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Guerras y rumores de guerras

Rev. Rodney Kleyn

Mateo 24:6-7
6 Marzo, 2016 / Numero 3818
Reformed Witness Hour (http://reformedwitnesshour.org/broadcast/wars-and-rumors-of-war/)

Queridos Amigos del Radio,

Jesús viene de nuevo. Como cristianos sabemos esto, no sólo porque Él ha prometido regresar, sino también porque nos ha dado señales de su venida. Leemos sobre esto en Mateo 24. Los discípulos le hicieron una pregunta a Jesús: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas? ¿Y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo? ”

En este capítulo, Jesús les da señales de su venida. Una de ellas es guerra. Leemos sobre esto en los versículos 6 y 7: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino.” Cada uno de nosotros, aunque no estemos personalmente involucrados en la guerra, es consciente de la realidad de la guerra. Libia, Siria, Sudán, Kosovo, Irak, Egipto, Serbia, Yemen, Irán, Afganistán, Somalia, Rusia, Ucrania, Vietnam, Corea, Alemania, Gran Bretaña, Francia, al nombrar estos países, quizá ustedes no pueden mostrar donde están en el mapa, pero hay una cosa que ustedes saben que estos países tienen en común: guerra. La guerra es constante, una parte constante de la historia del hombre en este mundo. Si no hemos vivido en una zona de guerra, hemos vivido períodos de tiempo en los que nuestro propio país ha estado en guerra. Hemos sido testigos de las noticias y hemos leído en los periódicos – ataques contra nuestra propia tierra. Hemos leído o hemos visto documentales sobre la historia de la guerra del siglo pasado. Hemos conocido gente enviada a la guerra, tal vez algunos que nunca han vuelto a casa. Sabemos algo de la tecnología de la guerra: los cañones, los aviones, los tanques y las bombas. Somos conscientes de los resultados de la guerra: el hambre, la tierra destrozada, las ciudades quemadas, los refugiados, las viudas, los huérfanos, los cementerios masivos.

Erróneamente, a veces pensamos que la guerra es algo glamoroso y glorioso. Leemos sobre ello y captamos la emoción del heroísmo y las maniobras tácticas del ejército. Aprendemos sobre las armas y la tecnología y nos asombramos. Un reclutador del ejército se presenta con su discurso y lo consideramos glamoroso y glorioso, todo ello sin experimentar la guerra de primera mano.

La guerra es terrible y devastadora. Trae dolor y destrucción. Pregúntenle a cualquiera que haya estado involucrado en alguna guerra. Esto es cierto para los soldados en el campo de batalla que tienen que ver como sus compañeros a su alrededor son comidos por las armas del enemigo. Esto es horrible para aquellos que son tomados prisioneros y puestos en campos de concentración y son torturados y quemados. Esto es horrible para los ciudadanos de un país en guerra en el que todo lo que es normal se interrumpe- no hay comida, educación, recreación, y todos los recursos son puestos en el esfuerzo de la guerra. Esto es horrible para aquellos en países anexados y ocupados. Hay muerte, hay violaciones, hay incendios, hay bombardeo, hay destrucción, y hay la presencia constante de las fuerzas enemigas.

Luego está el horrible recuento de los daños. Los resultados inmediatos – refugiados desplazados huyendo a las montañas a pie descalzo y sin comida- ¿a dónde van? Ellos no saben. Huérfanos y viudas que vuelven después de la guerra, ¿a qué? Luego, los efectos a largo plazo: el trastorno del estrés postraumático. Los hombres tienen que vivir con esto durante años. Afecta toda su vida y todas sus relaciones. Estos son algunos de los horrores de la guerra.

Es esta horrible realidad que Jesús tiene en mente cuando dice en el texto, Mateo 24: 6, “Y oiréis de guerras y rumores de guerras”. Jesús habla de esto como una realidad.

El hace esto por medio de repetición de ideas. Habla de guerras. Luego habla de rumores de guerras. Las guerras son conflictos reales; Los rumores de guerras son los conflictos que se están gestando en los asuntos políticos. La guerra tiene un ciclo – una nación se levanta contra otra nación. Y esto pasa una y otra vez. Un conflicto termina; Otro tomará su lugar. Un ejército se retirará de un lugar y luego va a pelear a otro lugar. Una guerra termina con un tratado que se supone que debe poner fin a todas las guerras y algunas décadas más trader hay otra gran guerra. Jesús no dice, “quizá oigan rumores de guerra”, sino “oirán rumores de guerra”. Es necesario” “Dice Jesús, ”que todo esto acontezca.” Esto es porque Dios ha decretado que así sea.

Jesús también tiene en mente aquí que la guerra es horrible. Él indica esto cuando dice: “No os turbeis.” Estamos tentados a estar perturbados. ¿Qué hace la guerra? Crea miedo. Nos perturba. Solo pensar en eso es horroroso. Imagínese enviar a su marido o a sus hijos adolescentes sin saber si los volverán a ver otra vez. Se oyen los aviones volando, las bombas y las balas zumbando al pasar, los tanques traqueteando por las calles. No se puede ir afuera después del atardecer. Los soldados vienen. ¿Qué harán ellos con sus hijo, con sus hijas? Miedo. Por supuesto que la guerra nos atemoriza. Jesús habla aquí del temor de la guerra.

Pero ahora, cuando pensamos en el horror de la guerra, debemos entender que esto es más que sólo las experiencias que son el resultado de la guerra. Hay un horror más profundo y oscuro involucrado en la guerra. En Santiago, capítulo 4, Santiago hace esta pregunta: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? ” Esta es la causa de las guerras, las pasiones del hombre, la codicia del hombre, el deseo de venganza del hombre. Hay en el corazón del hombre y de los creyentes (Santiago 4) un microcosmos de lo que sucede en el mundo. La misma naturaleza pecaminosa que motiva cualquier guerra está en nuestro corazón. Hoy tenemos que ser recordados de eso, de ser amonestados contra nuestra codicia, nuestro odio, que nos motiva, tal vez no matar con armas, pero ciertamente con palabras.

La guerra revela el odio oscuro también en el corazón del hombre contra Dios. En el Salmo 2:1-3 “¿Por qué se amotinan las gentes, Y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos Contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas”. Toda guerra está motivada por una rebelión y una codicia de poder, no sólo para deshacerse de la autoridad, sino para deshacerse de la autoridad de Dios. Así el horror de la guerra nos revela la horrible realidad de la depravación del corazón del hombre. Esto comenzó inmediatamente después de la caída en el pecado. Caín se levantó en odio contra su propio hermano, Abel. Mientras haya pecado en el mundo, habrá guerra.

Por eso somos exhortados en 1 Timoteo 2 a orar por los reyes y los que están en autoridad, para que ellos no sean gobernados por corazones de incredulidad, odio y orgullo egoísta, sino por fe. Oramos para que el Dios que salva de toda clase de personas en diferentes posiciones trabaje arrepentimiento y fe en los corazones de los gobernantes para que puedan gobernar con paz.

Pero ahora, aunque la causa del horror de la guerra es el pecado del hombre, Dios está en el trono. Él envía la guerra y Él tiene un propósito con la guerra. Piensen, por ejemplo, en Isaías 45: 6, 7: “Yo soy el Señor, y no hay otro. Yo hago la paz, y creo el mal. “La palabra para el mal aquí es literalmente guerra. “Yo, el Señor, hago todas estas cosas”. Dios hace la paz y Dios crea la guerra.

Podríamos preguntar: “¿Cuándo hizo esto Dios?” Volvemos a la historia temprana en el libro de Génesis hasta la torre de Babel. Las naciones se unieron como una para construir una torre hasta el cielo en desafío a la autoridad de Dios. Ellos querían permanecer juntos. Ellos vieron el poder en números. Querían establecer un reino del hombre. Y Dios miró hacia abajo y dijo: “han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer.” Así que Dios confundió las lenguas y dispersó al hombre a través de la tierra. Los que fueron esparcidos formaron naciones y gobiernos. Se sospechaban unos de otros. Ellos reclamaron territorio por sí mismos. El resultado es, en la historia del hombre, la lucha y la guerra. “Yo, el Señor, hago todas estas cosas”. Cuando decimos que Dios hizo esto, queremos decir que Jesucristo hace esto. Jesús es el que nos dice aquí que habrá guerras y rumores de guerras. En el Salmo 2 leemos que “El que está sentado en el cielo se reirá, el Señor los tendrá en burla. Sin embargo, he puesto a mi rey sobre mi santo monte de Sión”. Este es el que se sienta en el trono. Él es el que dice: “Debe haber guerra. Yo envío la guerra”.

Entonces piensas en Apocalipsis 6 y en la apertura de los sellos y la cabalgadura de los caballos. Hay un caballo que trae la guerra, que lleva una espada. Podríamos preguntarnos, “¿Por qué? ¿Por qué Dios envía la guerra? ¿Por qué Jesús envía la guerra? “Jesús lo explica en el texto de esta manera:” El fin no es todavía. “Estas cosas deben tener lugar, pero el fin no es todavía. Es con el fin en vista que debe haber guerra en la historia del mundo. El fin que se está viendo aquí no es sólo el cese del tiempo como lo conocemos, sino el propósito y la meta que Jesús tiene para toda la historia. El propósito es la segunda venida de Jesucristo, en la cual reunirá todas las cosas en uno. Jesús está respondiendo a la pregunta de Sus discípulos: “¿Cuándo será el fin?” Como rey, Él se va, y Él enviará estas cosas como señales, precursoras, de Su venida y del fin del mundo. Él envía la guerra a lo largo de la historia en preparación para Su venida. La guerra es una de las cosas que trae a Jesucristo y que prepara todas las cosas para su regreso.

¿Cómo prepara esto para el regreso de Jesucristo? Hace esto en al menos cuatro maneras.

Primero, detiene el ascenso del reino del Anticristo y la unión de todas las naciones de la tierra como una sola, bajo un solo gobierno, lo mantiene a raya. El Anticristo no puede surgir. La guerra crea una distracción. La guerra crea división. El mundo quiere la paz entre las naciones. Y la paz es lo que sucederá al final de los tiempos, cuando Satanás sea liberado de su fosa y salga a engañar a las naciones y juntarlas y unirlas desde los cuatro ángulos de la tierra para rodear de la ciudad de Dios. Esa es una referencia al tiempo de gran tribulación. Dios, en el presente, a través de la historia del Nuevo Testamento, no permitirá esto. La guerra es la manera de Dios de detener el ascenso del reino del Anticristo y la gran persecución de Su iglesia. Esto es para que la iglesia pueda estar ocupada en la obra de la predicación del evangelio. La guerra distrae a las naciones de destruir el testimonio de la iglesia y así el pueblo de Dios puede continuar en esta gran obra importante.

Esto no sólo mantiene alejado al Anticristo, sino que, en segundo lugar, prepara al mundo mismo para el ascenso del Anticristo. ¿Quién hoy en dia no clama por la paz? La guerra crea un anhelo en la tierra por un solo reino. Debido a la codicia del hombre, esa paz es imposible. Incluso cuando la tendrán, al final sólo será por un breve tiempo. Pero cuando llegue el momento para el Anticristo, el mundo dirá: “Queremos la paz, y la queremos a toda costa. Danos comida y danos paz. Y puedes gobernar sobre nosotros”. Y esa será la promesa que dará el Anticristo.

Tercero, al mismo tiempo, la guerra prepara al mundo y lo pone listo para el juicio final de Dios. La guerra en sí misma es una expresión de la ira de Dios contra la depravación y la codicia del corazón del hombre. Al enviar la guerra, Dios entrega al hombre a su pecado. El hombre trae consigo la destrucción. Con esta guerra, el hombre se prepara para ese tiempo al final, cuando todos los poderes del mundo y todos los poderes de la guerra se volverán contra la iglesia, y Dios vendrá y dirá: “Es suficiente”. Él vendrá para salvar a los suyos. Jesús vendrá a destruir al impío, al diablo y al anticristo, y a traer a su pueblo a la salvación y gloria eterna.

Entonces, en cuarto lugar, las guerras nos preparan, como pueblo de Dios, para la venida de Jesucristo. Ese es el propósito de las señales que Jesús nos está dando, para que podamos saber que Él viene, para que podamos velar por Su venida, y para que podamos estar listos para el día en que Él venga.

Necesitamos reconocer la realidad de la guerra. El mundo siempre está diciendo: “Podemos superar la guerra. Podemos traer la paz. Sólo unos cuantos más diplomáticos, unas cuantas políticas más, un presidente más sabio, un gobernante más sabio del mundo. “La iglesia y los cristianos a veces pueden aceptan ¿ esa mentalidad también. Esto no significa que como cristianos debemos ser guerrilleros, pero tenemos que darnos cuenta de que mientras haya pecado, la verdadera paz es imposible. Aparte del evangelio, no puede haber paz. Aparte de la fe en Dios y la obediencia a Su camino, siempre habrá guerra. Esta guerra está en el corazón del hombre. Es solo la cruz que primero trae la paz entre Dios y el hombre y, después, vence al corazón pecaminoso del hombre para que pueda haber una verdadera paz y amor entre los creyentes.

El propósito del evangelio, sin embargo, no es la paz terrenal. Es la paz entre Dios y el hombre, la abolición del pecado en el último día cuando Jesús regrese. Mientras debemos anhelar la paz en la tierra para que podamos hacer nuestro trabajo libremente, debemos esperar que habrá, continuamente, guerra en la tierra. Tenemos que ser conscientes de esto, que parte del engaño del Anticristo es también su promesa de paz mundial. ¿No vemos hoy esta promesa de paz en el grito de tolerancia, tolerancia de toda idea religiosa y tolerancia de toda conducta inmoral? ¿No es eso parte del engaño del Anticristo? Así que Jesús nos dice que habrá guerra y que esta guerra continuará a lo largo de la historia hasta el día en que El regrese.

¿Cómo respondemos? La respuesta natural del hombre es encontrar en esto algo perturbador. Queremos dejarlo fuera de nuestra mente. No queremos hablar de ello. Sí, la guerra es una realidad, pero que esté lejos de nosotros, en algún otro lugar, al otro lado del planeta. Nosotros respondemos de esta misma manera a otros de los signos de la venida de Jesucristo también. Escuchamos, por ejemplo, a Jesús diciendo que habrá una gran tribulación, y decimos: “Habrá persecución, pero espero que sea en otra parte. Vivamos en él presente. Tenemos la paz, tenemos libertad “. Si bien es cierto que verdaderamente debemos aprovechar nuestra libertad, especialmente en la predicación del evangelio, en la adoración conjunta con el pueblo de Dios en la iglesia y en dar testimonio y el llevar el evangelio a otros , No debemos ignorar las cosas de las que Jesús habla aquí. Tenemos que estar preparados y tenemos que preparar a nuestros hijos. Así que tenemos que hablar de estas cosas, en el contexto del gran propósito de Dios en todas las cosas. Entonces no hablamos de ellos con miedo. Jesús enseña esto para que no tengamos miedo. Él dice: “Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis”.

Para no tener miedo ante la guerra necesitamos tener estas dos verdades centrales e importantes fijas en nuestras mentes. Estas son verdades, promesas, que necesitamos repetir a nuestros hijos y que debemos hablar unos con otros como creyentes. La primera es la siguiente: que Jesús está siempre en el trono, que Él es el Señor, que Él es el soberano, y que como El que está en el trono, Él gobierna sobre todas las cosas y, de hecho, envía estas cosas en el tiempo ya en la historia en Preparación para su regreso. No debemos pensar cuando la guerra entra en nuestro país y entra en nuestro vecindario y nos afecta como si algo extraño nos hubiera sucedido, como si Satanás ahora tuviera el dominio y los impíos estén al timón. No, Jesús está en el trono; Dios es el soberano; El corazón del rey está en la mano de Jehová y Él lo convierte en todo lo que Él quiera. Así que, “no os turbéis”, Jesús dice, “Yo estoy en el trono”.

Piense en cómo el Salmo 46 que habla de la guerra, de las naciones enfurecidas y de la tierra removidos. Dios dice esto: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios;

Seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra”. Dios está en el trono.

Entonces, la segunda verdad importante que debemos recordar para que seamos temerosos en respuesta a las guerras es esto. Jesús envía guerras como parte de Su venida; Que el sonido de la guerra es el sonido de la venida de Jesucristo; Que las naciones se enfurecen entre ellas es el furor que trae a Jesucristo a este mundo. Cuando oyes de guerras y rumores de guerras, Jesús dice, sepan que todavía no es el fin. Sí, hay un fin. Ese fin es la venida gloriosa de Jesucristo. Estas guerras y rumores de guerras son las señales de que el fin está llegando, pero aún no llega. Todas las guerras son parte de ella.

El versículo 8 habla de esto de una manera hermosa. Hablamos de esto en un mensaje anterior. Justo después de la señal, Jesús dice: “Todas estas cosas son el principio de los dolores.” Los dolores son dolores de parto. Las guerras y los rumores de la guerra, el sonido de la guerra y la experiencia de la guerra y la guerra entre las naciones, son los primeros signos del trabajo y de los dolores de parto que traerán finalmente a Jesucristo, el Hijo de Dios en su Gloriosa segunda venida. Cuando una mujer experimenta el dolor del parto, no es un dolor extraño. Hay algo bueno en ello. Para cada otro tipo de dolor que tenemos y que experimentamos, sabemos que algo está mal, así que tratamos de arreglarlo. Si nos cortamos, tenemos una lesión o algún tipo de dolor interno, y tratamos de cuidarlo. Pero este es un dolor que es bueno. Una mujer dice: “puedo aguantar esto.” Ella espera al final para ese niño que va a nacer.

Así es como Jesús nos dice que debemos pensar en el horror y la realidad de la guerra. Hay algo correcto. Jesús viene, así que no tengan miedo.

Oremos

Padre, te agradecemos por el maravilloso consuelo que tenemos en que Jesús es el Rey de reyes y Señor de señores, que Él gobierna sobre todas las cosas, que en Su sabiduría Él sabe por qué las cosas son como son en este mundo y que Él arregla todas las cosas hacia ese último día cuando vendrá nuevamente. Hoy hay guerra en la tierra, y la experimentamos, y la experimentaremos, pero eso es porque Jesús el Rey está haciendo que Su evangelio salga victorioso y use todas las cosas para servir al último día cuando Su iglesia sea reunida como una en Su presencia para la eternidad. Ven, Señor Jesús, sí, ven pronto. Amén.

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