Prof. Herman Hanko
Pregunta: “¿Está el Salomón de las Escrituras entre los redimidos?”
La pregunta es bastante inquietante y ha sido formulada por miles de personas. El problema surge del hecho de que la Biblia nos dice que Salomón se casó con muchas esposas: 700 para ser exactos, más 300 concubinas (1 Reyes 11:3). Estas mujeres, muchas de ellas procedentes de tierras extranjeras, hicieron que el corazón de Salomón dejara de servir a Dios y se dedicara a la adoración de ídolos. “Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. Entonces edificó Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. Así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus dioses. Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces” (4-9).
2 Crónicas, describe las obras de Salomón y su reino glorioso, no se refiere a sus pecados. Pero el punto sorprendente de ambas narraciones, y especialmente el de 1 Reyes 11, es que no se hace mención del arrepentimiento de Salomón, ni siquiera cuando Dios le dijo a Salomón que, a causa de su pecado, una gran parte del reino sería tomado de la línea de David (11-13).
Las Escrituras son claras en cuanto a que ninguna persona impenitente irá al cielo. El camino a la gloria para nosotros los pecadores es el camino del arrepentimiento. Esto es cierto en la nueva dispensación; era igualmente cierto en la antigua. Uno pensaría que, si Salomón fuera salvo después de tan atroces pecados, la Escritura haría referencia a su arrepentimiento. Eso no parecería indicar que Salomón no estaba entre los redimidos.
Sin embargo, estoy convencido de que Salomón se salvó y de que veremos a Salomón en la gloria. Los fundamentos de esta afirmación se encuentran, en primer lugar, en la descripción que hace la Biblia de su vida. La Escritura nos dice que “Salomón amó al Señor” (1 Reyes 3:3). Ningún incrédulo ama al Señor. Que el amor de Salomón era genuino es evidente por la aparición del Señor a Salomón en Gabaón (5-14). En el momento de esa aparición, Salomón tomó la elección correcta cuando se le preguntó qué quería recibir de Dios; pidió sabiduría porque sabía que tenía que gobernar al pueblo de Dios. Dios aprobó esa elección, y Salomón, en agradecimiento a Dios, “vino a Jerusalén, y se presentó delante del arca del pacto del Señor, y ofreció holocaustos y ofrendas de paz” (15).
Dios le dio a Salomón una sabiduría superior a la que poseía cualquier otra persona (1 Reyes 4:29-34). La sabiduría es un don que Dios otorga solo a Su pueblo, ya que la sabiduría es la capacidad espiritual de aplicar los principios permanentes de la Palabra de Dios a la propia vida. La sabiduría de Salomón fue incluso más allá e incluyó un entendimiento de la creación de Dios y la habilidad de hacer proverbios y componer canciones (32-33). Sus proverbios son Escritura inspirada y nos hablan de Cristo, la verdadera sabiduría de Dios (ver especialmente Prov. 8). Uno de sus cánticos, el Cantar de los Cantares, es también la Palabra de Dios y habla de la relación entre Cristo y Su iglesia elegida.
Salomón construyó el templo porque quería una casa para el Señor su Dios (1 Reyes 5:5), y lo hizo sabiendo que el era el hijo de David, a quien el Señor había prometido a David y que iba a construir el templo. Es cierto que estas promesas se refieren a Cristo, pero se refieren, primero, a Salomón, un tipo de Cristo en su sabiduría y en el esplendor de su reinado (1 Reyes 5:5; 2 Sam. 7:12-15; Sal. 89:19-37). Creo que es imposible que Salomón pueda ser un tipo de Cristo como hijo de David, como uno que construyó el templo, como la personificación de la sabiduría de Dios, y como el hijo prometido a David como parte del pacto de Dios con David, sin estar entre los redimidos.
Pero, finalmente, estoy convencido de que la Escritura si nos da el arrepentimiento de Salomón. Se encuentra en el libro de Eclesiastés. Es bastante evidente que Salomón escribió este libro al final de su vida, después de haber probado al máximo todas las riquezas y placeres que la vida podía brindar. Él tenía poder, prestigio, riqueza incalculable, un reino poderoso, 1,000 esposas y concubinas, palacios y jardines—todo lo que se puede desear en el mundo. Pero por encima de todo está escrito: Vanidad de vanidades; todo es vanidad. Llegó a conocer la verdad de ello y lo caracterizó a la luz de la evaluación de las cosas por parte de Dios. En todas las cosas de esta tierra uno no puede encontrar ningún gozo, ninguna paz, ninguna utilidad genuina, nada que valga la pena para el tiempo o la eternidad. Y, si de todo esto pudieras concluir que tal evaluación de las posesiones de esta tierra aun no es arrepentimiento, les recuerdo lo que Salomón dice al final del libro (y a la luz de su idolatría): “Vanidad de vanidades, dijo el predicador; todo es vanidad. Y, además, por cuanto más sabio fue el predicador, aun enseñaba sabiduría al pueblo; sí, prestaba buena atención, y procuraba, y ponía por orden muchos proverbios. El predicador trató de hallar palabras agradables: y lo que estaba escrito era recto, palabras de verdad [Salomón debe haber escrito algunos de sus proverbios después de su arrepentimiento] … Escuchemos la conclusión de todo el asunto: Temed a Dios y guardad sus mandamientos: porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, con toda cosa secreta, sea buena o sea mala ” (Ecl. 12:8-10, 13-14).
Salomón estaba entre los redimidos; no puede haber ninguna duda al respecto. Pero como un tipo de Cristo, demostró ser sólo un tipo, una imagen imperfecta. Después de todo, él no era sabio en absoluto, sino muy insensato. Si la salvación iba a venir a través de Salomón, era imposible, porque él también necesitaba la salvación. Sus pecados fueron grandes, pero no más allá del poder redentor de Aquel que era “mayor que Salomón” (Mat. 12:42). Salomón también esperaba la venida de Cristo y la anhelaba.
Y el consuelo para nosotros es que también podemos saber que nuestros pecados son perdonados en el camino del arrepentimiento—sin importar cuántos y cuán grandes sean.
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