Ron Hanko
¿Has pensado alguna vez que tu fe sería mucho más fuerte y que tu vida más santa si hubieras podido caminar con Jesús como lo hicieron los apóstoles—si hubieras podido ver sus milagros, escuchar sus enseñanzas y seguirlo alrededor de Galileo y Judea? Pedro nos dice no debemos pensar así cuando el llama a la Escritura “la palabra profética más segura” (II Pe. 1:19). Nosotros tenemos algo mejor y más seguro que lo que los apóstoles tenían quienes vieron con sus propios ojos su majestad (1:16). ¡Piense en eso! ¿Puedes imaginar una declaración más poderosa del valor y suficiencia de la Escritura?
Veamos lo que Pedro dice. En II Pedro 1:16-18 él está hablando de la transfiguración de Cristo. No mucho antes de su muerte Él fue “transfigurado” en una montaña en Galilea. Puedes encontrar la historia en Mateo 17:1-8, Marcos 9:2-8 y Lucas 9:28-39. Los tres discípulos que estaban ahí—Pedro, Jacobo y Juan—no sólo vieron a Jesús, Moisés y Elías, sino que ellos también escucharon la voz de Dios mismo testificando de Jesús. Es más, ellos vieron a Jesús en su gloria celestial, como lo veremos cuando Él venga nuevamente. Es por eso que Pedro habla en el versículo 16 de dar a conocer su “poder y venida.” ¿Qué puede ser mejor que eso?
Pedro sabía que nosotros podríamos pensar así. Él sabía que nosotros podríamos preguntar “¿Y qué pasa con nosotros? ¿Cómo podemos saber y estar seguros? Nosotros no lo vimos. Nosotros no vimos su majestad.” Pedro responde esas preguntas incluso antes de que fueran hechas cuando nos dice que la Escritura es la palabra profética más segura. Es más segura que ser un testigo. Eso es parte de lo que llamamos suficiencia de la Escritura. En la Escritura encontramos todo lo necesario para nuestra fe y vida.
¿Sabes por qué la Escritura es la palabra más segura? Pedro explica eso, también, hablando acerca de la inspiración de la Escritura: “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (II Pedro 1:21). En otras palabras, la Escritura no fue escrita porque los autores de varios libros querían escribirla. Ellos no fueron quienes, finalmente, decidieron qué y cómo escribir. En todos sus recuerdos, consulta de fuentes, escritura, edición el Espíritu Santo fue quien los movió. Eso es lo que la palabra traducida “inspiró” realmente significa. ¡Ellos fueron movidos! El real autor de la Escritura es el Espíritu Santo.
El resultado es que la Escritura es una luz brillando en la oscuridad. Este mundo es la tierra de la sombra de muerte, una tierra oscurecida por la ira de Dios (Is. 9:2, 19). La Escritura nos dice que no habrá noche en el nuevo cielo y nueva tierra, pero en esta tierra no hay día. Desde un punto de vista espiritual, en este mundo todo es oscuridad. Sólo hay, eternamente, noche. Y alrededor de nosotros la oscuridad se va haciendo más profunda en estos últimos días. En aquella oscuridad la luz de la Escritura brilla, y hasta que Cristo, el lucero de la mañana, vuelva, será la única luz que tenemos.
Guardemos, por lo tanto, la Biblia. Esta luz no brilla cuando está cubierta o encerrada. Léala diariamente. Estúdiela con la oración que Dios hará que esa luz brille en su corazón. Medite en esas preciosas verdades. Síguela como la luz que ilumina la senda de tu vida.
Fuente: “The Sufficiency of Scripture” from Doctrine According to Godliness del Rev. Ronald Hanko, pp. 12-13.
Traducido por Marcelo Sánchez