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El Remanente / The Remnant

       

por Dale H. Kuiper

Para muchos de nosotros, nuestra primera experiencia con la palabra remanente fue en relación con la costura que hacían nuestras madres y hermanas en casa. Los retales de tela que sobraban al terminar el proyecto se llamaban remanentes. Hoy en día, también vemos en los periódicos que las tiendas de telas ofrecen remanentes. Las diversas palabras hebreas y griegas traducidas como remanente en nuestras Biblias tienen el mismo significado: un trocito, una pequeña cantidad sobrante, el resto, el residuo. Esta palabra se usa en la Biblia con respecto a cosas como las cortinas del tabernáculo. (Ex. 26:12), restos de las ofrendas (Lev. 2:3) y resto de sangre (Lev. 4:18); con respecto a los malvados, como el remanente de gigantes (Dt. 3:11), resto de los amorreos (2 Sam. 21:2), de sodomitas (1 Rey. 22:46), y de la posteridad o remanente de la casa de Jeroboam (1 Rey. 14:10). Sin embargo, el uso principal de esta palabra en las Escrituras se relaciona con el pueblo de Dios. En cada momento de la historia hay un remanente que se salva.

Es muy llamativo que, por un lado, se describa a la verdadera descendencia de Abraham como más numerosa que las estrellas del cielo y la arena del mar. (Gen. 22:17); sin embargo a la iglesia también se le llama un pequeño rebaño (Lc. 12:32), una enramada en un viñedo y una cabaña en un jardín de melones o pepinos (Is.1:8); son muchos los llamados, pero pocos los escogidos (Mt. 20:16); son pocos los que encuentran el camino angosto que lleva a la vida (Mt. 7:14). Por lo tanto, debemos concluir que, comparada con aquellos que se pierden, la iglesia de Cristo es un número pequeño, una minoría de la raza humana. ¡Pero el número de la hueste de los redimidos es, sin embargo, incontable!

La verdad de que siempre hay un remanente del pueblo de Dios en la tierra está estrechamente relacionada con la verdad de la preservación de los santos. La iglesia no perdura por su fuerza ni por su bondad, sino solo por la misericordiosa preservación de Dios. En tiempos de Acab y Elías, el profeta de Dios estaba convencido de que solo él servía a Dios, pero Dios le instruyó que se reservaba para sí a siete mil que no se habían arrodillado ante Baal. Aun así, escribe Pablo, en la actualidad, y en todo momento, hay un remanente (Rom. 11:5). Judá se había vuelto tan malvada durante el tiempo de sus últimos reyes que el profeta Isaías se inspiró para escribir: “Si el Señor de los ejércitos no nos hubiese dejado un remanente muy pequeño, seríamos como Sodoma y semejantes a Gomorra” (Is.1:9). Cuando la nación de Judá fue llevada al cautiverio, el profeta habló de su regreso antes de ser llevada a la tierra extraña: “Y acontecerá en aquel día que el remanente de Israel y los que hayan escapado de la casa de Jacob no se apoyarán más en el que los hirió, sino que se apoyarán fielmente en el Señor, el Santo de Israel. El remanente volverá, sí, el remanente de Jacob, al Dios fuerte” (Is.10:20, 21). Cuando Jerusalén fue sitiada por Senaquerib, rey de Asiria, Ezequías oró por el remanente que quedaba (Is. 37:4), y Dios respondió al rey por medio de su profeta: “Y el remanente que haya escapado de la casa de Judá volverá a echar raíces abajo, y dará fruto arriba; porque de Jerusalén saldrá un remanente, y los que escapen del monte de Sion; el celo de Jehová de los ejércitos hará esto. (Is. 37:31, 32). El fruto que produce el remanente es visible, pues es la observancia de los mandamientos de Dios, por lo cual tiene el testimonio consolador de Jesucristo, y por causa del cual el diablo-dragón sale a hacer guerra contra el remanente de la simiente de la iglesia. (Ap.12:17)

Que siempre haya un remanente, que este remanente esté firmemente arraigado en Jesucristo y se ocupe de dar fruto para Dios, se debe a la elección eterna. «Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia». (Rom.11:5). Nótese que la elección es por gracia. Esta gracia se destaca vívidamente en todos estos pasajes donde se menciona al remanente. No hubo nada bueno en Israel ni en Judá, ni hay nada bueno en la iglesia hoy, que condicionara la elección o que mereciera la preservación. ¡Pero hay un remanente por la gracia de Dios en Jesucristo!

Concluimos con la observación de que el Dios omnisciente puede ser glorificado más y más mediante la salvación de un remanente muy pequeño de la raza humana — incluso un remanente de Israel —, que por la salvación de la gran mayoría de la humanidad o de toda la humanidad. Que la iglesia sea pequeña, una minoría, un remanente, no se debe a ningún defecto o insuficiencia en el sacrificio de Cristo en la cruz, sino que se deriva del decreto eterno de la predestinación, la fuente de toda nuestra salvación.

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