos, ha dado un mal ejemplo a sus hermanos menores. Usted tiene que salir.”

Y si tal persona haya llegado a los años de discreción, la iglesia tiene que advertirle de las consecuencias de caminar de forma contraria al pacto de Dios. Si no haya arrepentimiento, la iglesia tiene que cortar a tal persona de la comunión del pueblo de Dios.

De esta manera, Deuteronomio 21:18-21 se observa por los cristianos en la nueva dispensación.

Traducción: Joyce Álvarez León

Para más información en Español, por favor haz clic aquí.

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