Rev. Ron Hanko
Los profetas del Antiguo Testamento clamaron a Judá sobre los gran- des peligros que enfrentaban: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvida- ré de tus hijos.”(Oseas 4:6). Amós advirtió: “He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová.” (Amós 8:11).
Nuestra profunda preocupación es que la situación en nuestros días y en esta tierra es realmente similar a la de los días de los profetas de antaño. El Times declaró en su edición del 30 de enero de 1993: “¿Cuál es la verdadera situación [en Inglaterra]? Los cristianos creyentes y adoradores son un pequeño puñado de nuestra nación. El noventa por ciento o más de nuestros ciudadanos prácticamente no tienen conoci- miento del cristianismo “. Ese es un comentario triste. De ese “pequeño puñado” hay grandes divergencias de creencias. Seguramente hay una gran necesidad de que la fe Reformada sea proclamada.
¿Por qué la situación es como es actualmente? Vivimos en los “últimos días” (Hechos 2:17). Durante este período de tiempo, la Palabra de nuestro Señor se está cumpliendo de que muchos se apartarán (1 Tim. 4:1) y el amor de muchos “se enfriará” (Mat. 24:12). Dentro del mundo mismo, esta el materialismo burdo que ha envenenado a la sociedad. Existe la loca carrera por más y más entretenimiento, a menudo del tipo más abominable. Los burladores siguen burlándose y preguntan: “¿Dónde está la promesa de Su venida? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.”(2 Pedro 3:4).
La situación en las iglesias es casi tan mala. Abunda la apostasía. Hay una deserción masiva de las “sendas antiguas” (Jer. 6:16). Están los “lobos con piel de oveja” (Mateo 7:15). La profecía de las Escrituras se está cumpliendo: “De vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos.” (Hechos 20:30). Hay una presión creciente nuevamente para la unión de todas las iglesias y denominaciones. La doctrina se considera irrelevante. Surgen “nuevas” teologías. Las ovejas, al parecer, están a punto de ser devoradas por los lobos voraces. Entonces, nuestra seguridad solo puede estar en la Palabra de Cristo: “Nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:28).
En estos tiempos angustiosos, la Palabra de Cristo llega, sin embargo fuerte y claramente, “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo…” (Apc. 3:20) Así como una vez estuvo Él a la puerta de la iglesia de los Laodicenses, llamando a los fieles que permanecían en esa iglesia apóstata, así Él todavía llama hoy. El pueblo de Dios tiene hambre de la Palabra. Muchos no están siendo alimentados. Están recibiendo “piedras por pan”. Cristo llama a salir y cenar con Él alrededor de Su Palabra que permanece para siempre.
Por lo tanto, nosotros, los de la Iglesia Protestante Reformada del Pacto, buscamos formar un vínculo entre todos aquellos que aman la fe Reformada y desean todavía las “sendas antiguas”. Deseamos establecer, donde sea posible, iglesias que proclamen con valentía las antiguass verdades.
¿Qué es la fe “reformada”? Por “fe”, nos referimos al cuerpo de la verdad que se establece en la Escritura misma. Hablamos de la fe “Reformada” no como si fuera una especie de sustituto de la fe bíblica. Después de todo, solo hay un conjunto objetivo de verdades que es presentada en las Escrituras.
Por “Reformado”, nos distinguimos de otros que de una forma u otra se desvían de la “fe” establecida en la Palabra de Dios. Nos aferramos a las verdades de las Escrituras que han sido resumidas sistemáticamente en los Estándares de Westminster y las Tres Formas de Unidad , es decir, el Catecismo de Heidelberg, la Confesión Belga y los Cánones de Dordt.
¿Qué es, entonces la fe Reformada (es decir, bíblica)?
Soberanía de Dios
Ante todo, la fe Reformada enfatiza la soberanía de Dios. ¿Se distingue esto de otros que también enseñan la soberanía de Dios? Si, lo hace. Estamos convencidos de que la fe Reformada mantiene la verdad de la soberanía de Dios de manera consistente. Todos los cristianos seguramente estarían de acuerdo en que Dios es soberano. Él gobierna sobre todo. Sin embargo, repetidamente uno se encuentra con doctri-nas y prácticas que contradicen la verdad de la soberanía de Dios. Para satisfacer el razonamiento humano, ha habido quienes insisten en el “libre albedrío” de todos los hombres para aceptar o rechazar a Cristo como quieran. Hay quienes presentan a un Cristo que llama a la puerta del corazón del pecador, suplicando ser admitido (citando errónea- mente Apocalipsis 3:20). Hay quienes enseñan que el número final de los elegidos de Dios no está determinado por Dios desde la eternidad, sino por las actividades del hombre. Hay quienes enseñan que Dios ama a todas las personas — pero que finalmente arroja a algunos al infierno. Otros enseñarían que, debido al amor de Dios por todos, Él no puede arrojar a nadie al infierno.
La fe Reformada mantiene consistentemente la soberanía de Dios. Él ha creado en seis días literales (Génesis 1) y continúa sosteniendo todo Su universo. Él dirige y controla también a todas las criaturas racionales y morales. Desde la eternidad ha determinado salvar a algunos (los elegidos) mediante la sangre del Cordero (Efes. 1:4) y ha determinado que otros serán arrojados al infierno por el camino de sus pecados (Rom. 9:22). Dios nunca renuncia a ningún aspecto de su gobierno en ningún sentido. Todas las doctrinas de la iglesia de Cristo deben ajustarse a eso. La iglesia no puede “ajustar” la soberanía de Dios para acomodar la idea del hombre de lo que es justo y recto. Más bien, la confesión del hombre debe ajustarse a la gran verdad de la soberanía de Dios. (A este respecto, recomendamos encarecidamente la edición Baker del conmovedor libro de Arthur W. Pink, La Soberanía de Dios).
Escrituras Infalibles
El conocimiento del Dios soberano no se deriva de la búsqueda del hombre, sino de la revelación de Dios mismo. La fe Reformada sostie- ne la inerrancia de las Sagradas Escrituras, su infalibilidad e inspiración. Es la Palabra “inspirada por Dios” (2 Tim. 3:16) hablada por Cristo (Juan 1) para que pudiéramos conocer y entender lo que Dios revelaría de sí mismo. Sin esa Palabra no podríamos tener un conocimiento cierto. Con ella, tenemos un testimonio confiable y seguro acerca de Dios y acerca de Su Hijo Jesucristo, y la obra de Cristo en la redención y liberación de Su iglesia.
Pacto de Gracia
La fe Reformada se aferra a la gran verdad del “pacto de gracia”. Enun- ciamos brevemente nuestras propias convicciones sobre la enseñanza de las Escrituras a este respecto.
El pacto de gracia debe ser entendido a la luz de la Trinidad. El Dios Trino (Padre, Hijo y Espíritu Santo) se comunica eternamente dentro de Sí mismo perfectamente. Es una comunión que va más allá de la descripción humana y va más allá del entendimiento humano. Sin embargo, esa verdad del pacto de comunión consigo mismo es la base del pacto de gracia. El Dios Trino determinó eternamente revelar fuera de sí mismo la gloria de la comunión tal como existe dentro de sí mismo. Decidió mostrar de la manera más alta posible una comunión con un pueblo elegido, escogido eternamente en Cristo.
Una comprensión adecuada de esta obra de Dios vincula las diversas verdades maravillosas de las Escrituras. La palabra de Dios muestra que este pacto es “unilateral”, es decir, establecido no entre dos partes, sino directamente por Dios mismo (Gén. 15:17-18). Es un pacto inquebran- table en el sentido de que cuando Dios lo establece con su pueblo, continúa por toda la eternidad (Gén. 17:7). Este pacto no es una especie de arreglo por el cual Dios lleva a su pueblo al cielo, sino que es el fin o la meta que Dios tiene en mente (Gén. 17:7). Es el pacto que Dios se complace en establecer en la línea de las generaciones (Gén. 17:7). Se ha dicho en verdad: “Él recoge su simiente de nuestra simiente”. No todos los nacidos de padres creyentes son parte de ese pacto (Rom. 9:13). Pero la simiente espiritual se salva (Rom. 9:7). Dios trae a otros del paganismo — pero luego incorpora también su simiente espiritual al cuerpo de Cristo (Hechos 16:27-33).
Los Cinco Puntos del Calvinismo
La fe Reformada se asocia a menudo con los llamados “cinco puntos del Calvinismo”. Esos “cinco puntos” de ninguna manera agotan la fe Reformada. Sin embargo, estos marcan una clara diferencia entre el Arminianismo que ha infectado a la mayoría de las iglesias fundamen- talistas.
Muchos recuerdan los cinco puntos mediante el uso del acróstico: TULIP. La “T” es para la depravación total. Esta es la enseñanza bíblica de que el hombre nace muerto en pecados, incapaz y no dispuesto a hacer ningún bien (Rom. 3:10). Todos son culpables del primer peca- do de Adán (Rom. 5:12). Todos transgreden la ley de Dios por natura- leza (Rom. 3:23). De esto se desprenden varias conclusiones. No se puede “ofrecer” a un pecador muerto la salvación en Cristo. Tampoco se puede “invitar” a tal persona a aceptar a Cristo o recibirlo en su corazón. Su estado es tal que la actividad espiritual es imposible de su parte.
La “U” representa la elección incondicional. Desde antes de la funda- ción del mundo, Dios ha elegido un pueblo en Cristo (Ef. 1:4). Junto con este hecho, Dios también ha determinado arrojar a otros al infier- no en el camino de sus pecados (Rom. 9:21-22). Que esta elección eterna sea “incondicional” significa que Dios no eligió porque previó que uno creería, sino que uno cree porque Dios lo eligió (Juan 10:26; Rom. 8:29-30).
La “L” es por la expiación limitada. La expiación es el pago realizado por Cristo por los pecados de su pueblo (Mat. 1:21). Que sea “limitada” no es para enseñar que la expiación de Cristo carezca de algo. Más bien, esto presenta el hecho bíblico de que la expiación es limitada a los elegidos o escogidos de Dios (Juan 6:44).
La “I” habla de la gracia irresistible. Esto enfatiza que cuando Dios atrae a Su pueblo hacia Él, ellos lo hacen y vendrán (Juan 6:37). No vienen involuntariamente, sino voluntariamente. Sin embargo, Su gracia es de tal poder que la voluntad de Sus elegidos se somete a Su voluntad.
La “P” es la preservación de los santos. Esto significa que uno que es elegido, llamado y atraído a Jesucristo, también permanecerá en la fe y seguramente será llevado a la gloria. Estos santos pueden pecar grave- mente y caer por un tiempo en ciertos pecados. Pero Dios los trae de vuelta a sí mismo. Aquellos por quienes Cristo murió serán seguramen- te salvados (Fil. 1:6; Rom. 8:29-30).
Doctrinas de la Gracia
La fe Reformada sostiene consistentemente a las “doctrinas de la gra- cia”. Nuevamente, estas son doctrinas de las Escrituras. La terminolo- gía sirve para enfatizar el hecho glorioso de que la salvación es total- mente la obra de nuestro Dios — no la obra del hombre o del hombre cooperando con Dios. Somos justificados por Su gracia mediante la fe (Rom. 3:24). Los justificados han recibido el pago completo de sus pecados por medio de la preciosa sangre de Jesús (Rom. 5:1). Y aque- llos por quienes Cristo murió fueron elegidos desde la eternidad por Dios. Toda la salvación es totalmente obra del Dios soberano. Entonces no hay lugar para gloriarse (Efesios 2:9).
Bautismo Infantil
La fe Reformada sigue la práctica del bautismo de los creyentes. Esta ha sido la práctica constante de los creyentes Reformados desde los días de Juan Calvino. Este bautismo se basa en la verdad del pacto de Dios, establecido en la línea de las generaciones de los creyentes. No todos los bautizados son salvos (Esaú, que recibió la señal de la circun- cisión, no fue salvo [Rom. 9:13]). Pero debido a que Dios establece Su pacto en la línea de generaciones (Génesis 17:7; Hechos 2:39), estos también reciben la señal de ese pacto y de la justicia que es por la fe. Esto es también consistente con las prácticas de los apóstoles que bau- tizaban a los creyentes y a sus familias de sus casas (Hechos 16:15; 1 Cor. 1:16; Hechos 11:14); Hechos 16:31).
Credos
La fe Reformada mantiene los credos como expresiones de lo que confiesa que enseñan las Escrituras. Los credos no deben considerarse infalibles. Sin embargo, identifican y distinguen lo que es Reformado de lo que no lo es. Los Reformados han escrito, a menudo después de grandes luchas y horrendas persecuciones, las verdades que creen que las Escrituras ciertamente enseñan. Los credos señalan cómo los Refor- mados se diferencian de otros que también afirman mantener las Escri- turas. Por medio de los credos, a los hijos de los creyentes se les enseñan las doctrinas de las Escrituras. Por medio de los credos, las iglesias muestran a todo el mundo lo que creen y enseñan.
Culto / Adoración
La fe Reformada mantiene la necesidad de la adoración regular cada Sabbath. No tiene la intención en minimizar o descuidar la adoración de Jehová en los servicios regulares. Más bien, el gozo de los Reforma- dos es cumplir el mandato del cuarto mandamiento y las enseñanzas de las Escrituras, reuniéndose cada Sabbath para adorar el Nombre de Dios. No se reúnen para ser entretenidos, sino para glorificar el Nom- bre que está por encima de cualquier otro nombre.
La fe Reformada también mantiene la enseñanza bíblica de que la pre- dicación de la Palabra debe salir de la iglesia a través de hombres lla- mados por Dios para servir en esta importante posición (Rom. 10:15). La predicación debe ser el elemento central de la adoración. En las Escrituras se le llama la “locura de la predicación” (1 Cor. 1:21), pero al mismo tiempo es la forma ordenada por Dios de salvar a los pecadores y fortalecer a los santos (Rom. 10:14).
Vida Piadosa
La fe Reformada no lleva a los hombres a ser descuidados o profanos. Esta fe no sostiene que uno pueda “pecar para que la gracia abunde” (Rom. 6:1). Debido a que uno es elegido eternamente por Dios, y debido a que Cristo murió por él, debe haber evidencia de un fruto piadoso. Debe verse el verdadero agradecimiento— de lo contrario, no hay evidencia de la elección eterna. Dios ha elegido a Su pueblo para buenas obras (Efesios 2:10) y para que seamos santos y sin mancha delante de Él (Efesios 1:4). No debe haber alianza entre la luz y las tinieblas, entre el cristiano y el mundo (2 Cor. 6:14). La “antítesis” debe ser evidente: la distinción entre el bien y el mal debe verse en la vida del cristiano.
Misiones
La fe Reformada cree firmemente en el llamado de la iglesia a salir por todo el mundo a predicar el evangelio. No tendrá nada que ver con un “hiper-calvinismo” que descuidaría esta gran tarea de la iglesia. Jesús mismo ordenó a los discípulos, y luego a la iglesia, ir por todo el mun- do a predicar el evangelio (Mateo 28:19). Si bien es cierto que Dios salvará a Su pueblo, a quien ha elegido desde la eternidad, también es cierto que ha determinado que esto se haga por medio de la fiel predi- cación del evangelio tanto dentro de la iglesia como en el campo mi- sionero. Solo Dios conoce a los que son Suyos. La iglesia avanza bajo el mandato de Cristo para que los escogidos de Dios también puedan ser llevados a la cruz de Jesucristo.
El Regreso de Cristo
La fe Reformada espera con confianza el pronto regreso de nuestro Se- ñor Jesucristo sobre las nubes del cielo. En Mateo 24, Cristo habla de las señales que preceden a su regreso. Vemos que esas señales estan cumpliéndose hoy. No sabemos el día ni la hora de Su regreso, pero sabemos que debe estar cerca. Esto debería impresionar a la iglesia con la urgencia de llevar a cabo fielmente sus tareas hasta el final. Debe predicar la Palabra; debe evangelizar; debe enseñar a los niños para que estén preparados para los días malos que vendrán sobre la iglesia. Y la oración más ferviente de la iglesia es por la venida de Cristo: “¡Sí, ven, Señor Jesús, pronto!” (Apocalipsis 22:20).
Lo anterior no pretende en modo alguno ser un tratamiento exhausti- vo de la fe “Reformada”. Sin embargo, debería dar una descripción “en miniatura” de esa fe que se ha mantenido tan preciosa a través de los siglos. Sobre la base de las gloriosas verdades por las que muchos die- ron su vida, también desearíamos buscar la comunión con aquellos que aman estas mismas verdades para animarnos y fortalecernos unos a otros en la santísima fe.