David J. Engelsma
Prefacio
Puntos importantes están en juego en cuanto al tema del Día de reposo. Y es una pregunta actual, no únicamente en una sociedad que, ha sido influenciada con esta por el Cristianismo “cerrando tiendas” en domingo, ahora juegos y trabajo es como si fuera cualquier otro día de la semana. Incluso entre Cristianos Reformados. Es algo serio que el Día del Señor sea profanado en su práctica—la poca asistencia al segundo servicio de la iglesia (donde un segundo servicio aún se practica) y la frecuencia con que los que profesan ser Cristianos “se saltan la iglesia” son testigos de profanar el Día del Señor. ¡Aún más serio es el crecimiento de la “solución” al problema que consiste en negar que exista un Día de reposo en absoluto! Esto, es un ataque directo a la Ley (en el cuarto mandamiento); un concepto erróneo del trabajo de Cristo (Cristo suprime la ley); menospreciando la adoración corporativa y el ministerio de la Palabra; un debilitamiento de las devociones familiares, instrucción, y compañerismo; y una amenaza al resto de los verdaderos santos por no decir nada acerca de la infidelidad a su propios credos por parte de Presbiterianos y Reformados (El Día del Señor 38 del Catecismo de Heidelberg para los reformados y el capítulo 21 de las confesiones de Westminster para Presbiterianos).
A pesar de la apostasía de la verdad del Día de reposo recibe poca atención, nosotros consideramos que es uno de los más serios problemas en nuestros días; y consideramos nuestro llamado regresar a los caminos de nuestros padres, o continuar en ellos, según sea el caso, como algo urgente.
Esta ves la segunda edición de este folleto, publicado originalmente varios años atrás. Excepto por algunas correcciones del texto y el cambio en apariencia del folleto, este es el mismo.
Recordando el Día del Señor
Los holandeses le han llamado “Dique de Dios”. En Holanda, los diques protegen de los amenazantes mares y los guarda de destrucción por agua. Así que el Día del Señor retiene las olas rugientes de materialismo, de una mente terrenal, del placer que amenazan a la iglesia y al cristiano.
Hay fugas en los diques. Hay fugas en los diques entre cristianos reformados, donde alguna vez el Día del Señor fue honrado y el día de reposo recordado. Es necesario que nos paremos estas fugas; ciertamente no debemos permitir que estas fugas crezcan, mucho menos ayudar a derribar el dique.
El tema de recordar el Día del Señor es de urgencia, como el ejemplo del dique y las olas fuertes muestran. Primero, recordar el Día del Señor es uno de los diez mandamientos, si, un mandamiento que pertenece a la primera tabla de la ley—así que no es un asunto sin importancia.
Segundo, el día en cuestión es “El Día del Señor” de acuerdo a Apocalipsis1:10, el día que le pertenece a al glorioso, resucitado Señor Jesucristo. En recordarlo u olvidarlo, tenemos que dar cuentas a Jesucristo mismo.
Tercero, recordar el Día del señor, resulta, por la gracia del Señor, en un gran beneficio para nosotros: descanso – el precioso beneficio sin costo del descanso. El Día de descanso fue hecho para el hombre (Marcos 2:27). El bien del hombre que Dios tenía en mente es descanso. ¿Hay algo mas que necesitamos mas? Donde quiera que vayas, hay inquietud y disturbios en las iglesias, en las familias, en el alma del creyente. Así que después de cada consideración, es necedad olvidar o abandonar el Día del Señor.
La importancia de la iglesia al recordar el Día de descanso, fue claramente visto, y establecido, por uno de los mas grandes enemigos que la religión cristiana ha tenido, el Francés, Voltaire: “si quieres matar al cristianismo” el dice, “tienes que destruir el domingo”- un consejo que la Revolución Francesa llevó acabo.
Un Día Especial
Hay una simple verdad que es fundamental para la observancia del Día del Señor—el fundamento del dique es el Día del señor. Si esta verdad, es confesada por la iglesia y si vive en el corazón de la gente de Dios, todo estará bien en cuanto al Día del Señor. Pero si esta verdad es cuestionada o negada, no solo hicimos un hoyo en el dique, pero hemos demolido el dique. La pregunta base es esta: ¿Jehová Dios, en el cuarto mandamiento de Su ley, aún hoy aparta un día de la semana como un día especial? Y ¿Aún hoy, en el cuarto mandamiento de Su ley, requiere que Se gente recuerde este día dejando el trabajo cotidiano y los juegos, para dedicarse a la adoración, convivencia y un servicio especial con el Padre de Jesucristo?
La respuesta a estas preguntas es un definitivo “Si”. Dios aún requiere que separemos un día de los siete como un día especial y demanda que observemos este día de una manera especial. En este sentido, este día es santo. Es separado de los otros días por Dios para Su especial servicio. Así, santificamos el día, o lo guardamos como santo; lo usamos de la manera en que Dios quiere que lo usemos, es consagrado para Dios.
Dios separa el día y demanda que nosotros lo recordemos en el cuarto mandamiento. Recordar el Día del Señor, no es un asunto de libertad del cristiano, como algo que no ha sido ni mandado ni prohibido por Dios. Sino es la ley, como los asuntos de no tener otros dioses delante de El, honrar a nuestros padres y no robar. Es el mandamiento del Redentor a Su gente redimida. Es un mandamiento que nos enseña nuestra naturaleza pecaminosa mas y mas, para que vayamos a Cristo por rectitud y santidad, y nos dirige al camino de complacer a nuestro Libertador y a vivir vidas felices. Es un mandamiento que el creyente agradecido obedece felizmente, como un hijo obedece al padre que ama.
¡Esto es fundamental! Niega esto, y tirarás el dique; porque si el dique del Día del Señor, no está fundado en la sólida, buena y divina voluntad de Dios, no puede soportar las presiones del mundo que están presionando en contra de estos.
Otra opinión creciendo rápidamente en las iglesias reformadas, es que el curto mandamiento era únicamente ceremonial—judío- y fue, tan cumplido por Cristo que ya no es valido para los santos del Nuevo Testamento. Observar el Día del Señor en el primer día de la semana es simplemente una costumbre del Nuevo Testamento (una buena costumbre, es muy seguido admitido), basada en una decisión de la iglesia por si misma. Usar el primer día de la semana para la adoración corporativa no esta atado a ningún mandato de la ley de Dios, sino a la libre elección de la iglesia; pudieron haber escogido cualquier otro día de la semana. El guardar el Día del Señor, es estrictamente un asunto de la libertad cristiana.
Prueba Confesional
¿Que prueba hay entonces, para los santos reformados, que el recordar el Día del Señor, es la voluntad de Dios?
Primero, está la importante decisión de la asamblea de la iglesia, el sínodo de Dordt. Desafortunadamente, no es muy conocido y dentro de otras cosas, este gran sínodo hizo, fue adoptar la declaración doctrinal del Día del Señor. En este Tractaat van den Sabbath (Tratado del Día del Señor) Abraham Kuyper nos informa que la formulación y adopción de este punto, tomó lugar en aproximadamente tres horas en Mayo 17, 1619. La posición de Dordt fue expresada en seis puntos:
- En el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, hay un elemento ceremonial y moral.
- El descanso en el séptimo día después de la creación, y la estricta observancia con la que el pueblo judío fue acusada en particular, fue ceremonial.
- Que un día especial y definido ha sido separado para el servicio de Dios, y que para este propósito mucho descaso es necesario como si fuera necesario para el servicio de Dios y para su sagrada contemplación, este elemento es moral.
- El Día del Señor de los judíos, habiendo sido dejado al lado, los cristianos tienen el deber de santificar el Día del Señor solemnemente.
- Este día siempre ha sido guardado en la iglesia primitiva desde el tiempo de los apóstoles.
- Este día debe ser tan consagrado al servicio de Dios que los hombres, descansan de los trabajos cotidianos, excepto aquellos que son de caridad y presentan necesidades, así mismo, de todas las actividades de recreación que interfieran con el servicio al Señor.
Segundo, hay una enseñanza en el catecismo de Heidelberg del Día del Señor 38, Pregunta 103: “¿Qué requiere Dios en el cuarto mandamiento? Primero, que el ministerio del evangelio y las escuelas sea mantenido; y que yo, especialmente en el Día del Señor, en el día de reposo, diligentemente frecuente la iglesia de Dios, para escuchar Su Palabra, hacer uso de los sacramentos, públicamente invocar el nombre del Señor, y contribuir al ayudar a los pobres como corresponde a un cristiano. Segundo, que todos los días de mi vida abandone las malas obras, y me someta al Señor, para trabajar por Su Espíritu Santo en mi: y así empezar en esta tierra el eterno Día del Señor.”
El catecismo tiene una hermosa y única inclinación del cuarto mandamiento. Deliberadamente guarda al creyente reformado en contra del error de la observancia legalista del Día del Señor. El legalismo identifica la obediencia del cuarto mandamiento con un simple comportamiento exterior, especialmente el comportamiento de no hacer nada en el Día de reposo. Enfatiza el guardarnos de reglas hechas por hombres, especialmente reglas negativas. Los fariseos en los días de Cristo, por ejemplo, prohibieron recoger grano mientras viajaban en el Día de reposo, incluso si era para satisfacer el hambre (Marcos 2:23-28). Otros creían que era ilegal comer un huevo que la gallina había puesto en el día de reposo. El propósito del legalismo, en esta observancia del Día del Señor, es para aprender rectitud. Este fue el error en que los judíos en el tiempo de Jesús cayeron y del cuál el Señor se sostuvo. Este fue el error que la iglesia Católica Romana estaba en contra en el tiempo de la reforma, Lutero y Calvino, reaccionaron fuertemente en algunos de sus escritos en el tema de guardar el Día del Señor.
Debemos apreciar y mantener el punto de vista del catecismo. Pero malentendemos el catecismo si lo explicamos en el sentido de que en la tradición reformada es ignorado; toda mención de observar el Día del Señor debe ser prohibida; y por lo tanto, nuestra práctica de guardar el domingo es únicamente libertad de la iglesia del Nuevo Testamento.
Al contrario, este credo, nos enseña que hay un día de la semana apartado de los otros días; hay un día especial. De acuerdo al catecismo, hay un “día de descanso”, “el Día del Señor”, diferente a “todos los días de mi vida”. La referencia, claro está, es al domingo. En este día, un comportamiento diferente es requerido en el hijo de Dios, que descanse, cuyo comportamiento consiste primordialmente en la frecuente y diligente asistencia a la iglesia de Dios. Es Dios quien separa este día, y lo hace en el cuarto mandamiento—es el cuarto mandamiento, después de todo, que el catecismo está explicando.
Podemos resumir la enseñanza del catecismo de Heidelberg así: El cuarto mandamiento aún tiene valor en el Nuevo Testamento ; aún separa un día de la semana aparte donde los creyentes deben descansar en su Dios, bajo la Palabra del evangelio. Debido a este acto de Dios, no todos los días son iguales para los cristianos, aún cuando renunciamos a nuestras malas obras todos los días de nuestras vidas. Debido a este acto de Dios, el cristiano recuerda y santifica un día. Nuestro Día del Señor—domingo—corresponde al séptimo día del Antiguo Testamento; así es, es el Día del Señor del Nuevo Testamento.
Prueba Bíblica
Esta enseñanza del credo, es bíblica. Porque es la misma doctrina del cuarto mandamiento. El cuarto mandamiento es parte de la ley moral de Dios, y la ley moral de Dios es perpetuamente válida. No hay nada en esta ley que haya desaparecido más que el mandamiento en contra de usar el nombre de Dios en vano. Como los otros nueve, fue inscrito sobre granito por el dedo de Dios. Si fuera el caso que el cuarto mandamiento fuera únicamente ceremonial, tendríamos ahora nueve mandamientos, no diez. Y hablaríamos del “Enneálogo” no el “Decálogo”. El cuarto mandamiento, perpetuamente válido, requiere que recordemos un día y lo guardemos como santo y, en conexión con esto, que no trabajemos.
El Nuevo Testamento no elimina el cuarto mandamiento; ni El tenía una vista relajada al guardar el Día del Señor, en comparación con los fariseos. Esta es la noción que a veces encontramos en la iglesia, así que aquellos que son descuidados al recordar el Día del Señor, son considerados buenos cristianos, cuando los que son cuidadosos de observar el Día del Señor son sospechados como farisaicos. Es verdad que los fariseos fueron culpables delante del Señor con laxitud en cuando al Día del Señor. Lo acusaron de romper con el Sábado (Juan 5:18). Dijeron, “no respeta el sábado” (Juan 9:16). Pero estos cargos eran falsos.
¿Que estaba enseñando Jesús? ¿Cuál era la enseñanza de su comportamiento? ¿Dónde lo encontró el Día del Señor? Y ¿Que lo encontró haciendo? ¿Estaba en el campo recogiendo el grano? ¿Estaba tomando un paseo por el Mediterráneo? ¿Estaba en el estadio viendo a los Bob Cats de Nazaret jugar contra los Osos en un juego de pelota? ¡No, de ninguna manera! Pero siempre estaba en la sinagoga predicando la Palabra de Dios; haciendo lo bueno a santos en necesidad, sanándolos y destruyendo el poder del Diablo.
¿Cuál era la enseñanza de Jesús en cuanto al Día del Señor? ¿Alguna vez admitió que lo que los fariseos lo acusaban era cierto? ¿Alguna vez dijo: “He venido y por lo tanto el Día del Señor es obsoleto”? No, de ninguna manera. Pero enseñó que guardar el Día de Reposo no consiste en ociosidad; pero consiste en trabajar. El enseñó que este trabajo, es el adorar a Dios y el ayudar a los hermanos necesitados. Y enseñó que el Día del Señor fue hecho para el hombre, para el bien del hombre. Y enseñó que El es el Señor del Día de reposo”. Notemos que Jesús, no se llamó “Destructor del Día del Señor”, pero el “Señor del Sábado”.
Como el Señor del Sábado, Jesús cumple el Sábado, creando el perfecto descanso por Su muerte expiatoria y resurrección. El que el Día del Señor se ha cumplido ahora se muestra cambiando el Día de reposo del séptimo día del la semana al primer día de la semana. No la iglesia, pero el Señor Jesús estableció el primer día de la semana como separado como el Día de reposo para Su pueblo del Nuevo Testamento. La iglesia no tiene autoridad de cambiar el Día del Señor o pedir a los creyentes que observen el primer día de la semana. La iglesia no hace las reglas; ella solo proclama la voluntad de su Soberano Señor, como es revelada en las Sagradas Escrituras. El Señor del Sábado mismo ordenó el primer día de la semana (Lucas 24:1); reuniéndose con sus discípulos el primer día de la semana, antes de su ascensión (Juan 20:19; Juan 20:26); regresando a la Iglesia en el Espíritu el primer día (El Pentecostés fue en domingo); y dirigiendo a los apóstoles y a la iglesia Apostólica que se reunieran para adorar en el primer día (Hechos 20:7; 1Cor. 16:1,2).
Así que, el Espíritu de Jesucristo, le llama al primer día de la semana: “El Día del Señor” en Apocalipsis 1:10: “Yo (Juan) estaba en el Espíritu en el Día del Señor,…” Este corto texto es un poderoso concluyente, Palabra de Dios para todo asunto del Día del Señor. Por si solo, refuta la posición de los Adventistas del Séptimo Día en cuanto al día de reposo y adoración para la iglesia del Nuevo Testamento. Lo que es de mayor importancia para nosotros, es que explica claramente que un día de la semana, el día en el cuál Cristo ascendió a la gloria, es un día especial y debe ser especialmente observado por aquellos que aman al Señor resucitado. Aún cuando es ciertamente verdadero que todos los días de la semana le pertenecen a Cristo; sin embargo, es también cierto que uno de ellos es el “Día del Señor” en un sentido único.
La iglesia después de los apóstoles vio esto desde el principio. Ignatius, el padre de la iglesia mas antiguo, escribió: “Que cada uno que ame a Cristo, guarde como santo el primer día de la semana, el Día del Señor”.
Como recordar el Día del Señor
Una descripción del Día de descanso como el Día del Señor indica como debemos recordarlo. Lo recordamos dedicándoselo al Señor Jesús. Lo recordamos, adorando, conociendo, conviviendo, y disfrutando al crucificado y resucitado Cristo. Lo recordamos como lo hizo Juan: permaneciendo en el Espíritu; escuchando la voz de Jesús (en la predicación de la Palabra); y viéndolo (por fe) caminando entre las velas (en la iglesia).
Especialmente, debemos observar el Día del Señor, diligentemente atendiendo el servicio de la iglesia de Cristo. Esto, de acuerdo al catecismo de Heidelberg, es el primer requerimiento del cuarto mandamiento. Recordar el Día del Señor es atender la iglesia diligentemente; la ausencia voluntaria de la iglesia, o la asistencia sin diligencia, es una terrible violación del cuarto mandamiento. El catecismo es bíblico aquí. En el primer día de la semana, la iglesia apostólica se reunió para adorar; para escuchar la Palabra; para partir el pan; para orar; y para apartar los regalos para los pobres.
Debe ser evidente que, la asistencia a la iglesia, es claramente obediencia al cuarto mandamiento de la ley de Dios. Como parte de la primera tabla de la Ley, el cuarto mandamiento, demanda amor por Dios de Sus redimidos—la diligente asistencia a la iglesia es adoración, la alabanza de Dios en Jesús por gente agradecida. El cuarto mandamiento les llama a los santos a descansar—en la iglesia descansamos disfrutando el precioso trabajo de Dios en Jesucristo por medio de los sacramentos y la Palabra. El cuarto mandamiento termina con Jesucristo—atendiendo a la iglesia de Dios buscamos compañerismo con Cristo (Quien está presente por el Espíritu y Palabra), y buscamos honrarle.
Atender la iglesia es recordar el Día del Señor si lo hacemos diligentemente. Primero, debe ser un acto de fe; ningún no creyente puede recordar el Día del Señor, aún cuando venga a la iglesia. Segundo, debe ser fiel; creyentes deben reunirse cada domingo, tan a menudo como los servicios se lleven a cabo. Tercero, tiene que ser de todo corazón; nuestra asistencia debe ser entusiasmada, alegre y gozosa. Buena asistencia debe ser caracterizada por la actitud expresada en el Salterio, basada en Salmos 122:
Con gozo escuché a mis amigos exclamar,
Vengan, vamos al templo de Dios; En sus atrios,
O Sión bendita, por siempre se levantaran nuestros pies dispuestos.
Este aspecto de obediencia del cuarto mandamiento esta siendo amenazado hoy en día. Hay fugas en el dique. Hay unos, que asisten solo algunas veces, se saltan domingos enteros o frecuentemente faltan a los servicios dominicales. Esta creciendo la práctica de faltar al domingo de vez en cuando, porque interfiere con nuestros placeres. El Día del Señor es completamente olvidado. Es usado para viajar, o turismo, como si no le perteneciera al Cristo resucitado, pero a nosotros. Esta extraña noción es encontrada en la iglesia donde el cuarto mandamiento es roto periódicamente. Los hombres suponen que, si recuerdan el Día del Señor 51 semanas al año, tienen derecho a olvidar una. ¿Que diría esta misma gente, si otros tomaran la misma posición respecto al mandamiento en contra de robar o de matar?
Pero el Día del Señor interfiere con mis placeres”, dice el hombre determinado a disfrutar su vacación de fin de semana. Si, la Ley de Dios tiende a hacer eso. A lo largo del Antiguo Testamento, el Sabbath, “interfirió” con los placeres de Israel; y por esta razón lo rompían (Isaías 58:13; Amos 8:5). ¿Podemos cambiar y moldear la ley de manera que se acomode a nuestros placeres? ¿O debemos planear nuestras vidas de acuerdo a la ley y encontrar placer en hacer lo que se nos dice?
Nuestro voy-a-estar-de-vacaciones persiste, “Pero trabajo muy duro todo el año, y necesito descanso”. Para asegurarnos, tenemos que descansar; y éste tan necesitado descanso es el Día de reposo en la casa del Señor y en Su Palabra.
Otra amenaza al atender diligentemente a la iglesia, es el formalismo en la adoración. El ministro predica debidamente y la gente escucha preguntándose todo el tiempo cuando terminará. ¿Cómo venimos a la iglesia? Los primeros cristianos se saludaban con las palabras “¡El Señor ha resucitado!”, nosotros decimos “¡Que horrible clima! ¿No?”
Este no es el menor de los peligros, que la iglesia a la que asistimos, la Palabra de Dios no es predicada. Atender a una iglesia (“la iglesia de que elijas”) no es necesariamente obediencia al cuarto mandamiento; atender una iglesia fielmente, no es necesariamente obediencia al cuarto mandamiento. Para el que quiere guardar el Día del Señor, una pregunta importante es: “¿Cuál iglesia atiendes fielmente?” “¿Es una iglesia que honra a Jesús y lo proclama como Señor, el eterno Hijo de Dios en la carne, el único y soberano Salvador del pecado?” “¿Es una iglesia que da el descanso del Señor predicando justificación por sólo la fe y solo la gracia?” “¿Es una iglesia consagrada para la gloria de Dios en la enseñanza de todos los mandamientos de Dios, y soportándolos con el ejercicio de la disciplina?”
Devoción de Todo el Día del Señor
Por el bien de la asistencia diligente a la iglesia, debemos poner a un lado el trabajo ordinario de los otros seis días de la semana, tanto como nuestro entretenimiento. Este es el cuarto mandamiento: “no harás ningún trabajo” (Éxodo 20:10). Incluso en el Antiguo Testamento, el abstenerse de trabajo fue claramente señalado: “ni tu criado, ni criada trabajarán” (Det. 5:14). No hay valor en no trabajar por si mismo; pero no trabajar, es necesario para descansar el descanso del Señor. Cuando el Israelita trabajó en el Día de descanso (Num. 15:32) el pecado fue no que recogió algunos palos, pero que despreció el descanso espiritual del Señor, Cristo y Su salvación. Esto reveló de el, que era un hombre mundano. Esto mereció, y aún lo merece, la sentencia de muerte.
Es lo mismo hoy. Trabajar en el Día del Señor es destructivo de la diligente asistencia a la iglesia. Es verdad que hay trabajos de necesidad que hay que hacer. Jesús enseñó que uno puede salvar a un asno de un hoyo. Pero como alguien dijo, si tengo un asno que se cae al hoyo cada domingo, voy a llenar el hoyo o vender el asno.
La tarea de nuestros hijos es incluida en esta prohibición. Así como nuestro trabajo ordinario es la granja o la fábrica o algún negocio, o tareas de la casa, el trabajo ordinario de nuestros hijos es tarea; y Dios requiere este trabajo que sea puesto a un lado para el interés de otras cosas mejores.
Si la obediencia a esta prohibición de trabajar significa pérdida económica o dificultad económica, debemos estar perfectamente dispuestos a tener pérdidas y dificultades. Jesucristo no es un Señor, si Su Día, y la adoración que El reclama en ese Día son olvidadas por el pan.
De la misma manera, pasando el domingo en la tarde viendo el football o es baseball, es destructivo a la adoración pública de Dios que requiere en el cuarto mandamiento. El placer es una gran amenaza en nuestra sociedad. El mundo corrompe el Día del Señor de manera que haya mas diabluras en los domingos que el los 6 días de la semana combinados. Esta es una historia antigua. En su glorioso llamado de el apropiado modo de guardar el Día del Señor en Isaías 58:13,14, el profeta comienza advirtiendo a Israel en contra de “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo…” Si vamos a usar el Día del Señor para nuestro placer, entonces podemos trabajar—es el menor de los dos males. Agustine dijo, concerniente al Día del Señor: “Es mejor arar que bailar”.
El trabajo ordinario y la recreación están prohibidos porque son destructivos para la diligente asistencia a la iglesia requerida por el cuarto mandamiento. Lo que uno hace en el Día del Señor, esta directamente relacionado con la adoración pública del Día del Señor. Hacer los trabajos cotidianos una hora o dos después del servicio del Señor matutino, corta el efecto de la casa de Dios para ahogarse en la esperanza del mundo por los afanes de esta vida. El hombre que pasa todas sus tardes domingueras en el juego de pelota, no puede traer el servicio de sacrificio de alabanza y acción de gracias a la casa del Señor. Lo mas seguro es que no asista al segundo servicio. La caída terrible del segundo servicio es en gran manera debida a el uso del domingo para el placer personal—golf, picnic, paseos, ver televisión y relajarse en la casa con una novela. Si se apura del juego de basketball a la iglesia, no viene con un corazón lleno de los maravillosos trabajos de Dios en Jesús y con sus afectos puestos en las cosas eternas, donde Cristo Jesús se sienta a la diestra de Dios.
¿Que puedo hacer?
El día entero debe ser dedicado a la adoración; todo el día es dedicado al Señor Cristo Jesús. Esta es la respuesta a la pregunta común, “¿Qué puedo hacer el domingo?”
Dios desea que estemos activos; trabajo es necesario. Hacer nada, no es obediencia al cuarto mandamiento. Jesús nos lo enseña en Juan 5. El sanó a un hombre cojo en el Sabbath, y cuando los fariseos objetaron, les dijo, “Mi Padre trabajó hasta ahora y yo trabajo” (v. 17). La noción de que uno guarda el Día del Señor haciendo nada era una parte del legalismo de los fariseos.
El trabajo que debe hacerse, es ejercicios espirituales—privados, adoración personal. Debemos orar. Debemos leer, no el periódico, pero las Sagradas Escrituras, así como libros y revistas que expliquen las Escrituras. Así como hoy en día se es testigo de una falta de oración en privado—la comunión con Dios, también hay una declinación en lectura y estudio de sana doctrina por parte de todos los cristianos. Una mentalidad terrenal viene con la marea. ¡El Día del Señor es el Día del Dique! El Sínodo de Dordt habló de una “contemplación santificada”—incluso estas palabras son extrañas para nosotros. Estamos demasiado ocupados, nuestras mentes están demasiado llenas de este mundo; estamos tan adversos a un tiempo de silencio y soledad, Los domingos son un día para pensar pensamientos santos—pensamientos de mi pecado; de redención, de mi privilegiada posición y llamado, de la belleza de la iglesia, pensamientos de Cristo, de la gloria de Dios.
Requisitos permitidos en el Día del Señor, incluyen “trabajos de caridad” por ejemplo, trabajos de amor a tu vecino, especialmente a los santos. El Catecismo de Heidelberg menciona, contribuir al alivio de los pobres o limosna, como un aspecto importante de la asistencia a la iglesia. Hay otras maneras de ayudar a los necesitados. Jesús los sanó. Nosotros podemos visitarlos o visitar asilos. Podemos confortar al agobiado. La iglesia está llena de necesitados, si tan solo abrimos nuestros ojos.
En los domingos en las tardes, la preciosa convivencia con los santos, puede ser disfrutada—y practicada, como un deber. Entonces, no discutimos nuestros trabajos cotidianos, todos los restaurantes que visitamos, la carrera por el título, o las muchas faltas de los miembros de la congregación; pero hablamos del Señor Jesucristo. Isaías 58 específicamente nos advierte acerca de esto “hablando tus propias palabras”.
En el Día del Señor, debe haber culto familiar. Hay culto público. Hay adoración privada. Hay adoración en familia. El cuarto mandamiento es un mandamiento familiar. Es dirigido por Dios a la cabeza de la familia, el esposo y el padre: “en el, (El Sabbath) no trabajarás, tu, ni tu hijo, ni tu hija,…” El padre es responsable por la obediencia de su casa. El debe descansar, con su familia. Históricamente, el Día del Señor ha sido un baluarte para la familia dentro de la gente reformada y Presbiteriana.
Permitamos que haya devociones familiares, especialmente en vista de las amenazas a la familia hoy en día. La familia debe discutir el sermón. (Esto no es lo mismo a destruir el sermón criticando al pastor). La familia debe leer y estudiar la Biblia junta. Los padres deben enseñarles a sus hijos el catecismo. Como amo escuchar a un niño decir en su clase dominical “Mi papá (o mamá) me contó esa historia”. La familia debe cantar junta.
Hay tanto que hacer en un domingo que el día es muy corto. ¿Qué tan largo es el Día del Señor? Algunos han preguntado. Dale al Señor un día entero; es el Día del Señor, no la hora del Señor. Esta es una pregunta preocupante. Suena sospechosa, como la pregunta de los judíos en Amos 8:5. “diciendo: ¿Cuándo pasará el mes, y venderemos el trigo; y la semana, y abriremos los graneros del pan, y achicaremos la medida, y subiremos el precio, y falsearemos con engaño la balanza, para comprar los pobres por dinero, y los necesitados por un par de zapatos, y venderemos los desechos del trigo?”. Nadie habla así de sus vacaciones. “¿O, Cuándo acabarán? Preguntas como estas acerca del Día del Señor, demuestran una fuga en el dique de mí alma—mundanidad está entrando. El hombre que prueba algo del descanso de Cristo, habla diferente: “O, ¿Cuándo veremos en eterno Día del Señor?”
Aún, nuestra obediencia al cuarto mandamiento es, imperfecta. No tenemos perfecta fe en Cristo nuestro descanso; no venimos a la iglesia con un celo por la gloria de Dios y con gratitud por el trabajo en Jesús que debemos tener, seguido escuchamos Su palabra fríamente—si, y nosotros predicadores, la predicamos de la misma manera; nuestro uso de los sacramentos y nuestras oraciones son habituales; nuestros pensamientos profanos; nuestras conversaciones mundanas; cuando todo se ha dicho y hecho, en la noche del domingo, lo mas que se puede decir de nuestro observancia del Día del Señor es que no hicimos nada. El cuarto mandamiento nos enseña nuestra miseria, para que corramos a la rectitud de Cristo.
Pero el Señor que justifica, también santifica, de manera que podamos tener un comienzo de obediencia en respecto al cuarto mandamiento. Esto es lo primero, un comienzo victorioso. Descansamos en Cristo por fe en el Día del Señor. Esto, entonces, se vuelve el poder por el cuál vivimos y trabajamos los otros seis días de la semana, abandonando nuestras maldades y sujetándonos al Señor para que trabaje en nosotros por Su Espíritu. Para que empecemos en esta vida, nuestro eterno Sabbath.
El nuestro, es un día gozoso para guardar. El Día del Señor no es un día pesado. No es cierto en nosotros lo que Thomas Babington Macaulay amargamente (e injustamente) dijo de los puritanos en cuanto a su observancia del Sabbath: “Los puritanos, se oponían a morder al oso en domingo, no porque le dolía al oso, sino porque le daba placer a la gente”.
Nuestra experiencia ha sido expresada en el himno: “Día mejor de toda la semana el mejor, Emblema de descano eterno”
Nuestra experiencia es la prometida por el profeta en Isaías 58:13-14:
Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado.