Ronald Hanko
Ya que la Escritura es la Palabra de Dios y tiene un autor, ella también es una. Dios no habló con sesenta y seis voces diferentes. Él no puede, porque Él mismo es uno en poder, en propósito, y en ser. Debido a que es uno, su Palabra y revelación también es una.
Que la Escritura es de suma importancia. Por esta razón la Escritura no se puede contradecir consigo misma. Un libro no puede diferir de otro, ni el Antiguo Testamento del Nuevo. La Escritura no puede enseñar una cosa en el Antiguo Testamento y algo opuesto en el Nuevo, ni un autor humano puede diferir de otro.
Está mal, por lo tanto, hablar de la “teología de Pablo,” como algunos hacen, sugiriendo que esta difiere de la teología de Jesús o la teología de Pedro. Nadie puede sugerir que Jesús tuvo una visión diferente de Moisés, Pablo o Juan sobre algunas cosas, tales como el divorcio o el lugar de la mujer en la iglesia.
La doctrina de la unidad de la Escritura es especialmente importante contra el dispensacionalismo, quien no ve unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre Israel y la Iglesia. Incluso los bautistas enseñan que el pacto con Israel es un pacto fundamentalmente diferente y que el pacto de Dios con la iglesia es una negación de la unidad de la Escritura. La Escritura en un libro y no puede enseñan dos o más pactos diferentes y en conflicto.
Si la Escritura es una, no pueden haber revelaciones diferentes, diferentes pactos, diferentes pueblos de Dios o diferentes formas de salvación. Nuestra objeción a la enseñanza del dispensacionalismo y del bautismo de creyentes no está sólo basada en los pasajes que desaprueban esas enseñanzas en específicas de esos grupos sino también en los pasajes que enseñan que la Escritura es una y no puede ser quebrantada (Juan 10:35).
La noción de que el Antiguo Testamento no es autoritativo para los creyentes del Nuevo Testamento excepto cuando su enseñanza es confirmada en el Nuevo Testamento es una negación de la unidad de la Escritura. Lo que está escrito en el Antiguo Testamento también fue escritos para nosotros los creyentes del Nuevo (1 Cor. 10:11).
La unidad de la Escritura, como Jesús nos recuerda en Juan 10:35, está en sí misma. Toda ella es, desde el principio hasta el final, la revelación de Jesucristo como Salvador y de la gracia de Dios que es revelada en Él. Como Spurgeon dijo “Donde sea que cortes la Escritura fluirá de ella la sangre del Cordero.” Encontrar a Cristo en cada pasaje debe ser nuestro objetivo y al hacerlo así, ciertamente encontraremos que la Escritura habla con una voz.
La doctrina de la unidad de la Escritura no solo es importante para la defensa contra otras enseñanzas sino también para el estudio de la Escritura. Si la Escritura es una, ningún pasaje puede ser estudiado, leído o incluso citado aislado del resto de la Palabra. Nada de lo que pensemos o digamos de la Palabra de Dios puede contradecir a otra cosa. Esto significa, por supuesto, que debemos estar ocupados con la Escritura para que la conozcamos del principio al final y estemos rigurosamente familiarizados con su enseñanza.
La doctrina de la unidad de la Escritura significa, entonces, que la Escritura es importante y necesaria, que ninguna parte puede ser dejarse de lado. Debemos conocer, leer, estudiar, aprender y honrarla completamente. ¿Lo haces?
Fuente: “The Unity Of Scripture” de Doctrine According to Godliness del Rev. Ronald Hanko, pp. 23-24.
Traducido por Marcelo Sánchez