Reverando G. Van Baren
Mucha gente en nuestros días niega a Dios y Su control sobre todas las cosas. Estos insisten en caminar en su ignorancia—porque ellos rechazan cualquier testimonio de la Biblia. Muchos Cristianos, sin embargo, también parecen estar inseguros de la extensión de el poder y de el control de Dios. Ellos están dispuestos a conceder que Dios trata de salvar a los pecadores—pero ellos no están seguros de si Dios puede real y plenamente llevar a cabo Su propósito. Ellos están de acuerdo de que Dios manda todas las buenas cosas—pero están mal dispuestos para mantener que Dios manda las guerras y las enfermedades. Están listos para decir que Dios guía a los hombres buenos—pero titubean confesar que los hombres malos están también bajo Su dirección y control.
Una de estas verdades la cual ha sido histórica y enfáticamente confesada por las iglesias Reformadas Calvinistas es aquella de la Soberanía de nuestro Dios. La soberanía se refiere al absoluto, total gobierno y control sobre todas las cosas, un gobierno que sólo Dios posee. La soberanía de Dios no está limitada. Ni está dada a El. Pero es sin límite, y es el derecho personal de Dios. Dios no es el Gobernador de alguna clase de democracia en la cual El gobierna por la voluntad de la gente. Su gobierno y autoridad le pertenece exclusivamente a El mismo—y Dios ejercita plenamente este gobierno en Su creación. El es el Soberano. Nada ni nadie escapa a Su regla.
Esta es una verdad vital. Sin ella, o al distorsionarla, uno no puede sino proponer doctrinas u opiniones contrarias a la Palabra de Dios. Considere esto por una vez a la luz de aquello que la misma Biblia enseña.
Primero que nada, la Soberanía de Dios incluye el hecho de que El ha formado por medio de Su poderosa Palabra el todo del universo y que El preserva su existencia. ¡Este hecho asombra a la imaginación! El universo en sí mismo es tan vasto que el hombre no sabe cómo describir su comienzo o su fin. El número de estrellas es tan grande que se hacen incontables. La energía gastada por estos cuerpos celestiales en el universo no puede ser medida.
Están aquellos que afirman el ser ignorantes concernientes al origen de este universo. Algunos sugieren de que quizás es eterno. Pero la Biblia nos dice simplemente, “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Gen. 1:1). Y Hebreos 11:3 declara, “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” ¡Imagínese! Dios creó el vasto universo—y El mismo está muy por encima de él, tampoco está El limitado por éste. Así también Salomón oró en su dedicación del templo en Jerusalén, “Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra?” He aquí que los cielos, los cielos de los cielos no te pueden contener; ¿Cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (I Reyes 8:27).
Pero la Soberanía de Dios no está limitada a la formación de todas las cosas por medio de Su poderosa Palabra. El es Soberano en que El dirige y gobierna todas las cosas que suceden. Dios coloca al mar dentro de sus límites: “¿Quién encerró con puertas el mar, cuando se derramaba saliéndose de su seno?” (Job 38:8). O nuevamente, “El es quien cubre de nubes los cielos, El que prepara la lluvia para la tierra, El que hace a los montes producir hierba” (Sal. 147:8). No es sorprendente de que el Dios soberano haga que cada gota de lluvia caiga donde El quiere; El hace que cada copo de nieve descienda de acuerdo a Su buen gusto. Esta no es la extensión de Su poder, sin embargo. El poder de Dios se extiende sobre las aves de los cielos y aún sobre los cabellos que caen de nuestras cabezas. Jesús dijo, “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a la tierra sin vuestro Padre, pues aún vuestros cabellos están todos contados” (Mat. 10:29-30).
Pero aún más asombroso, a pesar de ser disputado por muchos, es el hecho de que el poder de Dios dirige las guerras, la pestilencia, enfermedades y el viento que vienen sobre la tierra. No sólo el como Dios manda la paz, sino que El causa también la guerra. El no sólo da la salud, sino que El también envía la enfermedad y la muerte. Dios dice en Isaías 45:7, “que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad, Yo Jehová soy el que hago todo esto.” Nuevamente leemos en el Salmo 46:8, “Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra.” Cuando los Cristianos entonces escuchen de o se encuentran con los terribles huracanes o tornados, cuando ellos miren la destrucción de la enfermedad, cuando ellos vean la ruina de las guerras—dejémosles confesar: “La mano del Señor dirige todas estas cosas.”
Hay aún una más asombrosa maravilla en este hecho de la Soberanía de Dios. Su gobierno se extiende aún sobre los hombres malvados—sí y aún sobre el mismo diablo. Muchos niegan esto. A menudo se sugiere que Dios influye y dirige a los hombres buenos—pero los hombres malos y el diablo son fuerzas menores fuera del gobierno de Dios. Se admite que Dios puede frustrar los designios diabólicos de estas fuerzas de la obscuridad, pero la afirmación es que estos son sin embargo, fuerzas independientes. Si esta opinión fue correcta, habría un serio límite a o abreviación de la Soberanía de Dios. El hecho es, sin embargo de que Dios es también soberano con respecto a los hombres malos. Ellos no pueden levantar un pequeño dedo, ellos no pueden llevar a cabo un hecho malo sino que esto está bajo el absoluto control de Dios.
Que esto es cierto puedo ser también claramente demostrado por la Escritura. Leemos en Exodo, capítulos 3 y 4, que Moisés quien antes había huido de Egipto, estaba cuidando el rebaño de su suegro, Jetro. Esta había sido su ocupación durante los pasados 40 años. De repente, Dios cambió la vida de Moisés. Dios se encontró con él en la ardiente pero no consumida zarza, en el desierto y le instruyó a él a ir al Faraón con el mandato de dejar ir al pueblo de Dios. Pero entonces Dios le dijo a Moisés, “Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón de modo que no dejará ir al pueblo,” no es cierto de que el Faraón primero endureció su corazón y que después Dios lo haya endurecido. Antes aún de que el Faraón estuviese enterado de la existencia de Moisés, Dios enfatiza: “yo endureceré el corazón del Faraón” (Ex. 4:21). Como resultado de este acto de Dios, Faraón endurece su corazón. A pesar de que Dios endurecen el corazón del Faraón, aún así, el mismo Faraón es hecho responsable y es terriblemente castigado, a través de las diez plagas por este pecado.
¿Y por qué Dios endurecería el corazón del Faraón? El apóstol Pablo responde con las palabras de Romanos 9:17: “porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.”
Otros ejemplos son mencionados en la Escritura. Está el recuento de I de Reyes 22, donde Acab busca consejo a través de sus falsos profetas en lo referente a su plan de luchar contra Siria. Estos falsos profetas unánimemente le urgieron a el ir a la batalla con la seguridad de la victoria. Pero, entonces Acab llamó al profeta de Dios, Micaías. Micaías le explicó a Acab de que era Dios quien puso un espíritu de mentira en las bocas de los falsos profetas de Acab a fin de dirigir a Acab a su destrucción en esta batalla. Dios era soberano aún sobre estos falsos profetas.
Pero, también hay más, porque aún el mismo diablo está bajo el directo control de Dios. Posiblemente la evidencia más clara de esto se encuentra en el libro de Job. En el primer capítulo leemos que Satanás compareció delante de Dios. Dios le recordó a Satanás de Job, quien era “varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.” “Ah,” dice Satanás “¿Acaso teme Job a Dios de balde? Toca todo lo que tiene y verás si no blasfema contra ti.” Entonces Dios le dice a Satanás en el versículo 12, “He aquí todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él.” Así Dios le dio a Satanás un poder específico pero limitado para llevar a cabo su malvado designio de tratar de causar que Job maldiga a Dios.
Pero hay aún más maravillosa, asombrosa evidencia de la Soberanía de Dios revelada en la Escritura. Este Dios Todo Poderoso, a través de Su propio poder solamente, salva a Su gente del pecado y la muerte los lleva a ellos a la gloria celestial. Muchos predicadores equivocados podrán sugerir que Dios no tiene poder para salvar al pecador. Ellos, sugieren que Jesús se para fuera del corazón del pecador y que insistentemente llama a esa puerta. La acción decisiva que dirija hacia la salvación deberá ser tomada por el hombre. Pero esa no es la presentación de la Escritura. En Jeremías 31:18-19, leemos, “Conviérteme y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios. Porque después que me aparté tuve arrepentimiento, y después que reconocí mi falta, herí mi muslo; y me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud.” Y leemos en lo concerniente a la predicación de los misioneros Pablo y Bernabé, “Los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor y creyeron todos los que estaban ordenados para vida eterna” (Hechos 13:48). Y en otro viaje misionero, Pablo habla de mujeres adorando junto al río cerca de Filipos. Una de estas mujeres, Lidia, creyó. En lo relativo a ella, leemos, “y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía” (Hechos 16:14).
Además, fue la Soberanía de Dios la cual fue evidente en la crucifixión de Jesucristo. Cuando uno examina lo que sucedió en la cruz, uno debería estar inclinado a indicar que las cosas se salieron fuera de mano. Casi parecería que Dios hubiera perdido el control. Parecía como si Satanás estaba por obtener la victoria. Pero, eso es exactamente lo que no sucedió. Dios tenía todas las cosas bajo control en la cruz. Lo que pasó, pasó en armonía con Su gran propósito. Así también Pedro explica a la audiencia en Pentecostés cuando él les dijo a ellos, “Jesús, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23). Dios había determinado que la cruz debía venir—pero hombres perversos tomaron y crucificaron a Cristo. Así, Dios usó la mala acción de los hombres malvados para cumplir Su glorioso propósito.
Es también este mismo soberano, todopoderoso poder de Dios, con lo cual El preserva a Su gente en la salvación que El les da a ellos. Leemos en Filipenses 1:6, “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”
El Dios Soberano ha revelado Su absoluto control sobre todas las cosas al salvar a gente del pecado y llevarlos a ellos al cielo con todas sus glorias.
¿Es importante que el fiel Cristiano mantenga esta presentación Escritural de la Soberanía de Dios? ¡Muy definitivamente! La razón misma para que todo el universo exista es de que el Nombre de Dios pueda ser grandemente exaltado. Todo lo que ha sucedido, y todo lo que está por ocurrir debe servir al propósito de glorificar a Dios. Nadie ni nada podrá intentar quitarlo fuera de la Soberanía de nuestro Dios.
Es la marca característica de toda herejía que la verdad de la Soberanía de Dios sea comprometida. El hombre introducirá aquello que exalta al hombre, aquello que exalta el poder o la habilidad del hombre o aquello que denuncia que el hombre tiene cierta capacidad para ganar o merecer algo de Dios. O el hombre deliberadamente intenta quitar del absoluto gobierno de Dios sugiriendo que otros, fuera de Dios, poseen un poder independiente.
Pero es la marca de un Cristiano fiel y de la iglesia verdadera que estos creen y confiesan la verdad Escritural de la absoluta Soberanía de Dios. Toda doctrina, cada confesión deberá estar fundada sobre la verdad de la Soberanía de Dios. Cualquier cosa que quite en cualquier forma de esta verdad, deberá ser rechazada. Deberá seguirle la verdadera doctrina y revelar la verdad de que Dios es el Unico Soberano.
El Cristiano deberá también vivir y caminar en el conocimiento de esta verdad. Muy a menudo uno podría pensar de sí mismo como independiente—libre del poder y de la autoridad de Dios. Una persona no busca el rostro de Dios en oración como él debería. El no apoya la causa del reino de Dios como un fiel hijo de Dios lo es llamado a hacerlo. El encuentra placer en este mundo con todas sus lujurias. Ese tal individuo vive como si Dios no fuera el Unico Soberano.
¡Qué maravillosa verdad es la confesión de la Soberanía de Dios! Mi Dios es Aquel que escucha y puede contestar a mi oración. Mi Dios dirige todas las cosas para mi bien (Rom. 8:28). Porque mi Dios es absolutamente soberano, no hay casualidades verdaderas las cuales me puedan sobrevenir. Y de seguro en la casa de Jehová moraré por largos días—mi Dios Soberano ve porque así sea a través de Su Hijo Jesucristo.
Qué consuelo, qué seguridad es para el Cristiano el saber y el confesar la Soberanía de Dios. No hay nada entonces, que me pueda separar del amor de Dios. “Porque” dice la palabra de Dios, “por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni por lo venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rom. 8:38-39). Esto es verdad porque Dios es el Dios Soberano. ¡Gracias a Dios que El lo es!