Prof. Herman Hanko
Pregunta: “Salomón fue dotado por Jehová de tal manera que fue el hombre más sabio que jamás haya existido (aunque en un contexto del AT, sin embargo, esto no niega los hechos básicos). Si definimos la sabiduría como el conocimiento prácticamente aplicado a través de la fe, ¿cómo se explica que Salomón cayera? El claramente sabía que no debía hacer lo que hizo”.
La pregunta surge a raíz de las ‘Noticias’ del mes pasado en las que argumente que, aunque Salomón cayó en idolatría, bajo la influencia de sus esposas paganas, y aunque las narraciones históricas de las Escrituras no registran que se arrepintió de su pecado, no obstante, podemos estar seguros de que Salomón fue salvo, por lo que debemos considerar a Eclesiastés, del cual fue autor por la inspiración del Espíritu Santo, como su confesión de pecado. Después de todo, el Señor “amó” a Salomón (2 Sam. 12:24) y Él siempre restaura a Sus santos errados, porque nada puede separarnos de Su amor (Rom. 8:35-39).
Debemos recordar que Salomón era un tipo de Cristo y que su reino era un tipo del reino de los cielos. Sin tener en cuenta esta verdad, es realmente difícil, si no imposible, entender cómo Salomón, el hombre más sabio que jamás haya existido, pudo ser tan necio. También la nación de Israel era en sí misma un tipo de la iglesia de Dios, mientras que al mismo tiempo era parte de la iglesia. Además, en contra del dispensacionalista, el Monte Sión y Jerusalén, la capital de la nación y sede del trono de David y Salomón, eran también tipos de la iglesia (Sal. 48; 87; 122; Heb. 12:22-23; Apocalipsis 21:1-2).
Dentro de esa ciudad de Jerusalén estaba el templo que Salomón construyo y que, si bien simboliza la verdad del pacto de Dios, que Él habita en medio de Su pueblo, también apunta, típicamente, al cuerpo de Cristo crucificado, sepultado y resucitado en quien habita “corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). En el corazón del típico reino de los cielos, sobre el cual Cristo gobierna, está el templo, cuya realidad es Cristo mismo en nuestra carne.
Todos estos tipos fueron dados por Dios en la antigua dispensación porque Israel era la iglesia en su niñez (Gál 4:1-6). A los niños se les enseña por medio de imágenes. La iglesia del AT fue enseñada por las imágenes que Dios dio en los tipos y sombras de la ley. Salomón fue una de esas imágenes; también lo fue su reino. Nunca en toda la historia del AT la nación alcanzó tal cumbre de gloria, bienaventuranza y riqueza como en los días de Salomón (véase 2 Crón. 9). Pero esa gloria y riqueza también eran típicas de la gloria y la riqueza del reino de los cielos, cuando lo puramente material se vuelve espiritual—así como Canaán, la tierra que fluye leche y miel, era una imagen del cielo (Heb. 11:9-10, 13-16). Salomón, como rey de la iglesia típica, era un tipo de Cristo en más de un sentido. Él era un tipo de Cristo, el verdadero rey, en su oficio real, y un tipo de Cristo en su sabiduría que Dios le había dado. Es muy posible que Salomón también haya sido un tipo de Cristo en su construcción del templo.
Siempre es un peligro que los tipos sean considerados la realidad. Creo que los Fariseos en los días de Jesús eran especialmente culpables de esto. Confundieron los tipos con la realidad y pensaron que los tipos eran todo lo que necesitaban. Desafiaron a Juan el Bautista y a Cristo cuando ambos dejaron de lado los tipos porque la realidad había llegado ahora en la obra y el ministerio del Mesías. Preferían los tipos a la realidad. Eligieron una imagen del cielo al cielo mismo, y una imagen de Cristo a nuestro Salvador Mismo.
Como los tipos no eran la realidad, sino solo imágenes, los tipos no solo tenían que pasar, sino que tenían que mostrar que eran imperfectos. Si quiero mostrar mis fotos del Parque Nacional de Yellowstone, entonces tengo que decirles a los reunidos que, de hecho, el Parque Nacional de Yellowstone es mucho, mucho más hermoso. Si estas personas dicen: “Ahora he visto el Parque, así que no necesito ir allí”, solo puedo sentir lástima por ellos. Pero aquellos que entienden que una imagen no puede compararse con la realidad, pueden ser incitados a viajar al Parque para verlo por sí mismos.
Un libro de imágenes envejece y las láminas de colores se decoloran. Lo mismo ocurrió con los tipos del AT (Heb. 8:13). Cumplieron su propósito y tuvieron que ser dejados de lado. Los tipos también eran inadecuados. No podían hacer lo que hacia la realidad. Moisés fue un tipo de Cristo como nuestro mediador (Núm. 14:13-19), pero fracasó, porque solo era un tipo. Golpeó la roca en el desierto en su ira contra Israel (20:10-11) y renunció a su cargo cuando ya no podía soportar la carga del pueblo— aunque el Señor rechazó su renuncia (11:11-15). Otro tipo de Cristo, Josué (cuyo nombre es equivalente a “Jesús”), no pudo llevar al pueblo al verdadero reposo. Se necesita a Cristo para llevarnos al descanso perfecto del cielo.
Así fue con todos los tipos. Eran tipos y, por lo tanto, imperfectos. No pudieron lograr la salvación que Dios había previsto para su pueblo. La razón básica es, por supuesto, que el hombre no puede hacer lo que tenía que hacer: solo Dios puede traer la salvación, y Él la trae a través de Cristo. Los tipos, por lo tanto, sirvieron al propósito de enseñar a la iglesia acerca de la salvación que iban a recibir en “la plenitud de los tiempos”, pero el pueblo tuvo que aprender también que los tipos eran imperfectos.
Con el pecado de idolatría de Salomón, el verdadero pueblo de Dios en la nación de Israel aprendió que el reino de Salomón en toda su gloria no era el reino mesiánico. Porque Salomón no era el rey que podía establecer el verdadero reino de Dios. Tuvieron que mirar más allá de las imágenes para ver la realidad, y por fe aferrarse a las promesas infalibles de Dios, que amablemente y amorosamente le dijo a Su pueblo, ya antes de que Cristo viniera, acerca de la gloria y la bendición de la salvación venidera.
Por lo tanto, aunque Salomón poseía una gran sabiduría, siendo solo un tipo, no podía ser el verdadero sabio. Cristo no solo es muy superior a Salomón en sabiduría, sino que Él Mismo es la Sabiduría de Dios (Prov. 8 , especialmente vv. 22-36; 1 Cor. 1:30). Salomón, con toda su sabiduría, era aún necio. Cristo, la Sabiduría de Dios, es capaz de hacer a todo Su pueblo verdaderamente sabio.